Fuera de la ley

David disminuyó la velocidad al llegar a un cruce, y aprovechó para echar un rápido vistazo al reducido interior de su deportivo gris. La luz del sol hacía resplandecer su larga melena negra, recogida de forma despreocupada con un pasador que le favorecía.

 

—Deberías llevar traje de chaqueta más a menudo —dijo con su voz grave, mezclándose con el sonido de los gorriones peleándose. Nos encontrábamos en una zona residencial de las afueras de la ciudad, y apenas había tráfico—. Te queda muy bien.

 

—Gracias —dije tirando de la falda color marrón plomizo hasta taparme las rodillas. Me había puesto medias de nailon, y el tacto me resultaba muy desagradable. Los zapatos planos de color negro tampoco ayudaban mucho, y la cartera a juego con el traje no me pegaba ni con cola. Al menos me cabía la pistola de bolas. David había insistido en que, si quería acompa?arlo, debía vestirme de forma acorde al papel que pretendía representar. Si me hubiera pedido que me ti?era el pelo y me pusiera lentillas marrones, habría pensado que se avergonzaba de que lo vieran conmigo.

 

—No es el vestido —intervino Jenks, bostezando—. La notas diferente porque se ha echado un novio nuevo.

 

Yo lo miré con expresión interrogante.

 

—?Te refieres a Marshal? No te creas. Ayer salió pitando en cuanto tuvo ocasión.

 

Riendo, Jenks se dirigió hacia el volante de David y se posó encima.

 

—?Sí, sí! ?Claro! Al principio se larga, pero me juego el cuello a que volverá. ?En este momento no quiero estar con nadie?. ?No te jode! Es uno de los trucos más viejos que conozco. ?Ya va siendo hora de que espabiles, querida Rachel!

 

Lo habíamos pasado bien el día anterior, hasta que apareció Trent, pero no estaba segura de querer que me llamara. Sabía cómo iba a acabar la cosa si seguíamos viéndonos, y no quería volver a pasar por toda aquella mierda.

 

—Acaba de romper con una tía que era una psicópata —le expliqué mientras recordaba el momento en que me había obligado a dar la vuelta provocando que nos chocáramos—. Lo que menos le apetece es liarse con otra.

 

—?Eso es precisamente lo que estoy intentando decirte! —dijo Jenks alzando los brazos con frustración—. Es exactamente igual que tú. Le gusta saltar de una relación a otra para no aburrirse, y esta vez vas a salir tan escaldada que vas a necesitar varios injertos de piel.

 

Yo lo miré con cara de pocos amigos, pero él se limitó a soltar una carcajada. David lo observaba como si quisiera que continuara con la historia, y el pixie estaba encantado de complacerlo.

 

—Tienes que conocerlo —dijo con los brazos en jarras, y batiendo las alas a todo trapo caminando por encima del volante mientras David lo giraba. Le estaba dando el sol, y sus alas emitían destellos—. A él no le basta una relación normal. Para colmo, tiene el típico complejo de caballero andante, y Rachel lo alimentó cuando le pidió ayuda estando en Mackinaw. Espero que se espabile antes que ella, de lo contrario, saldrá mal parado. No descarto que acabe con-vertido en una rata o algo parecido.

 

La referencia a Nick no me hizo ninguna gracia, y mi estado de ánimo se ensombreció.

 

—?Cállate ya, Jenks! —le recriminé, cansada de sus tonterías. A continuación, girándome hacia David, pregunté—: ?Has hablado con las chicas del tatuaje de la manada?

 

—?Qué forma de enlazar un tema con otro, Rachel! —se mofó Jenks—. Has conseguido pasar de un dolor de cabeza a un dolor en el culo.

 

—?Estás intentando ampliar tu vocabulario, Jenks? —le chinché.

 

David sonrió mostrando sus peque?os dientes.

 

—Te he pedido cita con Emojin, la mejor dise?adora de tatuajes de todo Cincy, para el uno de abril. Pasaré a recogerte.

 

—?Abril? —pregunté mientras notaba como mi miedo y mi ansiedad se mitigaban—. No sabía que hubiera que esperar tanto. —Tal vez, con un poco de suerte, se olvidarían de todo aquel asunto.

 

Sin dejar de mirar la carretera, David se encogió de hombros.

 

—Ya te he dicho que es la mejor, y mi primera hembra alfa se merece eso y más.

 

Yo solté una risotada, apoyé el brazo en la ventanilla y miré hacia el exterior. Mi agenda iba a estar sospechosamente ocupada en abril.

 

Jenks no paraba de burlarse, y yo lo ignoré y me dediqué a pasear la mirada por las casas de lujo del lugar. Por suerte debíamos de estar a punto de llegar, porque estaba deseando salir del coche y descargar mi frustración con las per-sonas que habían estado invocando demonios.

 

—?Qué nivel! —dije al ver los robles de ochenta a?os y las extensas zonas ajardinadas. Las casas se encontraban a una distancia considerable de la calle, y estaban protegidas por vallas de hierro con caminos de acceso de piedra.

 

—Así resulta mucho más difícil oír los gritos de los vecinos, querida —fue la respuesta de David. Yo asentí con la cabeza.

 

Había adornos de Halloween por todas partes, arreglos caros y elabora-dos. La mayoría de ellos se movían, una combinación de magia y mecánica que solo se veía en las urbanizaciones privadas de Hollywood antes de la Revelación. David resopló girando el coche y entrando en una zona ado-quinada y circular.

 

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