ángeles en la nieve

Quizá debería estar sorprendido, pero no lo estoy. Desde que encontré la nota de suicidio de Heikki, mi instinto me ha dicho que Heli le indujo a cometer el crimen. No porque quisiera cargar contra ella, sino porque pensé que ella, más que nadie, poseía los elementos necesarios —su sexualidad y el conocimiento de las creencias religiosas de Heikki— para convertirlo en un asesino. Me entristece reconocer que alguien a quien quise en su día ha podido cometer un acto tan malvado.

No obstante, queda una pregunta: si Heli y Heikki mataron a Sufia, ?quién mató a Heli? El campo se estrecha. El jefe tenía razón. Si los detengo a todos, alguno hablará. Le envío al jefe un mensaje de texto, le pido que mande registrar la residencia de Heli y Seppo en Helsinki en busca de pistas relacionadas con el crimen. No le digo que estoy investigando a Heli y no a Seppo, para que no piense que el dolor ha provocado que me escape por la tangente. Las pruebas que tengo son sugerentes, pero no inculpatorias. Decido mantener ocultas mis sospechas sobre su culpabilidad, para evitar que me acusen de estar cazando fantasmas.

Enfrente tengo mis notas sobre el caso, en un montón. Les echo un vistazo en busca de algo que haya podido olvidar y que pudiera explicar por qué Seppo o Peter, o ambos, querrían matar a Heli. Me encuentro con una nota que me recuerda que tenía que hablar con Abdi Barre. Se me había olvidado por completo.

Me vuelven a la mente cosas que me ha dicho Abdi. Afirmaba que no puede obtener la convalidación del título de Medicina en Finlandia porque su nivel de finlandés es insuficiente. Y sin embargo, es excelente; habla mejor que yo. Tenía miedo de que la muerte de Sufia quedara impune, me preguntó si doce a?os en prisión eran un castigo adecuado para quien le hubiera hecho aquello a su hija, me advirtió que tenía que encontrar a su asesino. Más o menos le dije que Seppo era culpable, luego Seppo salió en libertad y se casó con Heli. Abdi me llamó, furioso y consternado.

Recuerdo haber leído que en Somalia y en Ruanda, a veces, habían ejecutado a personas quemándolas vivas con una rueda llena de gasolina. En Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano popularizó este método durante los a?os ochenta. Lo llamaban la ?corbata neumática?. También se usó en la zona de Mogadiscio durante los primeros a?os de la guerra civil somalí. Abdi puede tener conocimientos sobre cómo cometer el crimen. No sé nada de sus actividades durante el conflicto. Pudo haber visto como otros ponían la ?corbata? en el pasado o incluso haberla puesto él. Abdi tiene un motivo: el ojo por ojo.

Pudo haberle arrebatado a Seppo lo que creía que éste le había quitado a él.

En Finlandia tenemos minorías étnicas —lapones, gitanos y finlandeses de habla sueca—, pero todas están muy arraigadas. A principios de la década de los noventa entraron en el país entre cinco y seis mil refugiados somalíes, en la primera oleada de inmigración vivida en el país. Muchos de nosotros no habíamos visto nunca a un negro antes de la llegada de los somalíes.

Al principio se les recibió bien. La mayoría de los finlandeses estaban contentos de poder ayudar a los oprimidos. Luego nos dimos cuenta de que había que mantener a los refugiados con nuestro generoso sistema de asistencia social. Tienen apartamentos, televisores, una paga, y todo a cargo del erario público. A menudo llevan ropas más caras que nuestra clase trabajadora, porque la mayoría de los musulmanes no se gastan el dinero en alcohol como nosotros, y pueden usarlo en otras cosas. El resentimiento público fue en aumento y, desde entonces, no ha disminuido.