ángeles en la nieve

—Hola, hijo.

La televisión está apagada y las cortinas echadas. La única luz es la que sale de la cocina. Está sentado en la oscuridad, y en lo que sería silencio de no ser por el incesante tictac de los relojes.

La dentadura de mamá está en un vaso con agua, junto al piim? de papá. Se la dieron como regalo para su confirmación en la Iglesia luterana, a los quince a?os de edad. A?os atrás, las dentaduras eran un regalo típico de confirmación. En aquella época no había casi dentistas, y a la mayoría se les pudrían y se les caían los dientes poco después de la pubertad.

—?Dónde está mamá? —pregunto.

—Arriba, durmiendo la siesta.

A pesar del alcohol, papá tiene buena salud. Por su parte, entre otras cosas, mamá tiene sobrepeso e hipertensión. Se cansa con facilidad. Me siento delante de papá, en la silla de mamá.

—No es que quiera tocarte las narices —arranco—, pero tengo que preguntarte dónde estabas el martes a las dos, cuando mataron a Sufia Elmi.

él le da una calada a su cigarrillo.

—Esa chica fue asesinada ahí mismo. ?Tú crees que lo hice, volví aquí y me puse a hablar contigo y con tu madre?

Nunca me he planteado por qué mi padre es tan pesado con sus argumentaciones y sus agresivas disertaciones. Tiene cuatro hijos, y los cuatro nos fuimos de casa en cuanto tuvimos edad suficiente. Nos ahuyentó con sus borracheras y sus palizas. No obstante, mis tres hermanos se las arreglaron bastante bien.

Cuando la economía del país se hundió, en 1989, mi hermano mayor, Juha, se fue a Noruega en busca de trabajo y lo encontró en una empresa conservera de pescado. Ahora está casado y se gana bien la vida en los pozos de petróleo noruegos. Después de la breve estancia de Timo en la cárcel por contrabando, se estableció en Pietarsaari, en la costa oeste, y trabaja en una fábrica de papel. Jari estudió Medicina y ahora es neurólogo en Helsinki.

Papá siempre está metiéndose con Jari, diciendo que se cree mejor que los demás. En realidad sólo está celoso. Jari es una de las personas más agradables que conozco. Mis hermanos son todos buenos tipos, pero no tenemos una relación estrecha. Quizá compartimos tantas malas experiencias que ahora nos resulta más fácil limitar el contacto, para no tener que hablar de nuestra infancia.

Mamá ha aguantado a papá cincuenta a?os. No sé cómo lo ha hecho. Ella no tenía dinero ni educación. Supongo que una vez casada, cuando se dio cuenta de dónde se había metido, no tenía muchas opciones. Aun así, me habría gustado que hiciera más por defendernos de él.

—Se que no estabas trabajando —prosigo—. Si no sé dónde estabas y alguien me lo pregunta más adelante, parecerá que estoy ocultando algo. Estoy intentando protegerte.

—A ti no te importa dónde estaba.

—Si estabas borracho en cualquier parte, no me importa. —Se me ocurre pensar que quizá tenga un lío—. Si es algo que no quieres que sepa mamá, no se lo diré.

—Estaba pescando —responde, tras acabarse el piim? de un trago.

Ahora lo entiendo. Era el aniversario de la muerte de mi hermana Suvi. Se pasó la tarde sentado en el lago helado, en el punto donde murió. Papá y yo nos miramos. Me siento violento por haberme metido en algo tan íntimo, y la tristeza que siento cada vez que pienso en Suvi vuelve a aparecer.

Me pongo de pie y apoyo mi mano en su hombro.

—Gracias por decírmelo.

Me dirijo a la puerta principal.

—?Vas a venir en Navidad? —pregunta.

—Sí, vendremos los dos.

Caigo en la cuenta de que no le he dicho que Kate tiene la pierna rota, ni que está embarazada.

—Kate se cayó esquiando y se ha roto el fémur.

—?La pierna?

—Sí.

—?Se pondrá bien?

—La escayola le resulta incómoda, pero está bien. Y está embarazada. Vamos a tener gemelos.

—Gemelos, ?eh? —Se ríe.

—Sí.

—No vas a parar ni un momento.

No parece que tenga nada más que a?adir, así que me voy.





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