ángeles en la nieve

Tiene ese aspecto marchito que a menudo veo entre las turistas ricas. Tendrá cuarenta y pico, pero vive en un intento desesperado por detener el proceso de envejecimiento con un ejercicio excesivo y pasando hambre, con tratamientos, caras lociones y maquillaje. Raramente funciona, y no lo ha hecho en su caso. Parece mayor de lo que es, y más amargada. En la mujer que tengo enfrente no veo ni rastro de la joven de la que me enamoré.

—Vayamos al grano —arranco—. Tu compa?ero ha perpetrado una carnicería con una joven con la que tenía un lío.

Ella cruza las piernas, apoya las manos sobre la cintura de sus vaqueros de dise?o y se muestra divertida.

—Sí, vayamos al grano. Mi ex marido tiene una venganza pendiente desde hace trece a?os y ha preparado un burdo plan de revancha.

Intento acabar con esta teoría de la venganza que tienen ella y Seppo.

—Con lo egocéntrica que eres puede que te resulte difícil de creer, pero apenas he pensado en ti en muchos a?os. —Se?alo al retrato de Kate—. Llevo una buena vida. Tú no eres motivo para estropeármela.

—Tienes razón, no me lo creo —responde, socarrona—. Y cuando llame a los periódicos y les diga la historia de fondo que hay tras la detención de Seppo, dudo que nadie más te crea. Lo que hice fue un acierto. A estas alturas ya te habrás dado cuenta.

Me está arrastrando a una conversación que no quiero tener, pero no encuentro el modo de frenarla.

—Lo que hiciste fue cruel. Yo no me lo merecía.

—?Merecer? Nadie obtiene lo que se merece. Si fuera así, todos arderíamos en el Infierno. Todos somos culpables.

—Eres toda una filósofa.

—Admite que me odias por lo que hice.

Me pregunto a mí mismo si es cierto.

No te odio. ?Quieres saber qué es lo que creo? Te lo diré. Ya no pienso en lo que me hiciste, pero, cuando lo hago, suelo recordar algo que pasó cuando teníamos unos quince a?os. Era verano, tú estabas en casa de mis padres y yo estaba haciendo algo afuera. Te oí gritar, no parabas de gritar. Pensé que te habrías hecho da?o. Entré corriendo, y tenías un gorrión en las manos. Se había colado en la casa y se había enredado con el papel atrapamoscas de la cocina. Revoloteaba intentando escapar y se había roto la mayoría de las plumas. Cuando llegué, me lo pusiste delante: ?Ayúdalo, ayúdalo?, dijiste. Siempre me pregunté cómo podías haber sentido tanta compasión por aquel pájaro y tan poca por mí.

Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro. Pasan más de tres minutos. Siento el dolor de anta?o, que emerge de nuevo, e intento borrarlo. No tengo ni idea de qué está pensando. Separa las piernas y vuelve a cruzarlas, se alisa una arruga invisible en la pernera de sus pantalones.

—Yo también me lo he preguntado, pero no la sentía.

Espero.

—?Qué hiciste con el pájaro? —pregunta—. No me acuerdo.

Es un recuerdo desagradable. Me sorprende que lo haya borrado. Me siguió afuera y vio como lo maté.

—Me lo llevé al patio delantero y lo maté de un pisotón para acabar con su sufrimiento.

Pasa otro minuto.

—Te aceptaré ese vaso de agua.

Se lo sirvo de una garrafa que tengo en un aparador y se lo paso.

—Dime qué quieres saber.

—?Sabías que Seppo tenía un lío con Sufia Elmi?

—No.

—?Ni idea?

Suspira.

—Seppo tiene algún lío de vez en cuando. No hago caso. Siempre acaban por pasar.

—?Y eso no te molesta?

—Eso no es asunto tuyo.

Tiene razón. Debería centrar el interrogatorio en Seppo. Sé que tiene una fortuna familiar y que por eso ha formado parte de la directiva de diversas empresas e instituciones, pero últimamente le he perdido la pista. No sé a qué se dedica.

—?Tiene Seppo algún tipo de trabajo, alguna responsabilidad?

Ella niega con la cabeza.

—Ya no. Es rico, no tiene que hacer nada.

—?Alguna vez ha sido violento contigo?

—Seppo es incapaz de ser violento. La simple visión de la sangre le pone enfermo. Si se corta mientras se afeita, grita.

ése es el hombre por el que me dejó. Impresionante.

—?Bebe mucho?

—Sí, bebe.

—?Muestra algún comportamiento psicótico cuando está bebido?

Ella pone cara de aburrimiento.