ángeles en la nieve

Ella me mira y lee el pánico en mis ojos.

—Dios mío, Kari, lo siento. No quería decir eso. Yo quiero que tú vengas conmigo. Nunca te dejaría.

Empiezo a tranquilizarme. Me rodea con sus brazos y me besa.

—Podríamos irnos de aquí —propone—. Tú hablas y escribes en inglés casi perfectamente. Eres un oficial condecorado y con formación académica. Para cualquier Departamento de Policía de Estados Unidos sería un privilegio tenerte en sus filas.

El concepto que tiene de mí es mejor que el que tengo yo mismo.

—?Por qué quieres irte? —le pregunto.

La tristeza de su rostro me dice que me va a hablar con el corazón.

—Cuando llegué aquí, la imagen que tenía de Finlandia era diferente. Era un lugar lleno de naturaleza virgen y bellos paisajes, y muy civilizado. Pensé que la gente aquí era feliz.

—Eso es bastante cierto —respondo.

—No, es falso. Este lugar es feo. El silencio, el malestar, los meses de oscuridad... Todo es demasiado extremo, como un desierto que tiene nieve en lugar de tener arena.

A veces yo también lo veo así.

—Cuando hablo con la gente —prosigue—, casi nunca se ríen, ni siquiera sonríen, a menos que estén borrachos. Los finlandeses son inescrutables. No tengo ni idea de qué piensan o sienten. A veces creo que la gente me odia por ser extranjera, como las enfermeras del hospital cuando me rompí la pierna. Me siento incómoda. Peor aún, estoy aterrorizada por el embarazo. Estoy a merced de personas a las que no entiendo ni entenderé nunca.

Yo no sabía hasta dónde llegaba su aislamiento cultural. Intento explicárselo:

—Lo que tú percibes como silencio, nosotros lo vemos como agradable soledad. La mayoría de nosotros estamos contentos con nuestras vidas, pero nos lo tomamos todo en serio, quizá debido a nuestro entorno extremo. La gente no te odia; te respeta porque tienes éxito. Los finlandeses tienen miedo de cometer errores. Si no podemos hacer algo a la perfección, nos cuesta mucho intentarlo siquiera. La gente que habla contigo habla bien inglés y se muestra orgullosa por ello, pero a mucha gente le da miedo lanzarse.

—Eso no es excusa para el modo en que me trataron en el hospital.

—Te dolía. A veces aquí la gente se muestra distante ante el dolor para que el que lo sufre pueda conservar su dignidad. Cuando des a luz, la atención médica será excelente, por el mismo motivo por el que las enfermeras no te hablaban. Los profesionales médicos se exigen siempre el máximo. Nuestro sistema educativo es uno de los mejores del mundo. No hay un lugar mejor para que crezcan nuestros hijos.

Le he soltado un discurso que parece un anuncio promocional del modo de vida finlandés. Ni yo mismo me creo las palabras que salen de mi boca.

—?Estamos viviendo en el mismo país? —responde ella, contrariada—. Acabamos de ver cómo se llevaban en una camilla a un adolescente, probablemente convertido en un asesino psicótico, al depósito de cadáveres después de colgarse. Yo dirijo locales donde se venden copas. ?Crees que no veo lo extendido que está aquí el alcoholismo? La gente se emborracha porque está deprimida. Y se deprime tanto que pierde el juicio; acaban por matarse unos a otros. ?Tú crees que este lugar es seguro? ?Quieres que nuestros hijos crezcan en este entorno?