The Seven Year Slip

—?Oh, qué flechazo tan encantador! —Juliette a?adió—. Espera, ?es ese el chef?

Me quería morir. No podía decirles que estaba tratando de entender cómo alguien que escribió un artículo tan encantador en Eater podía hacernos una propuesta tan fría, y no quería socavar a Drew y su adquisición. Mi trabajo era respaldarla, así que cualquier sentimiento o reserva que tuviera quedaba en segundo lugar respecto a estar en su equipo. Así que terminé diciendo: —Bien. Está bien. Tienes razón. Está muy bueno. Espero que lo tengamos.

Juliette parecía intrigada.

—?Oh! Todo el mundo hablaba en la cocina del trabajo sobre este tipo. ?Algo sobre un extra?o proceso de adquisición?

—Es un poco ridículo, pero vamos a jugar —respondió Drew, y se comió un trozo de queso cheddar de la tabla de embutidos con forma de hueso—. No podemos permitirnos no hacerlo a estas alturas. Estoy segura de que el libro caerá en las manos adecuadas.

—Preferiblemente la tuya —dijo Fiona, y agarró la mano de su mujer y la apretó con fuerza—. Te apoyamos, cari?o.

Le quité el teléfono a Fiona y lo metí en el bolso.

—Es imposible que no pasemos a la siguiente ronda. La oferta de Drew fue fantástica y somos un gran equipo. Yo estaría más preocupada por esa clase de cocina.

Juliette chasqueó la lengua contra el paladar.

—Oh, me imagino el seguro que tendría que contratar por eso. Rob siempre tiene que asegurar su guitarra.

La miramos con extra?eza.

—?Por qué? —preguntó Drew.

Ella respondió, bastante seria:

—Por si estalla en llamas mientras la está tocando.

Pues bien.

Respondió Fiona, ahorrándonos la respuesta tanto a Drew como a mí: —Si alguien va a quemar su restaurante, será Clementine.

—?Eh! —grité—. Puede que no.

Se?aló:

—Has admitido que has metido papel de aluminio en el microondas.

—Fue una vez y estaba borracha y la chocolatina estaba congelada —dije a la defensiva, y todas se rieron y coincidieron en que todas venderían un ri?ón por ser una mosca en la pared de aquella clase de cocina.

A continuación, hablaron de sus conjeturas actuales sobre el tiempo que Basil Ray permanecería en Faux antes de arrepentirse de su decisión y volver a Strauss & Adder. Aquí era un pez gordo, pero ?en Faux? No tanto.

—No va a volver —le dijo Drew a Juliette—. Y aunque lo hiciera, ha agotado la lista de todos los escritores fantasma reputados.

Los ojos de Juliette se abrieron de par en par.

—?Tiene un escritor fantasma? Oh, la verdad es que tiene sentido. Sus libros de cocina son siempre tan diferentes…

Y volví a desconectar un poco. Unté una galleta de queso brie blando, la cubrí con mermelada de albaricoque y me pregunté qué pensaría Iwan de este lugar. ?Le gustarían las calaveras de la pared, los terribles juegos de palabras del menú, o pasaría los ojos por el local, daría media vuelta y se marcharía de inmediato, porque no era un sitio al que fuera su brillante imagen? ??l, James Ashton, bebiendo vino de la casa y comiendo el plato de queso más barato en un bar temático de la muerte con un grupo de chismosas?

No podía imaginármelo aquí en absoluto.

Y tal vez fuera lo mejor.

—Hablando de Falcon House —continuó Juliette, después de que Drew mencionara que Ann Nichols también tenía una escritora fantasma—, he oído que el editor ejecutivo de su sección de novela romántica supervisa ahora todo su sello, tanto de ficción como de no ficción.

Fiona silbó por lo bajo.

—?Son solteros?

Todos la miraron.

—?Qué? ?Por Clementine!

—Tiene una prometida —respondí distraídamente, solo para demostrar que, de hecho, estaba escuchando. Tomé otra loncha de queso cheddar (mi favorito, nunca me fallaba) y a?adí—: Además, ya me conoces. No tengo tiempo para enamorarme.





Capítulo 21


  Puertas rotas


La tarde siguiente, Drew me dio la noticia. La terrible, horrible, exasperante noticia.

—No lo conseguimos —susurró, sentada a la mesa alta de la cocina común, removiendo distraídamente su café solo, y supe exactamente lo que quería decir…

James y su agente habían rechazado nuestra oferta.

Mi visión se volvió roja casi de inmediato.

—?Qué? Pero…

—Lo sé —me interrumpió con un gran suspiro—. Es imposible que pujáramos menos que Estrange Books, y Tonya me ha dicho que están en la siguiente ronda. No debimos gustarle.

Lo cual era mentira, porque era imposible odiar a Drew, y habíamos elaborado un plan infernal para enviar con nuestra oferta.

—Bueno, se equivoca, y se va a arrepentir.

—Gracias —respondió, y se bajó del taburete de la mesa. Intentaba fingir que la decisión no la había destrozado; al fin y al cabo, era editora y estaba acostumbrada a las decepciones. Pero esto era un poco diferente porque ella había ido tras James Ashton. Lo había perseguido. Y en cualquier otra circunstancia, habría sido la única editora en hacerlo. Solo fue un mal momento, y peor suerte—. Creo que voy a dar una vuelta a la manzana. ?Le dices a Fiona si viene a buscarme?

—Claro —dije, un poco impotente, mientras ella se marchaba hacia el vestíbulo del ascensor. Esto no tenía ningún sentido. Pensaba que al menos llegaríamos a la siguiente ronda. Me paseé por la cocina, intentando recordar lo que Drew podría haber dicho, lo que podría haber contado durante la reunión de ayer, pero ella estuvo perfecta. Su presentación de Strauss & Adder fue perfecta y su pasión por el proyecto casi tangible. La única otra posibilidad era…

Me congelé sobre mis pasos.

Por mí.

Se acordaba de mí, y no quería trabajar conmigo, y yo era la razón por la que había rechazado nuestra oferta. Una sensación de malestar se instaló en mi estómago porque esa era la única explicación posible.

Hundí esta adquisición. En cuanto supe que era Iwan, debería haberme recusado, pero tenía tantas ganas de verlo y de demostrarle a Rhonda que podía manejarlo…

—Mierda —murmuré, pasándome los dedos por el pelo—. Mierda.



Me gustaría poder decir que la mala suerte acabó ahí, pero Rhonda se enteró de que el chef había pasado de nosotros, y decir que estaba un poco decepcionada era quedarse corto.

Se quedó de pie junto a mi cubículo, repasando la propuesta, nuestros planes y la oferta declinada de Drew con un movimiento de cabeza.

—Debió de ser algo que se dijo en la sala. La oferta es buena, los derechos de autor son ridículamente generosos. —Sacudió la cabeza y, en lugar de devolverme la propuesta, la tiró a la papelera—. Basura, toda ella.

—La agente nos aseguró que era más que probable que todos entraran también en la siguiente ronda.

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