ángeles en la nieve

Abdi levanta las manos, juntando las yemas de los dedos, largos y finos, del doble del tama?o que los míos. Tiene cicatrices en la cara y el aspecto de un pastor, como si toda una vida de sufrimiento le hubiera marcado el cuerpo y le hubiera convertido en una criatura espiritual.

—En Finlandia —explica Abdi— regento una empresa de limpieza. La gente que trabaja para mí pasa el aspirador y vacía la basura de negocios como los suyos. Mi nivel de finlandés no me permite obtener el título de médico en Finlandia, pero estudié en la Sorbona, y en Somalia era médico. Le aseguro que, sea lo que sea lo que le han hecho a mi Sufia, no será nada que no haya visto en Mogadiscio. Mi esposa vio a Sufia tal como llegó al mundo; puede verla tal como va a abandonarlo.

El finlandés de Abdi es artificioso, pero excelente. Quizá no lo escriba tan bien como lo habla.

—?Puede esperar a que un técnico prepare a Sufia para su visita?

Abdi observa a Jorma por encima de unos dedos como tentáculos.

—No.

Jorma se retuerce las manos, como si se las lavara de toda responsabilidad.

Bajamos a la sala de embalsamamiento, en el sótano. Se oye la vibración de una máquina. Sufia está desnuda, en el mismo tipo de mesa usada durante su autopsia. La máquina le está extrayendo la sangre restante. El embalsamador da sorbos a una Pepsi. Parece sorprendido de vernos, como si hubiéramos violado su espacio. Apaga la máquina succionadora.

En silencio, observamos a Sufia. El tormento que ha sufrido, el da?o que le han hecho, tanto pre mortem como post mortem, es tan evidente como si estuviera por escrito. Aun así, nunca he visto un cuerpo con un aspecto tan poco humano, tan desprovisto de vida. No puedo entender por qué ha insistido tanto Abdi.

Hudow contiene un chillido. Abdi le pasa un brazo por la espalda. Ella se gira y vomita en el suelo. Cuando acaba, levanta la cabeza de nuevo e intenta mantener la compostura. Habla un finlandés muy pobre.

—Lo siento. Yo limpio.

Jorma se cruza de brazos.

—No es necesario.

Abdi se me queda mirando.

—Ahora, en mi presencia, la de mi hija y la de su madre, usted me dirá cómo piensa llevar a cabo la investigación del asesinato de nuestra hija, y cómo será castigado su asesino.

Quería dejar las cosas claras y lo ha hecho a la perfección. Desde que vi por primera vez la escena del crimen, me he planteado este caso con una tremenda seriedad. No obstante, ahora me siento como si todas nuestras vidas dependieran de él. Miro a Sufia, luego a Abdi y a Hudow, que tiene la cabeza erguida. Ha recuperado la compostura y es la viva imagen de la fuerza y la nobleza.

El olor del vómito mezclado con el del cloroformo es sofocante. Intento no pensar en ello. Le concedo a Abdi lo que desea y empiezo por el principio, le cuento todo lo que le hicieron a Sufia, todo lo que hemos hecho para encontrar a su asesino y lo de la detención de Seppo.

Cuando acabo, Abdi pregunta:

—?Cómo es posible que no sepan si Sufia fue violada?

—Tal como le he dicho, y como puede ver, ha sufrido graves lesiones en la zona genital.

Abdi se inclina sobre el cuerpo de Sufia y lo observa.

—Espero que se haya dado cuenta de que Sufia se sometió al rito que la hizo mujer cuando era una ni?a. Si no hubiera sido violada, estaría intacta. Está claro que, antes de la agresión, estaba intacta. Le ruego que no me pida que sea más explícito en presencia de su madre. No está intacta, luego fue violada.

Abdi quería la verdad, pero ahora estamos en un terreno nuevo y peligroso. No me siento con fuerzas de contarle lo que sé sobre las relaciones sexuales de Sufia. Me temo que sea demasiado incluso para él.

—No puedo descartar la posibilidad de que Sufia hubiera tenido relaciones sexuales consentidas.

Hudow baja la vista y luego mira alrededor. El embalsamador está limpiando el suelo con papel.

—Yo sé gente dice cosas sobre hija —explica—. Esas cosas no verdad. Nosotros no ver películas, no queremos ver, pero Sufia actriz. Películas actuar. Sufia buena chica. Abdi y yo no gusta que ella está en las películas, pero orgullosos de quién era. Yo orgullosa de ella. Ella seguía buena incluso rodeada de gente mala.