Fuera de la ley

Entonces tragué saliva y recordé que sus empleados me habían oído discutir con Trent. Aquello lo explicaba todo.

 

—?Tú? —chillé. Había una única razón por la cual se había presentado allí, entrando sin llamar como si fuera su propia casa. En aquel momento sentí que la sangre me subía a la cabeza, y me habría puesto de pie de no ser porque mi madre me agarró con fuerza para que no lo hiciera—. ?Tú!

 

Takata me miró con los ojos muy abiertos y dio un paso atrás con las manos en alto, como si se estuviera rindiendo.

 

—Lo siento. No podía decírtelo. Se lo prometí a tus padres. No te puedes imaginar lo difícil que ha sido para mí.

 

?Para ti?, pensé mirándolo fijamente, furiosa y horrorizada. ?Joder! De manera que Red Ribbons hablaba de mí. Lo atravesé con la mirada, perci-biendo su sentimiento de culpa. Maldita sea. Había basado toda su carrera en poner a la vista todos sus remordimientos por habernos abandonado a mi madre y a mí.

 

—?No! —exclamé moviéndome hacia delante y hacia atrás al compás que marcaba mi madre, que estaba perdida en su propio infierno personal—. Mi madre y tú… ?no!

 

Mi madre empezó a sollozar con fuertes hipidos y yo la abracé con más fuerza, dividida entre seguir consolándola o gritarle a Takata.

 

—?Ya no aguanto más! —farfulló, intentando secarse las lágrimas—. Las cosas no debían suceder de este modo. Esto nunca debió pasar —exclamó. Yo la solté un poco.

 

—?Tú no debías estar aquí! —gritó poniéndose en pie y mirando a Taka-ta—. No es tu hija. ?Es hija de Monty! —le espetó llena de rabia, con los ojos enrojecidos y el pelo alborotado—. Lo dejó todo por ella y por Robbie cuando tú decidiste dedicarte en cuerpo y alma a la música. Renunció a sus sue?os para cuidar de nosotros. Tú tomaste tus propias decisiones y no puedes echarte atrás. ?Rachel no es tuya! No puedo… —En aquel momento se tambaleó y yo la agarré para que no se cayera—. ?Basta ya! —gritó. Se agitaba con tal fuerza que acabó tirándome al suelo—. ?Lárgate! ?Me has oído? ?No quiero seguir con esto!

 

Estupefacta, me desplacé hacia atrás hasta que noté la encimera. No sabía qué hacer. Mi madre estaba allí de pie, sollozando, con los brazos alrededor de la cintura y la cabeza gacha, y yo tenía miedo de tocarla.

 

Takata evitaba mirarme a la cara y, con la mandíbula apretada y los ojos llorosos, cruzó la habitación y la rodeó con sus largos y esqueléticos brazos.

 

—Lárgate —repitió mi madre entre lágrimas. No obstante, él le tenía los brazos sujetos, y tampoco parecía que realmente quisiera que se marchara.

 

—Chisssst —dijo él consolándola mientras ella se derretía en sus brazos y apoyaba la cabeza en su pecho.

 

—No pasa nada, Allie. Todo se va a arreglar. Robbie y Rachel son hijos de Monty, no míos. él es su padre y siempre lo será. Ya verás como todo se arregla.

 

Yo me quedé mirándolo y me di cuenta de que teníamos una altura similar, que mis rizos enredados eran iguales a sus rastas y que mis brazos y piernas, delgados pero fuertes, se parecían a los suyos. Entonces observé sus pies, que quedaban al descubierto porque llevaba chanclas, y tuve la sensación de estar mirando los míos en el cuerpo de otra persona.

 

Entonces me apoyé en la encimera y me puse la mano en el estómago. Me estaban entrando náuseas.

 

—?Quiero que te vayas! —sollozó mi madre, aunque esta vez lo hizo en un tono mucho más bajo. Takata se limitó a mecerla.

 

—No te preocupes —la tranquilizó sin dejar de abrazarla, pero mirándome a mí—. Todo se va a arreglar y las cosas seguirán como siempre. Nada va a cambiar.

 

—?Pero está muerto! —gimió—. ?Cómo es posible que estuviera aquí, si está muerto?

 

Takata me miró con curiosidad, y yo le susurré el nombre de Al. El miedo hizo que su rostro se ti?era de aprensión. Entonces miró el amuleto que estaba sobre la mesa, y después a mí. Lo sabía todo sobre mí. Y yo no sabía nada de él. Hijo de puta.

 

—?Te hizo algo? —preguntó Takata apartando a mi madre de su pecho para poder mirarla a los ojos—. ?Contesta, Alice! ?Te ha puesto la mano encima?

 

—No —dijo en un tono monótono—. No era él. Le seguí el juego hasta que conseguí meterlo en un círculo. Pero estuvimos hablando… toda la noche. Tenía que entretenerlo para que no le hiciera da?o a Rachel. Quiere utilizarla como si fuera una mu?eca hinchable para luego entregársela a algún otro para saldar una deuda.

 

?Oh, no! Lo que me faltaba.

 

Tenía el rostro lleno de lágrimas, y Takata volvió a abrazarla. Estaba ena-morado de ella. Se podía ver en su largo y expresivo rostro, incapaz de ocultar el dolor que sentía.

 

—Es tarde —dijo con la voz quebrada—. Deja que te lleve a la cama.

 

—Rachel… —dijo ella intentando zafarse.

 

Kim Harrison's books