ángeles en la nieve

—?Crees que me podré ir de vacaciones?

—Es probable. Veamos qué ocurre ma?ana.

—?Podemos hablar ya? —insiste Esko.

Me dirijo hacia mi despacho.

—Vaya si podemos. Sobre obstrucción a la justicia.

Cierro la puerta y nos sentamos. Le planto la revista delante.

—Mira. El maldito auxiliar forense.

—Lo siento mucho —se excusa—, pero...

—Pero nada. Ha sido un acto irresponsable e irrespetuoso. Se han hecho públicos detalles que pueden suponer una traba a la investigación. Voy a denunciarle.

—No estamos seguros de que haya sido Tuomas. Hay otros trabajadores, limpiadores, podrían haber sido diez o doce personas.

—Sabes perfectamente que ha sido el puto auxiliar.

—?Quieres olvidarte del puto auxiliar?

Es la primera vez que oigo gritar a Esko. Me hace callar de golpe.

—No estoy aquí para hablar de eso —continúa—. El laboratorio me ha enviado los resultados del ADN de la escena del crimen y de la autopsia.

Me siento como un bobo; enciendo un cigarrillo.

—?Y qué dicen?

—?Me das uno?

Que yo sepa, Esko no fuma. Le paso el paquete y enciende uno, le da un par de caladas y ordena sus pensamientos.

—El laboratorio encontró muestras de semen en la boca y alrededor de ella. Los test de ADN demuestran que vienen de dos fuentes diferentes.

Siento una incómoda sensación en el estómago que me dice que el caso se está torciendo.

—?Cómo interpretas eso?

—Tuvo que practicar sexo oral con dos hombres diferentes el día de su asesinato.

—?De modo que dices que Seppo tenía un cómplice?

—No puedo decir que Seppo estuviera implicado. No tengo una muestra de su ADN para comparar.

—No le puedo obligar a que me la dé hasta que le acuse formalmente. Puedes sacar una muestra de las pruebas recogidas en su casa. El laboratorio nos las enviará ma?ana.

—Hay más.

Con las puntas de los dedos me masajeo los ojos para combatir el estrés.

—?Qué?

—Hay un tercer perfil de ADN en la escena del crimen. ?Recuerdas la muestra que le tomé de la cara? Tú mismo me pediste que la recogiera.

Asiento. —Lágrimas.

—?Estás seguro?

—Por supuesto que lo estoy.

—Yo no sabía que las lágrimas contuvieran ADN.

—Pues sí.

—Si estamos a cuarenta grados bajo cero y escupo, se congela antes de llegar al suelo. ?Por qué las lágrimas no se congelaron y salieron despedidas?

—Lo he comprobado. Las lágrimas son una solución salina; hacen que el punto de congelación del agua baje. Sólo tienen una décima o duodécima parte del contenido en sal del agua del mar, dependiendo, curiosamente, de la causa que las provoca. Las lágrimas contenían suficiente sal como para mantenerse en estado líquido mientras caían, hasta que dieron contra su rostro. Se esparcieron y se congelaron al instante. La temperatura mínima que puede resistir una solución salina es de 21,1 grados bajo cero. Estábamos a menos cuarenta, así que la sal se cristalizó. Por eso las viste. La luz de tu linterna hizo brillar los cristales de sal.

—Joder. —No se me ocurre qué otra cosa decir.

—Pero ésa no es la noticia. Las lágrimas no pertenecen a ninguno de los hombres a los que les realizó la felación.

—Eso no puede ser cierto —respondo, con la cabeza entre las manos.

él apaga la colilla, estrujándola.

—Pues es cierto.

Levanto la cabeza y me recompongo. Encadeno un nuevo cigarrillo al anterior.

—Practicó sexo oral con dos hombres, que puede que la mataran o no, de forma individual o juntos. Y aparece un tercer individuo. ?Puedo suponer que también es un hombre?

—Sí, un hombre.

—Un tercer hombre le llora encima mientras la están masacrando, o quizá después.

—Correcto. Y aún hay más.