ángeles en la nieve

Tengo la sensación de que Jaakko va a ser como un grano en el culo, pero, por lo menos, ahora sé dónde se alojaba Sufia. Realizo algunas llamadas, consigo una orden de registro para su habitación del hotel y otras para obtener sus datos bancarios y su registro de llamadas; luego me pongo en marcha, a ver qué saco de la habitación de Sufia.

Estoy cansado, así que paro en una gasolinera y me compro un café grande para llevar. Necesito despejarme. La gasolinera está en medio de un campo nevado atravesado por una carretera de dos carriles. En la oscuridad, los grandes rótulos de neón se reflejan en la nieve como trazos hechos con lápices de colores sobre una hoja de papel sucio. Me apoyo en el coche, fumo, doy un sorbo al café hirviendo y, a través del vapor que desprende, observo el parpadeo de las luces que se encienden y se apagan.

Mi siguiente parada es el Pine Woods Cottages. Quizá secuestraran a Sufia en su propia habitación; en ese caso, con una buena investigación, el asesinato podría resolverse enseguida. Me dirijo a la oficina del director y consigo las llaves, y le indico que la habitación de Sufia es el escenario de un crimen y que nadie puede entrar hasta que yo diga lo contrario. Me explica que la camarera no la ha limpiado desde hace cinco días; Sufia no quería que nadie entrara en su habitación.

Saco las cajas de pesca con el equipo de investigación del maletero del coche y me detengo a mirar alrededor. No son chalés, como dice el nombre, sino más bien un motel. Doce de las habitaciones comparten un tejado y una fachada de troncos. El lugar tiene un aspecto agradable. Venir a pasar las vacaciones esquiando en el Levi es caro. Incluso un lugar como éste cuesta unos cientos de euros a la semana. El forfait y el alquiler de esquís sale por otros cien euros y una cerveza cuesta cinco. Si se quiere hacer algo como montar en trineo de perros por una granja de renos con almuerzo incluido —algo exótico para quien no vive aquí—, cuesta ciento cincuenta por tres horas. Con estos precios, los turistas esperan que las cosas se hagan bien.

La temperatura ha subido hasta los catorce bajo cero y los arrastres han vuelto a abrir. Unos focos cegadores atraviesan la oscuridad y los iluminan, y desde la puerta de Sufia tengo una buena panorámica de las pistas. Cientos de puntos negros van bajando por la ladera. Aun así, aquí se disfruta de cierta intimidad. Podría ser el escenario del secuestro, si ella no planteó resistencia, pataleó ni gritó. Puede que bastara con un cuchillo y una cuerda alrededor del cuello.

No hay huellas en la nieve frente a su puerta. La última nevada acabó ayer hacia mediodía, así que ella estuvo fuera de este lugar por lo menos dos horas antes de su asesinato. Albergo la esperanza de encontrar un caos en la habitación, sangre y se?ales de una lucha violenta. Si consigo aislar la sangre del asesino y obtener una muestra de ADN, habré avanzado mucho en la resolución del asesinato.

Hay un cartel de ?No molesten? colgado de la puerta. Entro y hago un primer reconocimiento ocular. Es un apartamento espacioso y decorado con gusto. Hay un salón y un dormitorio, y un ba?o con sauna. También hay botellas de cerveza y de licor vacías por todas partes. Quizá por el hecho de que era musulmana se avergonzaba de consumir alcohol, y por eso no quería que la camarera limpiara hasta haberse deshecho de las botellas.

Sobre una mesita hay un cenicero desbordado. Echo un vistazo a las colillas: todas son de Marlboro Lights. Me tomo un momento para ponerme en ambiente, para intentar entender lo que pudo haber ocurrido en este lugar. No hay nada roto ni manchas de sangre a la vista. Sólo está un poco desordenado.