ángeles en la nieve

—Estás muy misterioso. ?Qué estás ocultando?

Me suena el teléfono móvil. Le doy la espalda a Jaakko y lo respondo.

—Acaban de llegar los resultados del ADN de la casa de Valtteri —me anuncia Antti—. Sitúan a Heikki en la escena del crimen, y también dentro de la casa de Seppo.

Por segunda vez en pocos minutos, no reacciono.

—Dentro de su casa.

—Sí.

—Vale, gracias. Te llamo luego.

—?Qué crees...?

—Ahora mismo no puedo hablar —le corto.

Los de Urgencias se llevan el cuerpo de Urpo en una ambulancia. Raila está de pie, sola, abatida. Puede que le dé miedo volver a casa.

—Gracias a los dos —les digo a papá y a Big Mikko.

Jaakko reemprende el ataque, pero le corto también a él. Me llevo a Raila a su casa y me aseguro de que Tiina está tranquila. Luego me dirijo a mi coche. Tengo que ver a Valtteri y decirle a mi amigo que su hijo muerto era un asesino.





25


Cuando llego al cruce de la carretera procedente de Marjakyl?, aparece la aurora boreal. En vez de tomar la nacional, atravieso la carretera y entro en la granja de renos de Aslak, aparco en el camino y salgo del coche.

Estamos a veinte bajo cero. Con este frío, el sentido del olfato se pierde casi por completo, pero ahora yo huelo las luces del norte. Me han dicho que es imposible, pero siempre las he olido. Tienen un olor como de cobre y canela quemada. Un par de veces también las he oído, como un trueno ahogado y lejano.

Enciendo un cigarrillo y observo la aurora, con unas ondulantes estelas de luz verde que se encienden y se apagan. La nieve caída ha convertido el campo donde había aparecido Sufia en una inmaculada mortaja blanca. A mi alrededor merodean una veintena de renos que me observan con curiosidad.

Me viene a la mente que no he hablado con el padre de Sufia desde la liberación de Seppo. Va a estar de mal humor y la conversación no va a ser agradable. Cojo el teléfono y, antes de marcar, suena.

—Buenas noches, inspector —saluda Abdi—. He leído en el periódico que ha habido un desagradable incidente en la investigación del asesinato de mi hija.

—Se refiere a la liberación de Seppo Niemi.

—Exactamente.

—Siento no haberle llamado antes para decírselo. La investigación ha avanzado tan rápido que no he tenido tiempo. Seppo fue liberado por motivos políticos. No tiene nada que ver con su culpabilidad o inocencia.

—?Va a dejar libre al asesino de mi hija, como dice, por motivos políticos?

No le hablo de mis sospechas sobre la implicación de Heli. Si se demuestra que coaccionó a Heikki para que ejecutara el asesinato, Abdi quedará satisfecho de que se haya hecho justicia con la muerte de Heikki.

—Puedo volver a arrestarlo en cualquier momento. Hay novedades que hacen pensar que puede ser pronto.

—?Qué novedades?

—Ayer se suicidó un adolescente. Las pruebas forenses lo sitúan en la escena del crimen y también en casa de Seppo. Parece ser que el chico fue cómplice en el crimen.

—No me convence. La última vez que hablamos, tenía al asesino de Sufia en custodia y creía que el caso se cerraría rápidamente. Ahora me habla de consideraciones políticas y cómplices adolescentes. Empiezo a perder la fe en usted, inspector.

—Se?or Barre, le prometo...

—El Corán ense?a: ?Hay guardianes que te observan —me interrumpe—, nobles testigos de todas tus acciones?. No deje que la muerte de Sufia quede sin castigo.

La línea se corta. Levanto la vista. La aurora boreal ha desaparecido, y me encuentro mirando la noche del ártico, oscura y sin vida.

Llamo a la puerta de Valtteri; es Maria la que me abre. Da la impresión de que ha envejecido diez a?os en un día. Entro y la abrazo, dejo las botas en el vestíbulo. Valtteri entra en el salón. Parece asustado, quizá por lo que yo tengo que decirle.

—Maria, ?por qué no nos preparas un poco de café?

—También era hijo mío.

—Maria, ve a la cocina.