Fuera de la ley

—Tú te quedas, Jenks.

 

—?De ninguna manera! —respondió dirigiéndose a toda velocidad hacia un sorprendido Trent y obligándolo a dar un paso atrás—. Ivy y yo hemos esta-do hablando del tema y voy a ir contigo. No puedes impedírmelo y lo sabes. ?Quién va a ayudarte a encerrar a Al en un círculo si decide presentarse? ?Trent? Debería estar suplicándome que os acompa?ara. él nunca podría detener a un demonio. —Seguidamente, colocándose justo delante de su cara, preguntó—: ?O tienes algún talento especial que todavía no conocemos?

 

Cansada, miré a Trent. El joven elfo frunció el ce?o.

 

—Puede venir hasta la puerta de acceso de la verja. Y nada más —dijo.

 

Luego, con un elegante gesto, se giró y empezó a bajar las escaleras.

 

—?Solo hasta la puerta de la verja? ?Por todos mis zurullos verdes de libélula!

 

La preocupación se asentó en mi pecho y miré a Ivy, que se encontraba junto a la puerta, sola y con los brazos cruzados. Dios, salir corriendo hacia la fortaleza de Trent para sentarme a hablar con un moribundo era una estupidez. Pero la culpa, y tal vez la curiosidad, eran más fuertes que mi miedo.

 

—Sabes que quiero ir —dijo ella, y yo asentí con la cabeza. Quen había sido mordido por un vampiro y tenía una cicatriz no reclamada. No podía pedirle que obviara la presencia de Ivy.

 

—Te llamaré en cuanto sepa algo —dije. Luego me quedé allí quieta, sin saber qué más decir y, cuando Jenks aterrizó de nuevo en mi pendiente, comencé a descender los escalones. Al ver que me dirigía hacia la cochera, Trent bajó la ventanilla de su coche y gritó:

 

—Sube, Morgan. Yo te llevo.

 

—No, gracias. Prefiero coger mi coche —repliqué sin aminorar la marcha—. No pienso meterme en tu mansión sin ningún medio para volver a casa.

 

—Como quieras —respondió secamente justo antes de subir la ventanilla.

 

Luego apagó las luces de emergencia y me esperó.

 

Yo me quedé mirando a Ivy, que estaba de pie junto a la calabaza de Jenks. En algún momento desde que le había abierto la puerta a Trent hasta que me había subido al coche, algo se había apagado. No parecía feliz, pero yo tampoco.

 

—Espero que esté bien —dije mientras habría la puerta del coche.

 

—Me preocupa más lo que pueda pasarnos a nosotros, Rache —puntualizó Jenks.

 

Una vez dentro, cerré de un portazo, y me acomodé.

 

—Tom es un cagón —le dije con calma—. No va a invocar a Al.

 

Las alas de Jenks me refrescaron el cuello.

 

—?Y si lo hiciera algún otro?

 

En aquel momento arranqué el coche y el motor se puso en marcha con un decidido estruendo.

 

—Gracias, Jenks. Es justo lo que necesitaba.

 

 

 

 

 

20.

 

 

La larga carretera de dos carriles que partía directamente de la interestatal y que conducía a la residencia de Trent y al lugar donde tenía sus oficinas cen-trales estaba muy concurrida. La vía de acceso serpenteaba sinuosa a través de un bosque de árboles centenarios que había sido creado a propósito y que crecía sin ningún control. No obstante, después de haberme visto obligada a recorrerlo perseguida por un montón de perros y caballos intentando salvar mi vida, había perdido gran parte de su encanto.

 

El trayecto hasta llegar allí una vez que dejamos la ciudad había sido rápido y tranquilo. Jenks había permanecido en silencio, sumido en sus pensamientos, desde el momento en que le había sugerido que se quedara pacíficamente en el exterior de las puertas de acceso hasta que pudiera burlar a los guardias y reu-nirse conmigo. Apenas habían pasado cinco minutos de aquello y ya empezaba a echar de menos al pixie de siempre. Preocupada, eché un vistazo a mi bolso, que estaba en el asiento del conductor. Lo había dejado abierto para que pudiera esconderse en su interior cuando apareciera. Hubiera sido muy estúpido por mi parte pensar que Trent no se esperara que Jenks intentara sortear las medidas de seguridad, pero serviría para demostrarle que estaba haciéndose un flaco favor a sí mismo rechazando a los pixies como expertos en la materia. Teniendo en cuenta que Quen estaba agonizando, iba a tener que buscar una alternativa.

 

?Realmente estará agonizando?, pensé entonces sintiéndome culpable por no haberlo tomado en serio el día anterior. ?Y por qué piensa que es culpa mía?

 

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