The Seven Year Slip



Los miércoles por la noche estaban habitualmente reservados para tres cosas: vino barato y platos de queso en Berried Alive, un peque?o bar en el Flatiron Building decorado con motivos de la muerte que eran más bonitos que morbosos, y para quejarnos de nuestra semana. Fiona lo llamaba nuestro ?vino y lloriqueo? aunque se había estado perdiendo la primera parte durante los últimos ocho meses. Ahora se abría camino a través de la tabla de quesos y se lamentaba de cómo echaba de menos el sabor de un tinto de la casa. Normalmente solo íbamos Fiona, Drew y yo, pero Juliette había tenido una semana especialmente mala, así que también la habíamos invitado.

El bar de vinos estaba muerto esta noche —no era un juego de palabras—, así que conseguimos nuestra mesa favorita en la parte de atrás, con forma de calavera, y eso le hizo mucha gracia a Fiona. Se sentó en la parte superior de la calavera y gritó: —?Mira, nena, tengo una cabeza! —con una carcajada, y (no por primera vez) Drew parecía que se iba a tirar al mar. Pedimos lo de siempre, platos de queso y vino barato de la casa, y empezamos nuestra sesión de vino y lloriqueo, porque no era nada si no era terapéutico, y ninguna de nosotras podía permitirse una terapia.

Yo, personalmente, solo quería enterrarme en el centro de la tierra y no volver a salir. Desde ayer, creo que mi corazón no se había calmado.

?Me alegro de volver a verte, Lemon?, había dicho Iwan-James, maldita sea, era un autor en potencia. Lo que significaba que se acordaba de mí.

Sabía cómo manejar un montón de situaciones. Sabía a qué números llamar cuando mis autores se quedaban tirados en los aeropuertos, sabía a qué periodistas acudir primero para conseguir primicias exclusivas, sabía cómo causar una buena primera impresión, las mejores palabras que decir para empezar con buen pie, pero nada de eso iba a ayudarme aquí.

Seguía repitiendo la reunión en mi cabeza, una y otra vez, intentando distinguir al Iwan que conocía del James Ashton sentado a la mesa. La forma en que controlaba la sala desde el momento en que empezaba la reunión —era como si no pudiera mirar a nadie más— era exasperantemente sexi y, al mismo tiempo, inalcanzable.

En la mesa, Juliette empezaba a darle vueltas a la campa?a en las redes sociales que Rhonda le había encargado, algo que implicaba un baile en TikTok que era, por encima de todo, una completa pérdida de tiempo.

—?Ni siquiera sé bailar! —gritó, hundiendo la cara entre las manos—. Oh, ?por qué me eligió a mí?

Fiona dijo:

—Podrías haber dicho que no.

—?A Rhonda? —preguntó, atónita—. Clementine puede, pero yo desde luego no, y me gusta mi trabajo.

Lo cual, para ser justos, era cierto, aunque Juliette era sin duda la más fuerte de las dos cuando se trataba de campa?as geniales e inesperadas. Hace un a?o —cuando yo estaba de vacaciones— Strauss & Adder tenía que promocionar un libro titulado: ?Dibujo estrellas?, pero el dise?ador de marketing había dejado un error tipográfico en un anuncio que se publicó en el New York Times y, lamentablemente, en la gran pantalla gigante de Times Square, donde ponía: ?Pujo estrellas?. Inmediatamente estalló en Internet y todo el mundo empezó a burlarse de ello, pero en lugar de disculparse y retirar los anuncios por los que nos habíamos gastado demasiado dinero, Juliette decidió apoyarse en el hashtag #YoTambienPujo. Fue solo una coincidencia que el personaje principal también sufriera de un trastorno gastrointestinal, y la autora, empoderada, salió del armario como una persona con un trastorno gastrointestinal también. Se convirtió en un todo.

Y sí, ese era el dise?ador de marketing que Rhonda despidió más tarde.

Juliette tenía una agilidad mental que yo no tenía en absoluto, a pesar de haber trabajado como publicista durante más tiempo.

—Bueno, ?quizá puedas conseguir que lo haga la nueva becaria? —preguntó Drew, y Fiona estuvo de acuerdo.

—?O la nueva encargada de las redes sociales? ?Por qué no haces de esto su problema?

—Lo intenté —suspiró—. Ella hizo que fuera mi problema otra vez.

—Bueno, eso es tonto… Clementine, ?qué harías? —preguntó Fiona—. ?Clementine?

Tenía la cabeza gacha, desplazándome por Instagram en mi teléfono. Bien, técnicamente un único perfil en Instagram. El de James Ashton. Mi teléfono brillaba, lleno de colores de todos los lugares en los que había estado, el amarillo brillante del Sáhara, el verde intenso de Tailandia, el rosa sakura de Japón… tantos lugares diferentes, absorbiéndolos todos.

Como mi tía.

También había otras personas en su línea de tiempo. Su agente, Lauren, pero también gente con la que supuse que trabajaba en el Olive Branch. Más atrás, también había fotos de mujeres, sonriendo mientras las besaba en la mejilla o se sentaban en su regazo en poses íntimas. Fotos de vacaciones en los Hamptons y viajes intercontinentales con novias agotadas pero felices. Ninguna de esas mujeres permanecía mucho tiempo en su feed. Como mucho, unos meses, y luego desaparecían, y muy pronto otra mujer se colaba en su vida, y otra.

No muy diferente de mis relaciones, me di cuenta.

—?Clem? —Fiona repitió—. ?Tierra a Clementine! —Agitó la mano delante de mi teléfono.

Rápidamente lo golpeé, boca abajo, sobre la mesa.

—?No estoy mirando nada!

Drew dijo:

—Bueno, eso es sospechoso.

—?Respondiendo a una pregunta que no hemos hecho y con mala gramática? —a?adió Juliette, sonando un poco dudosa—. Eso parece raro.

Fiona estuvo de acuerdo:

—Nunca se le ha dado bien mentir. ?Dame eso!

Chillé en se?al de protesta cuando Fiona agarró mi teléfono, introdujo mi contrase?a (?desde cuándo sabe ella mi contrase?a?) y jadeé cuando apareció su Instagram. Enterré la cara entre las manos.

—?Clementine! ?Estás enamorada? —preguntó Fiona socarronamente, y mostró al resto de la mesa mi teléfono, como si la repentina revelación fuera escandalosa.

Inmediatamente levanté la cabeza, sobresaltada.

—?No! ?De ninguna manera! Me gusta mi trabajo —a?adí, como si no hubiera sonado ya mortificada—. Es que… —Apreté mis manos contra los lados de mi cuello, sabiendo que me estaba volviendo de todos los tonos de rojo imaginables, y todas mis amigas me miraron expectantes, porque yo no era alguien que acechara las páginas de Instagram de nadie. Nunca.

Fiona negó con la cabeza.

—Clementine nunca se enamora —dijo, y Drew asintió sabiamente.

—Debe de estar enferma —convino Drew.

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