Y volví a entrar a empujones.
Seguía ahí en el mostrador.
—Puedo hacer esto todo el día —le dije al apartamento, y luego quise darme una patada por hablar con un lugar inanimado.
Parecía que estaba hablando con mi tía. Ella sería la clase de persona que me gastaría esta broma. Siempre habíamos discutido, aunque yo la quería. Decía que me hacía los lazos demasiado apretados, que llevaba una vida demasiado ordenada, como mis padres.
Me gustaban los planes. Me gustaba ce?irme a ellos. Me gustaba saber qué iba a pasar y cuándo iba a pasar.
Así que sí, esto sería exactamente lo que haría mi tía.
En mi sexto reingreso, vi el recibo arrugado y a las palomas mirándome como si fuera una tonta, giré sobre mis talones.
Y me encontré cara a cara con el desconocido.
—Oh —dijo, sorprendido, con sus pálidos ojos muy abiertos—, ya has vuelto.
Me eché hacia atrás, levantando el bolso.
—Juro por Dios…
—Todavía me voy —a?adió con cautela, levantando las manos en se?al de rendición—, pero se me ha olvidado el cepillo de dientes, la verdad.
Fruncí el ce?o.
—Oh.
—?Puedo ir por él?
Volví a echarme el bolso al hombro.
—Ya que lo has pedido tan amablemente… —Me hice a un lado y lo dejé entrar en el apartamento. Llevaba la mochila colgada del cuerpo, con la etiqueta del aeropuerto aún en la correa. Fue al cuarto de ba?o por el mientras yo me quedaba en el borde del salón, rascándome las cutículas. Volvió con el en la mano, triunfante.
?Quizá cuando se vaya esta vez, yo también vuelva a mi época?, pensé.
—Es una cosa rara —dijo agitando el cepillo de dientes—, pero tengo que tenerlo.
—Soy muy exigente con los míos. Tienen que tener los trocitos de goma en los bordes —dije distraídamente, antes de recordar que se suponía que tenía que llamar a seguridad porque, de hecho, había vuelto. Pero había vuelto por su cepillo de dientes…
—Ah, ?los de masajear las encías? —preguntó—. Esos son bonitos.
—Y odio cuando alguien simplemente te sugiere que uses uno de los suyos que no ha usado: no es lo mismo.
Levantó las manos.
—?Verdad? No es lo mismo. En fin, ahora que tengo mi cepillo de dientes de apoyo emocional, me voy. Y si me he dejado algo más, puedes enviarlo por correo aquí —a?adió, agarrando un bolígrafo de la taza de la encimera y anotando sus datos en una servilleta. Me la entregó. Si se dio cuenta del recibo arrugado con su nota, no dijo nada.
Leí su letra rasposa.
—?Eres de Carolina del Norte?
—De Outer Banks, sí.
—Estás muy lejos de casa.
Se encogió de hombros, más tímido que despectivo.
—?Viajar es la maravillosa sensación de tambalearse en lo desconocido?.
Ladeé la cabeza, la cita me resultaba familiar.
—?Anthony Bourdain?
La parte derecha de su boca se curvó en una encantadora sonrisa torcida. Si hubiera sido en cualquier otro momento, en cualquier otro lugar, me habría derretido allí mismo.
—Nos vemos.
—Probablemente no —respondí.
—Probablemente no —aceptó con una risa cohibida, y se despidió con su cepillo de dientes, y fue adorable.
Bajé la mirada y la posé en el calendario de la mesita. Siete a?os.
Se dirigió a la puerta.
Apreté los ojos.
?El apartamento siempre nos unía cuando estábamos en una encrucijada? había dicho mi tía de ella y Vera. Así que también debió de unirnos a este hombre y a mí. Me daba igual la encrucijada en la que me encontrara; me encantaba recordar a mi tía en la puerta de casa de mis padres siete a?os atrás, invitándome a la aventura, como si el tiempo fuera infinito. Como si supiera, con ese brillo en los ojos, que algo estaba a punto de suceder.
O, tal vez, fue por lo que me había dicho una vez.
Cómo a veces el tiempo se atrapaba sobre sí mismo. Cómo a veces se mezclaba como las acuarelas con las que solía pintar.
Vivía en un mundo en el que mi tía aún existía, y si yo podía quedarme en ese mundo… aunque no fuera mucho tiempo… Aunque solo fuera en este apartamento. Aunque solo fuera esta vez. Incluso si la próxima vez que saliera, el apartamento me enviara de vuelta a mi tiempo…
En este apartamento, ella seguía viva en alguna parte, en el mundo.
Pero no importaba, porque una parte blanda y casi muerta de mi corazón, que había florecido cada verano con aventuras y maravillas, me susurraba: ??Qué tienes que perder??.
Fuera lo que fuese, giré sobre mis talones y le dije justo cuando llegaba a la puerta para irse: —Puedes quedarte.
Soltó el pomo de la puerta principal y se volvió hacia mí, con una mirada curiosa en sus ojos brillantes y pálidos. Me recordaron un poco al tono de las nubes justo antes de que un avión ascendiera sobre ellas.
—?Segura? —me preguntó con ese suave tono sure?o.
—Sí, pero yo también tengo que quedarme aquí, ahora mismo —dije, doblando su servilleta y metiéndomela en el bolsillo trasero. Si recordaba las historias de mi tía sobre Vera, acabaría volviendo a mi época—. Mi apartamento está un poco —hice una pausa, devanándome los sesos en busca de una buena mentira—, fuera de servicio. Se… Se infestó. Con… —Miré hacia el alféizar. Mother y Fucker estaban acurrucados en el aire acondicionado, acicalándose mutuamente después de su angustiosa ma?ana—. Palomas.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—Oh. No me di cuenta de que podría llegar a ser tan malo.
—Oh, sí. Por algo las llaman las ratas de los cielos. —Dios, era una mentirosa terrible, pero pareció creérselo con un serio asentimiento de cabeza. ?En serio? ?Cómo eran las palomas de donde él es?—. Así que… mientras mi tía no está, me dijo que cuidara de su apartamento, y pensé que podría quedarme aquí unos días mientras eso se solucionaba. —Finalmente arrastré mis ojos hacia él—. Siento haber sido un poco mala al principio. Me has sorprendido. Pero si mi tía te dijo que podías quedarte…
—?Gracias, gracias! —Apretó las manos una contra otra en se?al de oración—. Te juro que ni siquiera sabrás que estoy aquí.
Lo dudaba mucho, ya que era casi imposible ignorarlo. Parecía una persona ruidosa, pero también era fascinante verlo. Se movía por el mundo con un aire de despreocupación, como si no le importara lo que pensaran los demás. Era contagioso. Me moví incómoda, porque por fin empezaba a asimilar que aquello era real y que la historia de mi tía era cierta. Era exactamente lo que había deseado durante a?os: abrir su apartamento, contener la respiración, esperar a que me llevara…
Solo para que ocurriera ahora, después de que mi tía se hubiera ido, después de que yo ya no tuviera corazón para cosas imposibles.
?Por qué no podría haber tenido un encuentro con alguien menos… entusiasta? Este hombre se sentía como si pudiera existir en cualquier lugar y llamarlo hogar, demasiado parecido a mi tía, demasiado parecido a la persona que yo había querido ser.