ángeles en la nieve

—Eso aún no lo sé. Quizá Seppo pueda contármelo. A lo mejor es por eso por lo que Heli intentó sonsacarme información, para ver cuánto sabía yo de la relación de Heikki con Sufia y Seppo. Quizá chantajeara a Seppo y le obligara a casarse tras amenazarle con contarme la verdad. Quién sabe. Puede que ella leyera algo sobre el asesinato de la Dalia Negra y se lo contara a Heikki.

—Quizás —admite Kate—, pero dado que Peter Eklund y Seppo se conocen mutuamente de Helsinki, la relación de Sufia con Peter parece algo más que una coincidencia, demasiado importante como para ser sólo un cabo suelto. Si tienes razón y se trata de algún tipo de círculo sexual, ?es posible que aparecieran rastros de semen de Peter en la boca de Sufia, junto con los de Seppo, sin que tuviera nada que ver en el asunto?

Volvemos a barajar.

—Peter admitió haber coincidido con Seppo unas cuantas veces en clubes de Helsinki. Quizá descubrieran que los dos tienen debilidad por los adolescentes. Puede ser que Sufia no enga?ara a Seppo con Peter. Seppo también pudo haberlos presentado y haber echado a Sufia en brazos de Peter. A lo mejor Seppo y Peter se follaban a Sufia y a Heikki a la vez. O puede que la cosa no fuera exactamente así, pero sí algo parecido, con alguna variación.

—Entonces, ?quién mató a Sufia?

Esta vez ya no hay quien baraje las cartas. No puedo imaginarme la secuencia de acontecimientos que llevaron a su muerte.

—No lo sé. Quizá todos ellos.

Suena mi teléfono móvil. Es Antti. Esta noche está de guardia. Lo cojo.

—Joder, Kari tienes que venir enseguida.

—?Adónde?

—Al lago donde ibais a pescar tú y tu padre. Alguien ha muerto, quemado vivo sobre el hielo. Parece un ni?o. Es increíble.

Yo tampoco puedo creérmelo. El reloj marca las doce y cuarto de la noche. La investigación sobre el asesinato de Sufia apenas acaba de entrar en su sexto día. Tres asesinatos en ese periodo de tiempo. Oigo a Antti reprimiendo el llanto. Es un tipo duro, la cosa debe de estar mal.

—Aún está ardiendo —explica.

—Saca una manta del coche patrulla y apaga el fuego. Llamaré a Esko. Iremos enseguida.

A mi lado, desnuda, Kate espera que le cuente qué es lo que pasa.

—Antti dice que han matado a un ni?o y le han prendido fuego. Estaré fuera toda la noche.

—Oh no... —exclama ella, estremeciéndose.

Es justo lo que siento yo.





28


Papá y yo nunca vamos a pescar juntos, pero pescamos en el mismo sitio, y estoy seguro de que por el mismo motivo. Es el lugar donde murió mi hermana Suvi. Es un modo de estar con ella. A veces le hablo mientras estoy ahí, sentado en un cajón, atendiendo al sedal que he echado por un agujero en el hielo.

La noche está estrellada y le da al lago helado un tono gris pizarra. La luz de la media luna perfila una fina columna de humo que se eleva hacia el cielo. Antti está de pie junto al origen del humo, a apenas quince metros de donde Suvi cayó, atravesó el hielo y se ahogó. Me da escalofríos pensarlo. Saco mis cajas de pesca del maletero, sigo la orilla y bajo al lago.

Me acerco al cuerpo con una linterna, pero no distingo bien lo que veo. Ilumino la humeante silueta, que no parece una persona, sino más bien una vela ahumada medio consumida. Antti y yo nos saludamos con un gesto, pero no decimos palabra. Miro a la víctima, parpadeo, vuelvo a mirar. Hay algo en mí que se niega a aceptar lo que ve.

Antes de prenderle fuego, al ni?o le han colocado un neumático alrededor del pecho y los brazos. El olor a petróleo y a carne chamuscada es tremendo, nauseabundo. Alguien ha rellenado el neumático por dentro con gasolina, le ha prendido fuego y se ha quedado a ver cómo ardía. A unos metros del cuerpo hay una manta ignífuga tirada sobre el hielo. Antti ha apagado el fuego, pero aún hay restos de goma encendidos.