ángeles en la nieve

Esko se aclara la garganta.

—El intenso calor de la gasolina le fundió las capas de grasa subcutánea. La grasa rezumó y le empapó la ropa, que actuó como una mecha. Por eso seguía habiendo rescoldos encendidos en el cuerpo mucho después de que Antti lo apagara. Los incendios con neumáticos también cuestan mucho de apagar. En cualquier caso, sus órganos han quedado bien conservados.

—Así que estás seguro de que el fuego la mató; no fue un intento de tapar otro método de asesinato.

—Tenía hollín del neumático en llamas en la tráquea. Estaba viva cuando el asesino le prendió fuego.

Tenía la esperanza de que ya estuviera muerta, de que hubiera sufrido un tormento menor. Querría darle las gracias a Esko por su trabajo, pero no me veo con ánimo.

—Su marido me pidió que me encargara del funeral. ?Cuándo acabarás con el cuerpo?

—No se le puede sacar nada más; puede tomar posesión cuando quiera.

Llamo a Jorma, el de la funeraria. No le menciono que se trata de enterrar a mi ex mujer, así que no me da el pésame, cosa que le agradezco.

—En esta época del a?o los funerales son complicados —me explica—; incluso los sepultureros quieren pasar las fiestas en casa. Si su familia desea pasar página lo antes posible para que se haga menos duro, podría arreglarlo para celebrar el funeral ma?ana. Si no, sugiero esperar unos días.

Le digo que consultaré al marido.

—?Sabías que el funeral de Sufia Elmi es ma?ana? —pregunta Jorma.

—?Aquí, en Kittil?? Pensaba que sus padres querían llevársela a Helsinki. ?Por qué han esperado tanto?

—Su padre ha insistido en que el funeral fuera de acuerdo con la tradición islámica. Me ha costado seguir todos los preparativos. Había que hacer un lavado ceremonial del cuerpo por parte de la familia, una mortaja determinada que he tenido que pedir, cosas con las que no me he encontrado nunca. El se?or Barre insistió en que todo se hiciera de un modo muy preciso, y me ha llevado varios días.

Le doy las gracias y cuelgo.

Antti ha empaquetado y etiquetado todo lo que había en el bolso de Heli. Saco todas las bolsas del armario de pruebas y les echo un vistazo. Lo típico: maquillaje, monedero, pa?uelos de papel sucios, un cepillo y su teléfono móvil. Saco el teléfono de la bolsa de plástico y curioseo por el menú. Llamadas recibidas y efectuadas, mensajes recibidos y enviados. No encuentro nada digno de mención.

El teléfono es un moderno Nokia N82, que prácticamente lo hace todo y que cuesta el equivalente al alquiler mensual de un apartamento. Tiene GPS, reproductor de MP3, cámara digital y acceso a Internet. Miro los archivos descargados, en su mayor parte un montón de tonterías inútiles de páginas web de dieta y ejercicio y, por último, encuentro la conexión que esperaba: el archivo descargado de la página web de crímenes que tenía Heikki en su ordenador, sobre el asesinato de Elizabeth Short, la Dalia Negra.