ángeles en la nieve

—Ya lo arreglaremos. Buscaré a alguien que te ayude.

Al cabo de un rato cae rendida de agotamiento. Llamo a una vecina, la despierto, le explico lo sucedido y le pregunto si puede ver cómo esta Kate por la ma?ana. Limpio los cristales y la sangre, arreglo el salón, luego desmonto nuestra cama y la llevo abajo. Ni siquiera el zumbido del destornillador eléctrico al montar de nuevo la cama la despierta. Tenemos un peque?o ba?o junto al vestíbulo, de modo que, por lo menos, así no tendrá que preocuparse por las escaleras.

El reloj marca las dos. Otra noche que no voy a descansar mucho. La cojo en brazos, la meto en la cama y me acurruco a su lado. Kate abre de pronto los ojos.

—?Qué hay de tu investigación de asesinato? —pregunta.

—El caso ha dado un vuelco.

—?Quién lo hizo?

Es tarde, no quiero hablar de ello y no quiero que se ponga de mal humor.

—Te lo contaré ma?ana.





9


Salimos en dos coches patrulla; Antti y Jussi van en uno; Valtteri y yo, en el otro. Empieza a nevar. Por el camino, le cuento a Valtteri lo de las pruebas contra Seppo y mi conversación con el jefe.

—Así que vais a arrestar a Seppo Niemi —suelta—. Desde luego, los caminos del Se?or son inescrutables.

No va más allá. Es un tema del que la gente no suele hablar conmigo.

Entramos en la finca de la casa de invierno de Seppo. Es más grande que la mía y tiene una hectárea de terreno. Le costó un montón de dinero. Aparcamos detrás de un BMW 330i gris. Salgo y echo un vistazo a los neumáticos con una linterna: Dunlop Winter Sport. Valtteri llama una grúa para que se lo lleven al garaje de la Policía. Los cuatro nos dirigimos a la puerta y llamo.

Mi ex mujer, Heli, abre la puerta. No la he visto desde hace trece a?os, desde que me dejó por Seppo. Estuve en el hospital unos días, después del disparo. Nunca vino a verme ni respondió a mis llamadas. Cuando volví a casa, sus cosas ya no estaban. Se negó a volver a verme, o incluso a hablarme. Al cabo de unas semanas, recibí los papeles del divorcio por correo.

Está sudando, lleva ropa de deporte ajustada y se oye música techno. La hemos pillado en medio de su sesión de gimnasia. Cuando estábamos juntos era muy atractiva. Incluso entonces cuidaba mucho su físico. Me cuesta trabajo asociar la imagen de la chica con la que me casé a la de la mujer que tengo delante. Una combinación de dieta, ejercicio y bulimia se han cobrado su precio. Se ha quedado en nada y está vieja, cansada y desnutrida: una fanática del gimnasio con el pelo te?ido y un falso moreno, como sí se resistiera a aceptar la idea de la belleza perdida.

Sacude la cabeza y entrecierra los ojos, como si estuviera viendo un fantasma.

—Hola, Kari. ?Qué te trae... —mira alrededor—, a ti y a tus amigos, por aquí?

—Tengo una orden de detención contra Seppo Niemi y otra de registro para la finca. Por favor, hazte a un lado.

Ella permanece inmóvil.

—?Te estás quedando conmigo? ?De qué se le acusa?

—Hablaré de eso con Seppo.

Se echa a reír.

—Si querías ver cómo me iba, habría sido más fácil venir a tomar café.

—Por favor, hazte a un lado.

—Será una broma. Todo tú eres una puta broma. Vete a casa, Kari.

Intenta cerrar la puerta, pero le doy un empujón. Sale disparada y va a dar contra la pared interior.

—Le he pedido que se aparte, se?ora.

Parece asustada, y da un paso atrás. Entramos los cuatro.

—Valtteri, que no se mueva de aquí —ordeno.

Valtteri la saluda usando la jerga laestadianista: