ángeles en la nieve

Yo asiento.

Se dirige a la cocina trastabillando sobre las muletas y vuelve con un vaso de whisky y un vaso de cristal. Me sirvo un triple y pienso en papá, sentado en su butaca, bebiendo vodka en un vaso de agua, emborrachándose, gritándole a mamá y a sus hijos peque?os, pegándonos. Engullo el whisky y me sirvo otro igual.

Kate me envuelve con sus brazos.

—?Suvi murió en el mismo sitio que Heli?

Tomo otro trago.

—Sí.

—?Quién es Suvi?

No he pronunciado el nombre de Suvi en voz alta desde hace treinta a?os. Estallo en lágrimas. No puedo ver. Intento hablar pese al nudo en la garganta.

—Suvi murió porque no cuidé bien de ella. Heli ha muerto porque no he resuelto el asesinato. Están muertas y es culpa mía.

Cuando vacío el vaso por segunda vez, Kate me lo quita de las manos.

—Kari, aún no me has dicho quién es Suvi.

—Suvi era mi hermana.

Lloro con un llanto ahogado, entrecortado, y mientras lloro voy contándole la historia de cómo Suvi atravesó el hielo y se ahogó, y que papá y yo no hicimos nada, y que tuvieron que buscar bajo el hielo del lago para recuperar su cuerpo. Entre frases entrecortadas, voy echando tragos de la botella de whisky. Me la he bebido casi toda.

Kate se me acerca. Yo intento apartarla, pero no tengo fuerzas.

—?Por qué no me has hablado antes de Suvi? —pregunta.

Me avergüenza llorar. Entre sollozos me limpio la nariz con la manga.

—Porque no quería que me culparas.

Ella acerca mi rostro al suyo y me abraza.

—Kari, tenías nueve a?os.

Empiezo a llorar de nuevo, esta vez más fuerte, mojándole el hombro de lágrimas y mocos.

—?Me culpas? —pregunto.

—No Kari, no te culpo.

Me mece como a un ni?o. Me duermo de la borrachera, no recuerdo nada a partir de ese momento.





29


Kate me despierta agitándome.

—Antti al teléfono —me dice—. No quería responder a tu teléfono móvil, pero no paraba de sonar. Le he dicho que necesitabas dormir, pero dice que es importante.

Siento la boca como si se me hubiera colado una rata, se hubiera muerto dentro y se hubiera podrido mientras dormía. La cabeza me duele como si fuera a estallar. Los tres cuartos de botella de whisky que me bebí como si fueran agua me han producido una resaca terrible. Cojo el teléfono.

—?Qué hay?

—Siento molestar —se disculpa Antti—, pero pensé que deberías saber lo que tenemos sobre el asesinato de Heli.

—Está bien. Cuéntame.

—Esko y yo hemos registrado la escena del crimen. El neumático que tenía alrededor del pecho era un Dunlop Winter Sport, la identificación aún era legible. He encontrado una llanta de radio simple y una lata de gasolina vacía al borde del lago.

El estómago se me encoge, más por el sentimiento de culpa que por la resaca.

—?Me estás diciendo que he soltado a Seppo y él ha matado a Heli?

Antti evita emitir un juicio.

—Fui a su casa y el BMW estaba en la entrada. Las llaves aún estaban puestas. Miré en el maletero y la rueda de recambio no estaba, así que estoy bastante seguro de que la usó para matarla. Su bolso aún estaba en el coche. Eso fue hacia las cuatro de la ma?ana.

—?Encontraste a Seppo?

—Abrió la puerta cuando llamé, dijo que estaba durmiendo, y lo parecía. O más bien me pareció que había estado durmiendo la mona. Aún se le veía bastante borracho. Supongo que se habría puesto hasta arriba, mataría a su mujer, luego volvería hasta casa y se acostaría.

—?Cómo ha reaccionado cuando le has dicho lo de Heli?

—No ha dicho nada. Lo he arrestado, pero no he presentado cargos. Pensé que debía dejar que decidieras tú cómo ocuparse del asunto. El que lo volviéramos a arrestar no le ha sentado muy bien, por decirlo así, pero no podía dejarlo libre cuando su vehículo es una prueba clave en un segundo asesinato.

—Has hecho bien. Llamaré a Esko y veré qué dice él; luego vendré a comisaría e interrogaré a Seppo.