ángeles en la nieve

Apoyo la cabeza en el pecho de Kate y ella me rodea con un bruzo.

—Seppo me dijo que ella ya no era responsabilidad mía, que me olvidara de Heli. Yo le dije que quería quedar con él para hablar. Me dijo que no veía la necesidad. Yo estaba tan destrozado y tan rabioso que le dije que lo encontraría, que le daría caza y lo mataría, que le clavaría un cuchillo en el puto corazón. Me colgó el teléfono. Nunca más volví a hablar con él hasta hace dos días, cuando le puse las esposas.

—Pero no le hiciste ningún da?o —me anima ella, acariciándome el rostro—. No has hecho nada malo.

—Me deprimí tanto que casi me suicido. Me despertaba por la ma?ana y pensaba: ?Hoy es el día en que le mataré?. Pero era como si aquello fuera mi único motivo para vivir. Una vez lo hubiera matado, no me quedaría nada. Pasaron los días y, de pronto, un día, ya no lo deseaba.

—Eso es bueno. —Me besa en la coronilla—. Si le hubieras matado, habrías acabado en la cárcel y no nos habríamos conocido.

—Tuve suerte. Si matas a alguien de servicio, te mandan a ver a un terapeuta. Yo le hablé más del divorcio que del disparo. Eso me ayudó mucho.

—?Por qué no deseabas matarla a ella?

La pregunta tiene sentido. Se me escapa una risa ante lo ridículo de mi respuesta: —No podía matarla porque la quería. Necesitaba culpar a otra persona.

—?Por qué crees que te dejó? —El tono de su voz indica que teme meterse donde no la llaman, pero no es así.

—Durante mucho tiempo me eché la culpa. Me preguntaba qué era lo que había hecho o lo que no había hecho. En parte quizá fuera culpa mía. Ella tenía a sus amigas de la escuela de música, yo tenía a mis colegas polis, y no pasábamos mucho tiempo juntos ni teníamos ya mucho en común. No lo vi llegar y dejé que sucediera. Aun así, al cabo de un tiempo me di cuenta de que el hecho de que se fuera no tenía mucho que ver conmigo. Se fue porque yo no tenía nada que ofrecerle.

—?Qué quieres decir?

—En el instituto yo era bueno jugando al hockey y ella estudiaba piano. Heli era una so?adora. Pensaba que yo sería un deportista famoso y ella una pianista célebre. Me rompí la rodilla y no pude seguir jugando. Decidí que quería ser foto—periodista. Acabé el instituto, ya sabes que aquí eso es a los diecinueve, y tuve que cumplir con el servicio militar obligatorio durante once meses. Justo antes de irme, Heli me dijo que estaba embarazada, así que nos casamos. Cuando volví a casa de permiso me dijo que había perdido el bebé.

—?Realmente estaba embarazada?

Hay cosas que no le cuento a Kate. Enga?é a Heli un par de veces cuando éramos adolescentes. Creo que Heli lo sabía, pero nunca hablamos de ello. Mis hermanos me dijeron que corrían rumores de que Heli me había enga?ado. Si estaba embarazada, no podía saber si el ni?o era mío. Heli y yo tampoco hablamos de aquello.

—Quizá. Lo dudo. Heli consiguió entrar en la Academia de Música Sibelius, en Helsinki, así que acordamos que después del servicio yo trabajaría mientras ella estudiaba, y que luego me tocaría a mí. En el Ejército yo estaba en la Policía Militar. Después, hice lo que parecía natural y me convertí en poli. Heli fue a la academia. Seis a?os más tarde, obtuvo su máster. En aquella época, Seppo estaba en el consejo de dirección del Teatro Nacional Finlandés. Cuando hablé con sus amigas, más tarde, deduje que llevaban liados desde una semana o dos antes de su graduación, justo cuando yo iba a empezar mis estudios. Supongo que pensó que su relación con Seppo le sería más útil para su carrera que mantenerme mientras yo estudiaba. Heli sólo toma. No hace cosas por los demás.

—?Y tardaste trece a?os en darte cuenta?

—Era joven y tonto, y el amor es ciego.

—Es difícil creer que pudiera ser tan insensible.

—Tardé mucho tiempo en aceptarlo. A veces no conoces a las personas hasta que se han ido.