ángeles en la nieve

—Inmaculado como la nieve virgen.

—?Y los pulmones?

—Rosados como el día en que nació.

Intento ver a Sufia tal como era.

—Hoy mismo he registrado su apartamento; había botellas de licor y colillas por todas partes.

—A menos que tenga vicios nuevos, no eran suyas.

—Tenemos el laboratorio de ADN a disposición las veinticuatro horas. Las bolsas de pruebas de su habitación están en el maletero de mi coche. Cuando hayas acabado, las enviaremos con tus muestras a Helsinki en el próximo avión. Podríamos saber de quién son al cabo de un día o dos.

Esko le abre el estómago. El olor no es nada agradable. Vuelca el contenido en un recipiente. Luego desliza un escalpelo por la cabeza de Sufia, a través de la frente, de oreja a oreja. Le levanta la piel en dos faldones.

—Los golpes asestados en la cabeza con un instrumento romo provocaron una fractura en la parte frontal del cráneo.

Le rebana el cráneo con una sierra eléctrica Stryker y luego levanta la tapa como si le quitara un sombrero. Corta la unión del cerebro con la médula espinal y lo levanta para cortar unas muestras con su cuchillo del pan. Cuando acaba, Esko se deja caer en una silla, exhausto. El auxiliar empieza a coser el cadáver.

—Tenemos a esta chica —recapitulo—. Parece ser una fumadora compulsiva que vive sumida en el alcohol, pero resulta que no bebe ni fuma, así que supongo que tendrá un novio que sí lo hace.

—Es lógico pensarlo.

—Practica el sexo sin disfrutarlo. Vive y muere mutilada. Puede que eso signifique algo, que haya algún tipo de simbolismo.

—Podría ser.

Yo sigo dándole vueltas.

—Dime cómo te imaginas lo que ocurrió.

—ése es tu negociado.

—Pero yo te pregunto a ti.

Se toma un segundo.

—Creo que el asesino la secuestró en algún lugar, usó el cuchillo para intimidarla y la cuerda para controlarla. Le hizo cortes para que se asustara y se dejara llevar. Quizá la violara en algún momento.

—El semen. ?Estás seguro de que no hay modo de saber si era suyo, si fue violada?

—Está tan destrozada que no puedo decirte nada más —responde él, encogiéndose de hombros—. Ojalá pudiera. La carnicería que organizó hace pensar en un plan, pero no imagino cuál era.

—Intentemos aclararlo. ?Qué crees que ocurrió antes de que se la llevara al campo nevado? ?Y qué hizo una vez allí?

—Sabemos lo que hizo allí debido a la sangre diseminada por la nieve. Le sacó los ojos, le cortó un trozo de piel del pecho, le practicó una profunda laceración en el vientre y le introdujo la botella en la vagina.

—Por lo menos durante una parte del tiempo estaba consciente —apunto yo—, porque se revolvió en la nieve.

Esko permanece un instante en silencio y luego se cubre el rostro con las manos.

—Creo que lo tengo —anuncia por fin; baja las manos y me mira—. La secuestra usando el cuchillo y la cuerda. Quizá la viola, quizá la obliga a hacerle una felación, o quizá no hace ninguna de las dos cosas. En cualquier caso, la golpea en la cabezo con el martillo y la deja sin sentido. Se la lleva en coche al campo nevado. Cuando la arrastra por la nieve, ella aún está inconsciente por la contusión. El asesino quizá llega a pensar que está muerta y se pone manos a la obra. Le corta un pedazo de piel del pecho, le saca los ojos con la botella y se la inserta en la vagina. Entonces le hace la profunda incisión en el abdomen, quizá con la intención de cortarla por la mitad.

Veo adónde va a parar y le interrumpo:

—No puedes decirlo en serio.

—Sí, lo digo en serio. La está cortando por la mitad y ella se despierta, empieza a agitarse, a gritar y a hacer ruido. él se asusta, así que le corta la garganta para acabar el trabajo.