ángeles en la nieve

La víctima estaba sentada, con las piernas cruzadas, mientras el asesino se dedicaba a ultimar los detalles de su asesinato. De algún modo, el cuerpo se mantuvo erguido mientras ardía. Dado que el neumático rodeaba la mitad superior del cuerpo, las llamas se han elevado y han quemado prácticamente toda la piel del pecho y la cabeza. Sólo quedan fragmentos de músculos y ligamentos carbonizados y secos, conectados a los huesos y al cráneo tiznado de negro.

De la cintura hacia arriba, el cuerpo está consumido. De la cintura hacia abajo, está cubierto de hollín y cenizas, pero, por lo demás, la mitad inferior ha quedado intacta. Antti ha supuesto que la víctima es un ni?o porque el calor y las llamas han dejado el cuerpo en nada, han evaporado los líquidos y ha eliminado pelo y músculo. Pero se equivoca.

Me pongo de cuclillas y examino la parte inferior del cuerpo. Bajo los restos del neumático quemado, veo unos vaqueros y unas botas desgastadas. Cuando me doy cuenta, me caigo de culo y pierdo la linterna. Intento respirar, pero no puedo. Aprieto los pu?os en movimientos espasmódicos. Cierro los ojos y luego aparto la mirada para calmarme y poder hablar. Cuando los abro, veo a Antti inclinado sobre mí.

—No es un ni?o —le anuncio—. Es una mujer adulta menuda. Mi ex mujer, Heli.

Antti abre y cierra la boca, vuelve a abrirla y la cierra de nuevo.

—Hostia, Kari. Lo siento.

Me tiende la mano y me ayuda a ponerme en pie. Nos quedamos el uno junto al otro, sobre el hielo. Recoge la linterna y enfoca a Heli. Nos quedamos mirándola un rato que se nos hace muy largo.

—?Qué hacemos? —pregunta Antti.

Me planteo la pregunta, pero no puedo pensar. Me siento sobre una de mis cajas de pesca.

—He visto a Heli hace un rato. Quizás haya sido el último que la ha visto con vida. No puedo hacer nada, podría contaminar la investigación. Tendrás que investigar la escena del crimen tú. Espera a Esko, él te ayudará.

Lo que he dicho es cierto, pero, por otra parte, soy incapaz de trabajar, soy consciente de ello.

—Vale —responde, y se sienta sobre otra de mis cajas.

Llega Esko, y Antti le explica la situación. Esko se agacha a mi lado.

—Lo siento —me dice—. Nosotros nos ocuparemos.

Antti necesita mi equipo. Me levanto, me aparto unos metros, fumo compulsivamente y observo cómo examinan el cadáver de Heli, la carcasa que queda de ella. Debería sentir algo, recordar momentos de mi vida con Heli. Su vida debería pasarme frente a los ojos, pero tengo la mente en blanco, no siento nada. El frío ha penetrado en mí, lo siento como agua helada fluyendo por mis venas. Me quedo mirando al otro lado del lago, hacia las impenetrables sombras del bosque; luego dirijo la vista a las estrellas.

Al cabo de un rato, Esko se me acerca.

—No hace falta que te quedes —me dice. Tardo un segundo en darme cuenta de que se dirige a mí, y otro en entender lo que ha dicho.

—?Y si Antti necesita algo?

—No necesitará nada. ?Puedes conducir?

Asiento.

—Pues vete a casa.

Salgo del lago dando bandazos y me abro paso por la nieve de la orilla hasta el coche.

Cierro la puerta de casa tras de mí. Kate está sentada en el sofá con la pierna rota apoyada en un taburete. Está viendo una serie norteamericana con las risas pregrabadas. Me siento a su lado.

—Creí que ibas a estar toda la noche fuera.

Fijo la vista en la tele y sacudo la cabeza.

Se me acerca y me mira a los ojos.

—?Qué ha pasado?

—Era Heli.

—?De qué estás hablando? —pregunta. Quizá piense que estoy hablando del asesinato de Sufia o del suicidio de Heikki.

—Heli. Mi ex. No era un ni?o. Alguien le ha colocado un neumático alrededor del pecho y los brazos, lo ha llenado de gasolina y le ha prendido fuego. Está muerta.

Kate abre los ojos como platos. Me coge las manos.

—Kari...

Yo sigo con la mirada fija en la televisión. Me río de un chiste estúpido, bajo la vista y me miro los pies. He olvidado quitarme las botas. La nieve está fundiéndose, mojando la alfombra.

Casi nunca lloro. He pasado a?os sin llorar. Cuando era ni?o, si lloraba, papá me pegaba. En cierto modo, me aterra.

—Suvi.

Kate sigue sosteniendo mis manos entre las suyas.

—?Qué?

—Suvi. Heli ha muerto en el mismo lugar que Suvi.

Apaga el televisor. Me habla con voz suave, como si estuviera hablando a un ni?o.

—Kari, ?quieres beber algo?