ángeles en la nieve

Heikki podía haber decidido emular a Albert DeSalvo, a Ted Bundy o a Jeffrey Dahmer, a alguien célebre. El asesinato de Elizabeth Short nunca se resolvió, y el número de detalles escabrosos lo torna difícil y complicado en comparación con un homicidio normal. No se me ocurre ningún motivo para imitarlo, a menos que se lo recordara el que tuvieran en común una anormalidad genital.

Heikki no tenía acceso a Internet en casa. ?Cómo pudo haber importado los archivos web a su ordenador? O los descargó a través de otro ordenador o alguien se los dio. Echo un vistazo a sus floppy discs y sus CD-ROM. No contienen ningún archivo sobre asesinatos reales.

Suena el teléfono. La pantalla anuncia: PAPá. El nunca llama a menos que esté en plena borrachera o que mamá esté enferma. Me temo que pueda ser lo segundo, así que respondo: —Hola, papá.

—Hola, hijo. Creo que más vale que vengas por aquí.

—?Le ha pasado algo a mamá?

—No. Parece que Pirkko Virtanen ya no ha podido aguantar más. Ha matado a Urpo.

Me resulta difícil de imaginar y no confío en él.

—?Has bebido?

—Ojalá.

Cuelgo. El monitor muestra una foto de la escena del crimen de Elizabeth Short. Recuerdo a Sufia en el oscuro campo nevado y luego pienso en Heikki llorando, vertiendo lágrimas sobre su rostro.

Pirkko no puede hablar, apenas puede levantarse de la silla. ?Cómo iba a matar a Urpo? Debe de estar pasando algo. Todo el pueblo se está volviendo loco.





24


Dos muros de nieve flanquean la estrecha carretera a Marjakyl?. Las dieciséis casas que componen el pueblo ocupan unos terrenos idénticos en forma y tama?o: más largos que anchos, con espacio suficiente para una casa, una caseta o un par de ellas y un buen jardín. Las casas son todas de madera, con tejados a dos aguas, y están pintadas de rojo tierra. Se construyeron sobre un terreno cedido a veteranos de guerra que habían perdido su casa.

Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, al retirarse de Laponia, los alemanes arrasaron el terreno por el que pasaban. Quemaron casi completamente Kittil?, sólo la iglesia se mantuvo en pie. Nuestros abuelos retiraron los restos calcinados y los escombros, picaron la tierra helada y el granito y reconstruyeron el pueblo.

Las casas están a ambos lados de un único camino de tierra, ocho por lado. Mis padres ocupan la última casa de la derecha. Enfrente tienen a Raila, la alcohólica, y a su hija anoréxica, Tiina. Big Mikko vive a su lado, y los Virtanen están enfrente.

Big Mikko es el empresario del vecindario. Es propietario de cinco casas de Marjakyl?, entre ellas la de mis padres. Convirtió la casa que está frente a la suya en una tienda de alimentos, que gestiona su esposa. También es el due?o del bar del centro en el que trabaja papá.

Una veintena de personas se han congregado en el exterior de la casa de los Virtanen. Al pasar, los focos de mi coche iluminan a Eero. Va impecable, como siempre, con un abrigo con el cuello de piel, y lleva de la mano a su perro Sulo. Bajo el abrigo asoma una bata de seda y, por debajo, unos calzoncillos largos de tejido térmico metidos en unas botas sin abrochar.

Aparco en casa de mis padres. Big Mikko está en su cobertizo con papá. Están apoyados en una mesa de trabajo, fumando cigarrillos.

—Contadme.

—Yo estaba aquí, trabajando —empieza Big Mikko. Se?ala un chasis de bicicleta apoyado contra la mesa y unos montones de pi?ones y componentes del cambio—. Urpo le estaba gritando a Pirkko tan fuerte que se le oía desde aquí. Quería que se levantara y le preparara la cena. Siguió así un buen rato, luego soltó una especie de gemido y se calló. Pensé que más valía ir a echar un vistazo. —Big Mikko también es el casero de los Virtanen—. Llamé a la puerta, pero no me respondieron, así que entré. él estaba muerto, en el suelo. Ella le había clavado un cuchillo en el cuello. Me fui a casa de tu padre y le dije que te llamara.

Para nosotros, las Navidades no son sólo oscuras porque no haya luz de día; también son un periodo oscuro en cuanto a violencia doméstica. Si yo no hubiera crecido a sólo unos metros de la casa de Urpo y Pirkko, casi habría dado gracias de poder investigar este asesinato. Tras los enrevesados acontecimientos de los últimos días, parecería un día de trabajo típico de diciembre.