ángeles en la nieve

Valtteri, Antti y Jussi se quedan mirándome.

—Tenemos que soltar a Seppo —les digo, e intento imaginar cómo se lo voy a explicar al padre de Sufia.





18


Abro la celda de Seppo y le miento:

—Tu coartada se sostiene; estoy planteándome soltarte. Tenías que haberme dicho lo de la llamada antes, podrías haber salido ayer.

—?Cómo que estás planteándotelo?

—Tu colega dice que Sufia acababa de marcharse cuando lo llamaste. Eso significa que, aparte de su asesino, eres la última persona que la vio con vida. Eres un testigo material en esta investigación. Quiero que cooperes conmigo. Aún puedo retenerte un día más.

—Sigo pensando que debería contar con la presencia de un abogado.

—?Para qué? Ya no eres sospechoso.

—No quiero que se sepan ciertas cosas.

—Heli ya sabe lo de tu lío.

—?Lo sabe? Mierda.

—Así que no tienes nada que perder.

Vamos a mi despacho. Le ofrezco café y cigarrillos. Seppo está sonriente, feliz.

—En cuanto a lo que pasó ayer —se disculpa—, entiendo que te cabrearas. Pensabas que un asesino estaba amenazando a tu esposa. No se lo diré a nadie. Lo que Heli y yo te hicimos fue terrible. Quizá podríamos considerarlo un empate.

He conseguido asustarle. él colaboró en la destrucción de mi matrimonio. No puede ser tan tonto como para comparar ambas cosas. Probablemente lo que quiere es que nadie se entere de que se meó encima.

—Me parece bien —digo yo—. Olvidemos el pasado y empecemos de nuevo. Quién sabe, si nos hubiéramos conocido en circunstancias diferentes, quizá podríamos haber sido amigos.

Eso le gusta. Me tiende la mano y nos la estrechamos.

—?Estás cómodo? —pregunto—. ?Quieres algo?

—Gracias, estoy bien.

—?Estás listo para hablar del caso?

—Lo que sea si puede ser de ayuda. Supongo que sabes lo que había entre Sufia y yo.

—Háblame de Sufia. —Acciono una grabadora.

—?Es eso necesario?

—Sí, lo es. ?Te supone un problema?

Piensa en las consecuencias de que le grabe. Tarda un rato.

—Supongo que no.

—Bien. Háblame de ti y de Sufia.

Se toma un momento, lo que me dice que está pensando cómo dar la mejor imagen posible.

—Sufia era diferente.

—?Y eso?

—La conocí en un cóctel hace unos tres meses. Tenía los ojos más impresionantes que he visto nunca. Hablamos durante horas. Se interesó por mí, me escuchaba.

—?No habló de sí misma?

—No demasiado, le gustaba hablar de mí. Parecía como si le importara saber si era feliz, como si eso fuera importante para ella.

—?Habías atravesado una mala época?

—No exactamente.

—Parece como si ella te diera algo que te hiciera falta.

Se lo queda pensando un rato.

—Ya conoces a Heli. Puede ser encantadora cuando quiere. Y hace tiempo que no quiere.

Yo ya no la conozco, así que no digo nada.

—Eso no significa que no la quiera —puntualiza él.

—Por supuesto.

—Sólo significa que era agradable tener otra compa?ía.

—Sufia era joven y guapa. Eso también debe de haber sido agradable.

—No tienes ni idea —me susurra, con un tono de voz que deja claro que es un comentario entre colegas.

Yo imito su tono:

—Supongo que el sexo debía de estar bastante bien.

—El mejor de mi vida. —Parece orgulloso de sí mismo—. Le encantaba hacerlo conmigo. La tía se corría como un cohete.

—Hablemos del martes, el día en que la mataron —propongo.

—Vino al hotel hacia las doce y media. No hablamos mucho. Ya sabes.

—Bueno, me lo imagino.

—Se fue hacia las dos; dijo que tenía cosas que hacer.

Quizá ver a Peter.

—?Por qué alquilaste una habitación en el Hullu Poro en vez de ir a la suya? Al fin y al cabo, la pagabas tú.

—Dijo que la tenía hecha un asco. Le daba vergüenza que la camarera la viera y quería limpiarla ella misma, pero no dejaba de posponerlo. Sufia no era lo que se dice una mujer de su casa.

Le lanzo una mirada ?de hombre a hombre?: