Fuera de la ley

—?De qué conoces a Marshal? —dije por fin.

 

Ella se atusó el pelo con la mano como si se hubiera puesto nerviosa, se puso en pie y se dirigió al frigorífico.

 

—Se pasó por aquí a mediodía. Quería saber cómo estabas.

 

Genial. ?Ha estado aquí?

 

Mi madre sacó una tarta de caramelo y mantequilla del frigorífico.

 

—Estuvimos hablando de Ivy y de ti. Fue una conversación muy agradable —dijo colocando la tarta sobre la encimera y sacando dos platos—. Charlamos sobre un montón de cosas y creo que ahora lo entiende todo. Es más, estoy completamente segura. Acaba de salir de una relación con una zorra que se lo hizo pasar fatal. Esa es la razón por la que tú le gustas.

 

—?Mamá! —exclamé.

 

—Cari?o, no pretendía insinuar que tú fueras una zorra —intervino in-tentando engatusarme—. Quería decir que eres una persona llena de vida y divertida. Además, cree que tú no supones una amenaza porque no estás buscando pareja. —En ese momento, con un cuchillo en la mano, soltó una sonora carcajada—. Cuando se trata de mujeres, los hombres pueden ser unos auténticos idiotas. Cuando una mujer dice que no está interesada en tener una relación, quiere decir que sí lo está.

 

—?Mamá!

 

?Ha estado hablando de Ivy y de mí? ?Le ha estado preguntando por sus antiguas novias?

 

—Solo estoy diciendo que le gustas, y que le aburren las relaciones en las que todo son besos y arrumacos. Ni que decir tiene, que no es el tipo de hombre que disfruta rescatando damiselas en apuros. Probablemente esa es la razón por la que se fijó en ti. Al igual que tú, no está buscando una relación, pero tampoco se va a sentar en el sofá a ver la tele. Me ha contado que hoy tenéis pensado salir juntos. Los dos necesitáis un respiro.

 

—?Ya basta, mamá! —exclamé de nuevo—. Te dije que no necesitaba que me organizaras una cita, y mucho menos con Marshal.

 

—De nada, cari?o —dijo dándome unas palmaditas en el hombro—. Me parece genial que te quites esa espinita. Así podrás seguir adelante con tu vida. Eso sí, procura no hacerle da?o, ?de acuerdo?

 

Yo me quedé mirándome las manos mientras deslizaba las yemas de los dedos por el borde de la taza. Aquello no me estaba gustando ni un pelo.

 

—?Cómo sabía dónde estaba? —le pregunté, deprimida. ?Una espinita? Lo que menos necesitaba en ese momento era una cita.

 

—Jenks estaba con él.

 

Yo solté un largo y lento suspiro y aparté los dedos, preocupada por mis nuevos mordiscos. Eso lo explica todo, pensé. En ese momento se oyó el suave chirrido del cuchillo de servir en la fuente de cristal de la tarta y mi madre colocó en silencio dos trozos en los platos, pasó la lengua por el tenedor y me acercó el pedazo más grande.

 

—Me contó que, sin querer, había dejado inconsciente a Ivy. Por sus palabras, no me pareció que se tratara de un hechizo para dormir —dijo severamente en un tono acusador.

 

Avergonzada por mis fracasados intentos de alterar hechizos, giré el plato hasta que el pedazo de tarta apuntó hacia mí. En ese momento no me apetecía nada discutir aquella cuestión, pero era mejor que hablar de Marshal.

 

—Estaba intentando modificar un hechizo para dormir con el fin de ayudar a Ivy a controlar sus ansias de sangre, pero me mintió cuando dijo que los había estado probando. El último lote era demasiado fuerte y Jenks reaccionó de forma exagerada y se lo tiró encima sin pensárselo dos veces. En realidad lo teníamos todo bajo control. Hasta el momento en que él apareció, claro está, concluí para mis adentros.

 

Levanté la vista para observar la reacción de mi madre, pero su rostro solo mostraba interés. Entonces me colocó un tenedor delante y, con el plato en la mano, se inclinó sobre la encimera adoptando una postura que la hacía parecer mucho más joven.

 

—?Utilizaste un hechizo para dormir como base? —Cuando vio mi gesto de asentimiento, sonrió y me apuntó con el tenedor—. Ahí está el proble-ma. Si lo que quieres es liberarla del poder que sus instintos tienen sobre su forma de actuar, no tienes que adormilarla, sino aumentar al máximo su estado de alerta.

 

Me metí un trozo de tarta en la boca y empecé a masticarlo pensativa. La profusa cantidad de caramelo de mantequilla le daba un sabor intenso, y tomé otro bocado. Tomar tarta para desayunar era una de las ventajas de tener una madre que estaba como una cabra.

 

—?Me estás diciendo que, con un estimulante, obtendría mejores resulta-dos? —farfullé.

 

—Te lo garantizo.

 

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