ángeles en la nieve

—Inspector —dice Antti, que siempre me llama Kari, será que intenta decirme que es sincero—, estaba de mal humor por mis vacaciones y he dicho algo que no quería decir. —Mira a Valtteri como si se temiera que pudiera volver a abofetearle—. Entiendo la importancia de este caso, y no me importa cancelar mis vacaciones para colaborar en él.

Podría despedirlo si no me hiciera falta, pero lo necesito, y no quiero que presente una queja contra Valtteri.

—Y a cambio de olvidar ese comentario racista, en el que sugerías que la víctima de esta investigación no merece justicia debido al color de su piel, ?olvidarás tú la bofetada de Valtteri por haberte comportado como un capullo?

Asiente.

—?A ti te parece bien, Valtteri?

Valtteri se sienta, aparentemente incómodo. Sí.

Intento dejar atrás ese mal momento actuando como si no hubiera sucedido.

—Jussi, trabaja con los moldes de cera de las huellas del coche. Son nuestra mejor pista. Usa la base de datos, descubre a qué marcas y modelos pueden corresponder. No debería llevarte mucho tiempo. Y haz lo que puedas con las huellas de zapatos. Cuando acabes, ayuda a Antti. Dentro de un día o dos sabremos quién disponía en Kittil? y Levi de algún vehículo que lo pueda convertir en un posible sospechoso.

Jussi asiente.

—?Lo ves, Antti? —pregunto—. No es tan difícil.

—Lo veo.

—Valtteri —prosigo—, tú trabaja localmente. Elabora una lista de racistas y delincuentes sexuales conocidos. Entérate de dónde estaba cada uno de ellos. Eso tampoco debería llevarte tanto tiempo. Yo conseguiré el número de serie de la botella de cerveza, para que puedas buscar dónde se vendió.

—Muy bien.

—El lugar donde se alojaba Sufia es una escena del crimen potencial de segundo orden. Investigaré dónde vivía, recogeré pistas y huellas y luego iré a ver la autopsia. Después intentaré averiguar dónde estaba cuando la secuestraron. ?Alguna pregunta?

Nadie tiene preguntas. La imagen de Sufia sigue cubriendo la pared. Nos mira con las cuencas de los ojos vacías. Enciendo las luces.





6


Me retiro a mi despacho. Valtteri me sigue y se sienta en el borde de mi escritorio.

—?Ya has hecho las paces con Antti y os habéis dado un par de besitos?

—No.

—?Vas a hacerlo?

—No.

No lo culpo.

—?Quieres hablar de ello?

—No.

Ni siquiera pueden arreglarlo con unas cervezas. Valtteri no bebe. Su religión se lo prohíbe. Le prohíbe un montón de cosas que para la mayoría son formas básicas de entretenimiento, como, por ejemplo, ver la televisión o bailar. Los laestadianistas tienden a llevar una vida pasiva, bastante ascética. Son gregarios y no suelen relacionarse con gente de fuera de su iglesia.

En Kittil? tenemos una comunidad laestadianista bastante grande. Valtteri ha cumplido ya treinta y ocho a?os, dos menos que yo, y tiene ocho hijos. Su esposa tiene su edad y parece que tenga cincuenta. Tuvieron su último hijo hace cuatro a?os. Su religión también prohíbe los anticonceptivos, así que o uno de ellos se ha vuelto estéril o es que su vida sexual ha llegado a su fin.

Por lo que yo sé, Valtteri no quiere ser nada más que sargento de Policía de una localidad peque?a. Los laestadianistas no toman parte en ningún tipo de competición. Parece satisfecho con formar parte de su comunidad religiosa y cuidar de su familia. Llevamos trabajando juntos varios a?os, y es la persona más tranquila que conozco. Salvo por el bofetón a Antti de hoy.

—?Por qué quieres que investigue a tu padre? —me pregunta.

—Papá no ha matado a nadie, pero tenemos que hacerlo. Investigamos a todo el mundo.

—Tal como has dicho, no ha matado a nadie. No veo la necesidad de investigar a tu familia.

No entiendo por qué le da tanta importancia. Quizá sea algo de los laestadianistas. Ellos hacen un montón de cosas que no entiendo. Estoy empezando a pensar que Valtteri sabe algo sobre papá.

—A todo el mundo.

Valtteri aún parece preocupado.

—Probablemente estaba en el trabajo.