ángeles en la nieve

Recuerdo lo que leí sobre la guerra civil somalí. Los somalíes que huían en aquella época eran sobre todo miembros del clan Daarood, que escapaban de la violencia del clan Hawiye. Al desintegrarse el país, los daarood que vivían en Mogadiscio se convirtieron en objeto de sangrientas revanchas. En Somalia se desató el caos, la guerra de clanes, el genocidio, un éxodo masivo. Pocas personas tenían pasaporte. Habría sido fácil robar una identidad y pasar desapercibido entre la marea de refugiados. Que Abdi nunca hubiera sido médico explicaría el que no pudiera practicar la Medicina en Finlandia.

El problema es cómo investigarlo. Somalia prácticamente no ha tenido un Gobierno que se pueda considerar como tal en los últimos veinte a?os. El país está gobernado por se?ores de la guerra, no tiene infraestructura. Entonces se me ocurre. Abdi dijo que estudió en la Sorbona. Deberían de tener algún registro de alumnos o al menos alguna fotografía de los estudiantes. A lo mejor incluso mantienen el contacto con los ex alumnos y me pueden decir qué fue de Abdi después de licenciarse. Todo eso tendrá algún valor si el hombre que se hace llamar Abdi Barre ha suplantado la personalidad del verdadero Barre. Tal vez, realmente, es el doctor Abdi Barre. O quizá nunca haya existido un médico con consulta en Mogadiscio con ese nombre.

Llamo a la Interpol y tengo suerte. Hablo con un poli que me dice que ha visto los palos que me está dando la prensa internacional. Se muestra amable y deseoso de tomar parte en una investigación de asesinato tan mediática. Le explico lo que necesito, le digo que tengo prisa. Promete ayudarme. Luego llamo a la oficina finlandesa de control de pasaportes, les pido que me envíen por correo electrónico una fotografía de Abdi. Se me ocurre que quizá podría incluso preguntarle personalmente al propio Abdi por su pasado. Le llamo y le pregunto si me concedería el honor de asistir al funeral de su hija. Le digo que me gustaría presentarle mis respetos. Eso es cierto.

—?Es usted un hombre del Libro, inspector?

—?Qué quiere decir con un ?hombre del Libro??

Su tono indica que soy un paleto inculto:

—Según el Corán, el término describe a los pueblos no musulmanes que han recibido las Escrituras antes de la época de Mahoma. El Corán completa esas escrituras y es el mensaje verdadero y definitivo de Dios a los fieles. No obstante, dado que los hombres del Libro reconocen al dios supremo de Abraham, como los musulmanes, sus prácticas revelan una fe basada en las ordenanzas divinas. Por ello, la ley islámica concede cierto nivel de tolerancia. Si usted es un hombre del Libro, le permitiré asistir al funeral de Sufia. Si no lo es, debo considerarle impuro y no permitiré que ensucie su último rito.

Al principio le he excusado por su duelo, pero cada vez que he tratado con Abdi, su arrogancia y su prepotencia se han vuelto más y más pesadas.

—Puede considerarme un hombre del Libro —respondo—. Soy luterano bautizado y he leído la Biblia.

—Muy bien, entonces puede asistir. —Me indica el lugar y la hora y cuelga sin darme las gracias, despedirse o decirme un ?que te jodan?.





31


Salgo a la sala común. Valtteri sigue mirando a su mesa, con la vista en la nada.

—?Qué tal ha ido con Seppo? —pregunta.

—No muy bien.

Abdi es una posibilidad, pero queda muy lejos, así que no lo menciono. Lo más probable es que esto acabe con Seppo o con Peter —o ambos— juzgados y condenados.

—?Han llegado las órdenes de registro y detención de Eklund? —pregunto.

—Sí.

Desearía que Valtteri se fuera a casa.

—Pues vamos a cogerlo.