ángeles en la nieve

—Llamaré al abogado. Esta mierda no durará mucho —asegura, dirigiéndose hacia el BMW.

—No —la detengo—, ese coche queda incautado. Deme las llaves.

Me lanza una gélida mirada de odio, me deja caer las llaves en la mano, se sube en el Honda que hay al lado y se aleja.

Apoyo una mano sobre la cabeza de Seppo y le ayudo a entrar en la parte trasera del coche patrulla; luego me siento al volante. Valtteri se sienta a mi lado. Salgo a la carretera que va de Levi a Kittil?. Los focos horadan la oscuridad e iluminan una carretera helada de dos carriles que corta un enorme campo nevado por la mitad. Es como conducir por un paisaje lunar.

Seppo no abre la boca. Una confesión simplificaría las cosas. Le miro por el retrovisor.

—Seppo, ?por qué mataste a Sufia?

él hace una mueca de extra?eza, luego parece acongojado y se queda lívido. No responde inmediatamente.

—?Qué Sufia?

No parece entender que ya he establecido una conexión entre ellos.

—Tu novia Sufia.

Otra pausa.

—Quiero hablar con un abogado.

—Puedes hacerlo, después de que se te acuse formalmente. Tengo setenta y dos horas para hacerlo. Estás atrapado, Seppo, vete acostumbrándote a la idea. Te enfrentas a una condena de doce a?os. Si confiesas, quizá mostrando cierto remordimiento, conseguirás rebajar la sentencia. Si puedes demostrar que la mataste por algún problema emocional o si hay alguna otra circunstancia atenuante, puede que te lo dejen en siete. Después de perpetrar una carnicería así, no debería resultarte muy difícil. Eso sería recuperar cinco a?os de vida.

—Tú sabes que yo no he matado a nadie.

—Podemos empezar así si quieres, pero los dos sabemos que hay modos mejores.

—Después de trece a?os, ahora de pronto quieres tomarte la revancha. ?Por qué?

Pasa un rato. Por el retrovisor veo cómo se va poniendo nervioso. Se mueve en el asiento.

—Me follé a Heli. Me quería a mí y no a ti, así que me follé a tu mujer. Te la quité. Yo gané y tú perdiste, y ahora los dos sabemos que es eso de lo que se trata.

Está intentando provocarme. Pienso en el aspecto que tiene Heli ahora y en cómo se comporta.

—Sí, desde luego eres un hombre de suerte.

Vuelve a quedarse callado.

—Eso fue hace mucho tiempo —continúo—. Estás detenido porque las pruebas hacen pensar que tú mataste a Sufia Elmi, no por un motivo personal. En cuanto a Heli, toda para ti. ?Qué le cortaste primero a Sufia, el rostro o la vagina?

Se encoge como si le acabara de dar una bofetada y cierra los ojos. Tarda unos treinta segundos en recuperarse. Se echa adelante y aprieta la cara contra la reja que nos separa.

—Te vi en el Hullu Poro con la pelirroja. Me han dicho que te has casado con ella.

No le respondo.

—Es muy guapa.

—Mi esposa queda fuera de esta conversación. ?Entendido? —le advierto.

—Dado que me has arrestado sin ningún otro motivo más que el de que me odias, no veo por qué debe quedar nada fuera de esta conversación.

Me ha tocado la fibra, y yo le he avisado. Me sigue provocando: —?Se trata de eso? ?Tienes miedo de que me la folie también a ella? Dentro de un par de días, cuando me quite de encima toda esta mierda, quizá le haga una visita. Apuesto a que nos llevaremos bien. ?Tú qué opinas?

Veo a Sufia helada, en la oscuridad, desnuda entre la nieve manchada de sangre, mirándome con sus cuencas vacías. Sufia se convierte en Kate, con el cuerpo torturado y mancillado. Primero se me nubla la visión, luego es como si un enjambre de moscas negras me cubriera los ojos y oigo un zumbido agudo. Empieza a dolerme el brazo izquierdo, como si fuera a sufrir un ataque al corazón. Consigo parar el coche en el arcén.