Fuera de la ley

—Cuando tu padre entró a formar parte de la SI, la organización era bastante nueva —dijo sin ocultar la gran satisfacción que le producía todo aquello—. No disponían de registros muy fiables. En cuanto a tu madre… —a?adió con sorna—, es una excelente bruja terrenal. Hubiera podido ense?ar en la universidad, e incluso convertirse en uno de los promotores de hechizos más influyentes del país. ?Lastima que decidiera cargarse de hijos tan pronto!

 

Tenía la boca seca, y me sonrojé al recordar el hechizo que le había pasado a Minias para ocultar su olor a demonio. O cuando, aquella misma semana, había descubierto un fuerte olor a magia que había desaparecido pocas horas después. ?Joder! ?Hasta Jenks había picado!

 

—Heredaste tus aptitudes para la magia terrenal de tu madre —dijo Trent, haciéndose eco de mis pensamientos—> tus dotes con las líneas luminosas de tu verdadero padre, y tu afección sanguínea de ambos.

 

A pesar de estar temblando por dentro, no podía moverme.

 

—El hombre que me crió era mi verdadero padre —dije en un arrebato de lealtad—. ?Quién…? —empecé a decir movida por mi necesidad de conocer la verdad—. Tú tienes que conocer la identidad de mi padre biológico. Estoy segura de que consta en alguno de tus múltiples registros. ?Quién es?

 

Con una sonrisa malévola, Trent se recostó en el sillón, cruzó las piernas y colocó las manos en el regazo.

 

Qué hijo de puta…

 

—?Dime de una vez quién es mi padre, maldito cabrón! —le grité haciendo que los hombres que desmontaban el escenario dejaran lo que estaban haciendo y se nos quedaran mirando.

 

—No quiero que pongas en peligro a ese pobre hombre —respondió cáus-ticamente—. Lo haces con todos los que están a tu alrededor. Además, me parece muy presuntuoso por tu parte dar por hecho que quiera que lo busques. Algunas cosas es mejor olvidarlas. Las razones pueden ser muy diversas. Pena, culpa… vergüenza.

 

En ese momento me puse en pie, hecha una furia. No podía creer lo que estaba pasando. Para él, se trataba de una demostración de fuerza. Ni más, ni menos. Era consciente de que necesitaba saberlo, así que no me lo diría.

 

Sentía un cosquilleo en las puntas de los dedos e, incapaz de controlarme, me abalancé sobre él.

 

Trent logró colocarse tras la butaca con tanta rapidez que casi no me di cuenta.

 

—Ni se te ocurra tocarme —dijo con severidad—, o haré que te metan en una celda de la SI antes de que tu cabeza deje de dar vueltas.

 

—Rachel —dijo una voz ronca que provenía del nivel superior. Trent y yo nos giramos.

 

Se trataba de Quen, que iba envuelto en una sábana blanca, como si fuera un sudario. A su lado se encontraba el interno, apoyándolo. Tenía el pelo empapado de sudor, y era evidente que le costaba mantenerse en pie.

 

—Si le pones la mano encima a Trenton —dijo con voz grave—, voy a te-ner que bajar… y liarme a bofetadas contigo. —Me estaba sonriendo, pero la expresión de satisfacción y de gratitud desaparecieron de su rostro cuando se giró hacia Trent—. Debería darte vergüenza, Sa'han. Me parece impropio… de tu honorabilidad… y tu reputación —concluyó con voz entrecortada.

 

Yo alargué los brazos al ver que le flaqueaban las piernas, y el interno se tambaleó al encontrarse, de repente, con un peso muerto como aquel.

 

—?Dios mío, Quen! —farfulló Trent. A continuación me miró con estupor—. ?Has dejado que creyera que había muerto!

 

Yo lo observé boquiabierta y di un paso atrás.

 

—Eeeh… Lo siento —acerté a decir con el rostro encendido por el remordi-miento—. En ningún momento he dicho que estuviera muerto. Tan solo olvidé decirte que estaba vivo. Has sido tú el que lo ha dado por hecho.

 

Trent me dio la espalda y se dirigió hacia las escaleras.

 

—?Jon! —gritó subiendo los escalones de dos en dos—. ?Ven corriendo, Jon! ?Lo ha conseguido!

 

Yo me quedé sola, allí en medio. La voz de Trent, alegre y esperanzada, retumbaba contra las silenciosas paredes de la sala, haciéndome sentir fuera de lugar. En ese momento se abrió de golpe una de las puertas que daban al vestíbulo y Jon entró corriendo y se dirigió hacia el lugar donde el interno depositaba en el suelo a Quen, que había perdido otra vez el conocimiento. Trent ya se había reunido con ellos, y la emoción y el afecto que despedían me llegó a lo más hondo.

 

Tenía que salir de allí.

 

Con el corazón a mil, eché un vistazo a la sala y tuve la sensación de que los restos de la fiesta me empaparan como una mancha. Tenía que irme. Tenía que hablar con mi madre.

 

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