ángeles en la nieve

Las piezas del rompecabezas empiezan a encajar. El problema es que no sé cómo probar nada de todo esto. Decido que es hora de dejarlo por hoy e irme a casa.

Entro en el salón cargado de comida. Kate está en el sofá, escribiendo en su ordenador portátil. Me inclino para darle un beso, pero no me lo devuelve.

—He encendido la sauna —me dice—. Pensé que te sentaría bien.

—Gracias. Sí, me irá bien.

La sauna me relaja más que nada en el mundo. Al igual que la mayoría de los finlandeses de anta?o, yo nací en una. Mamá tuvo un parto de emergencia. Papá no estaba en casa. Por aquel entonces no tenían teléfono, y fue una vecina la que hizo de comadrona. Quizá meterme en una sauna sea una suerte de regresión al seno materno. Espero también morir en una, si Dios quiere.

—He traído todo lo necesario para la cena de Nochebuena.

Ella aún no ha levantado la vista.

—?Quién va a cocinarlo y a comérselo?

Yo quiero suavizar las cosas, así que paso por alto la observación.

—?Qué estás haciendo? —pregunto.

—Poniéndome al día con el correo. Si tú vas a trabajar estas Navidades, supongo que yo también.

Está cabreada y no la culpo.

—No tengo intención de trabajar en Navidad.

—?No? —No deja de teclear.

—Estoy a punto de cerrar el caso. Debería estar resuelto ma?ana.

Ella cierra el ordenador y, no sin esfuerzo, traslada la pierna rota del sofá a un taburete. Da una palmada sobre el sofá, a su lado.

—Siéntate y cuéntame.

Le cuento mi día, lo de Seppo y lo que he sabido de Abdi, lo del arresto de Eklund y lo que ha dicho Valtteri de mi padre.

—Así que, en resumen —concluye—, crees que en Helsinki, antes de venir a Kittil?, Heli oyó a Seppo al teléfono, chuleando de cómo se follaba a Sufia, su zorra negra de ojos preciosos. él habla de su curiosa vagina. Heli se entera de que va a venir a Levi para estar con ella. Le preocupa que se esté enamorado de Sufia. Si deja a Heli, ella lo pierde todo. Le sigue para cortarlo de raíz. ?De momento voy bien?

—Sí.

—Empieza a pensar en darle una lección a Seppo. Disfraza el verdadero motivo de su llegada aquí con esa historia del redescubrimiento de sus raíces religiosas. Es una apasionada de los crímenes. Al oír hablar a Seppo de la curiosa vagina de Sutra se le ocurre imitar el asesinato de Elizabeth Short. Conoce a Heikki, se le presenta la ocasión. Usa sus creencias para manipularle, le dice que los negros y las zorras son pecadores. Le chupa la polla, le dice que no es un coito y no es pecado. Sabe que Seppo es un bocazas. Ha estado contándole a todo el que se pone de por medio lo de su negra maciza. ?Sigo bien?

No me gusta dónde va a parar esto.

—Sí.

—Hace que Heikki le escriba a Sufia esas palabras en el vientre con el cuchillo, una prueba condenatoria, de modo que, llegado el caso, pueda chantajear a Seppo para que se case con ella, su seguro de vida por si él se enamora de otra joven guapa. También hace que el chico le saque los ojos a Sufia, un modo de castigar a Seppo, porque le encantaban. Después, empuja a Heikki al suicidio rechazándolo, obligándole a darse cuenta de que ha cometido un asesinato y que sufrirá la condena eterna, sin sacar nada a cambio. Es un asesinato bien ejecutado. Lo único que no calculó es que ella misma moriría en un acto de venganza.

—Más o menos es eso.

—Y luego está el padre de la víctima —a?ade—, que finge ser médico, pero que, en realidad, es un ex torturador, un hombre trastornado que secuestró a tu ex mujer y la quemó viva para vengarse por la muerte de su hija.

—Eso creo.

—Pero si no fue así como ocurrió, podría haber sido tu padre, porque tu colega trastornado ha soltado mensajes crípticos sobre él, y tu padre es el único que podría recordar dónde murió tu hermana.

—No quiero pensar en ello, pero tengo que considerar todas las posibilidades.

—Pero si tampoco fue tu padre, los asesinos podrían ser un grupo de degenerados sexuales conjurados por motivos desconocidos.

No entiendo por qué hace eso.