ángeles en la nieve

—Supongo que tenía otros talentos que lo compensaban.

—Pues sí —responde, con una sonrisita socarrona—. Además, yo suelo quedarme en el Hullu Poro cuando he bebido demasiado, para no tener que conducir.

—Muy sensato. ?Cuándo fue la última vez que estuviste en la habitación de Sufia?

—Hace una semana, más o menos, supongo.

—?Dónde estaba tu coche mientras ella estuvo contigo en la habitación aquel día?

—Fuera, en el aparcamiento.

—?Hay alguien que tenga acceso al coche? ?Alguna vez se lo dejas a algún amigo?

—Sólo Heli. Tiene su propio juego de llaves.

—?Nunca se lo dejaste a Sufia?

—No.

—He encontrado semen tuyo y sangre de ella en el asiento trasero. 'Tenías otros sitios para follar. ?Por qué en el coche, y por qué la sangre?

—?Tú la habías visto? —responde, sonriendo—. Me la follaba en cualquier lugar, allá donde podía, y todo lo que podía. Una mirada de aquellos ojos increíbles me la ponía dura. A lo mejor tenía la regla cuando lo hicimos en el coche.

—Parece que tus sentimientos por Sufia eran auténticos. ?Tenía algún futuro la relación?

—Me dijo que me quería y que le gustaría tener algo más permanente. Yo le dije que las cosas podían quedarse como estaban. Permanentemente.

—Lo que significaba que podía ser tu amante de forma indefinida. ?Crees que Heli sabía lo de vuestro lío?

—Yo procuré que no lo descubriera.

Es difícil imaginarse a Seppo siendo cuidadoso con nada.

—Pero les hablaste de Sufia a otras personas.

—Sólo a unos pocos amigos íntimos.

—Necesitaré sus nombres y datos de contacto.

Asiente.

—Como... Bueno, llamaste a Sufia ?zorra negra? durante una conversación telefónica justo media hora antes de que alguien le grabara las palabras ?zorra negra? en el abdomen. Eso me sorprende: parece algo más que una coincidencia.

—?Te lo ha dicho él?

—Sí.

Baja la vista y la posa en el escritorio; parece inquieto.

—?Dónde quieres ir a parar?

—Me has hecho creer que Sufia te importaba, pero la llamabas ?zorra negra? a sus espaldas. Fardabas de cómo te corrías en su cara y te la follabas por el culo. Podría parecer que la estabas utilizando. Si usaste esa expresión exacta al hablar de ella con varias personas, alguna de ellas puede haber usado esa información para tenderte una trampa. O alguien podría haberte oído decirlo y haberlo usado para incriminarte. Eso es lo que quiero decir.

Parece aliviado.

—Ya veo lo que dices. Te confeccionaré una lista.

—Hay otra opción —digo yo—. La llamada telefónica se produjo más tarde de lo que tú dices y no te exculpa del todo.

Tras el asesinato tuviste tiempo suficiente para volver a tu habitación y llamar a un amigo para procurarte una coartada.

Se rasca la cabeza, pensando en ello.

—Si yo hubiera hecho eso, ?por qué iba a llamarla ?zorra negra? y cargarme mi coartada?

—Buena pregunta. Pero una pregunta mejor es por qué la llamaste eso.

—Si alguien hubiera intentado incriminarme —apunta—, como crees, no habría sido demasiado difícil. Alguien podría haber cogido mi coche un rato y haberlo dejado luego en su sitio. Todo el mundo sabe que no me levanto hasta las cuatro, si he estado bebiendo la noche anterior.

—?Y a qué hora te levantas cuando no has estado bebiendo?

Duda un momento:

—A las cuatro.

Así que se emborracha todas las noches y pasa la resaca en la cama. Cambio de tema: —?Te diste cuenta de que a Sufia le habían extirpado el clítoris?

—Sabía que tenía algo raro ahí abajo, pero no le pregunté por ello. ?Por qué iba a hacer alguien algo así?

No me molesto en explicárselo.

—No disfrutaba del sexo contigo tanto como crees; quizá nada en absoluto.

Parece incrédulo.