Fuera de la ley

—Tendrán que disculparme un momento —dijo Betty, nerviosa—. Me parece que está sonando el teléfono.

 

—Y por aquí el olor es bastante fuerte —a?adí. A continuación, para ase-gurarme de que llamaba a su amigo, la persona que se dedicaba a invocar de-monios, y no a la SI fingiendo sorpresa, saqué el hechizo para detectar magia de alto nivel. Presentaba un color rojo intenso que iluminó mis dedos—. ?Oh, sí! —exclamé mirando la grieta y ladeando la cabeza—. Definitivamente, voy a tener que informar de esto al departamento de manifestaciones demoníacas. En este lugar alguien ha estado practicando magia de alto nivel en los últimos días.

 

David tenía la cabeza gacha y se frotaba la frente, mientras Betty me mira-ba con los ojos muy abiertos y visiblemente asustada. Estaba tensa, y parecía dispuesta a echar a correr en cualquier momento. La tenía casi donde quería, pero me faltaba darle la puntilla.

 

—La próxima vez que intente hacer pasar da?os demoníacos por otra cosa, Betty, debería esperar a que sea luna llena para limpiar la inmundicia que dejan. Y ahora, mueva el culo y vaya a llamar a su jefecillo.

 

Betty se echó la mano a la boca y salió disparada. Yo me puse tensa cuando oí que cerraba la puerta con un portazo, aunque no me sorprendió lo más mí-nimo. El sonido del cerrojo no presagiaba nada bueno, y el ruido de sus tacones subiendo las escaleras era totalmente de esperar.

 

—Rachel… —se quejó David.

 

—?Ey! —grité yo cuando se apagaron las luces—. Lo que faltaba —dije con los pu?os en las caderas y mirando al techo con el ce?o fruncido.

 

—No era esto lo que habíamos planeado —dijo David, y yo pude oír que cerraba de golpe el maletín. Siendo un hombre lobo, sus ojos probablemente ya se habían adaptado a la tenue luz que entraba de las escasas ventanas, pero su sombra acercándose no auguraba nada bueno, sino que resultaba espeluznante.

 

—Sí que lo era —dije yo—. Querías saber si el da?o tenía origen demoníaco, y yo te he dado mi opinión.

 

—?No esperaba que lo hicieras delante de ella! —exclamó él. A continuación suspiró y se sentó a la mesa con el maletín delante, como si quisiera esconderse tras él.

 

—Lo siento —le dije, y salté cuando su mano golpeó mi hombro—. Estoy acostumbrada a tratar con este tipo de gente, y sé de sobra que el jefe no dará la cara a menos que lo haga venir. Ahora mismo lo estará llamando. Tendré una charla con él y todos podremos irnos a casa para repartir caramelos entre los ni?os.

 

—O nos tendrán aquí encerrados hasta que vuelvan a invocar a tu demonio.

 

Yo solté una carcajada.

 

—No se atreverán, Jenks está fuera, y yo me encuentro bajo la protección de Rynn Cormel. Los aniquilaría. —A continuación, vacilé y le pregunté—: ?Te sentirías más cómodo si lo esperamos arriba?

 

La oscura sombra de David se desplazó espectral hacia la ventana como una voluta de niebla.

 

—Pues sí. ?Cómo tienes pensado salir de aquí? ?Tirando la puerta abajo? Te advierto que mi empresa no correrá con los gastos.

 

—Tengo a Jenks —dije, sorprendida por que no hubiera aparecido todavía. Si todo lo demás fallaba, David podría impulsarme para que saliera por la ven-tana. Betty era una estúpida si creía que nos íbamos a quedar allí hasta que decidieran negociar con nosotros.

 

Abrí la cartera para sacar mi teléfono móvil para decirle a Ivy que era posible que llegara un poco tarde aquella noche, y la luz roja del amuleto detector de magia de alto nivel resplandeció haciendo que todo se cubriera de una desa-gradable neblina.

 

—La cobertura es excelente —dije entrecerrando los ojos.

 

—Alguien se acerca —dijo David, alejándose de la ventana y reuniéndose conmigo en la mesa—. A ese perro le va a dar un síncope.

 

Justo en el momento que oí a Sampson, hice una mueca ante su repentino aullido de dolor. El ruido de pasos en el hueco de la escalera era claro, y la voz de Betty, parloteando histérica, resultaba muy molesta.

 

—Si alguna vez me pongo así, tienes mi permiso para darme un guantazo —dije apoyándome en la mesa con la mirada puesta en la puerta. No sabía quién iba a aparecer, pero quería parecer segura de mí misma. El hombre lobo se rio entre dientes y se unió a mí. Justo en ese instante se encendieron las luces y parpadeó, gui?ando los ojos. A continuación la cerradura, que debía de estar bien engrasada, sonó suavemente. La pesada puerta se abrió y Jenks entró apenas un instante antes de un hombre menudo vestido con un cómodo par de pantalones y un jersey informales. Detrás de él llegó Betty, que había perdido completamente los papeles.

 

—Lo siento, Rache —dijo Jenks aterrizando en mi pendiente—. Querría haber llegado antes pero, estando en el jardín, me encontré con el capullo de Tom, Pulgarcito para los amigos, y me quedé a entretenerle un poco.

 

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