ángeles en la nieve

Papá trabaja en la barra de un antro cerca del centro. Tiene un grave problema con la bebida, pero por lo que yo sé nunca ha tomado una gota de alcohol detrás de la barra. Muchas veces me he preguntado si todo ese alcohol a su alrededor no le crea una insoportable ansiedad mientras sirve a los clientes.

—Lo cierto es que mi padre estaba bebido y de mal humor anoche —explico—, y no le pregunté dónde estaba porque no quería discutir con él. Para mí es más fácil si lo compruebas tú. ?Te importa?

—No hay problema. ?Sabías que Antti fuera tan racista?

—Antti estaba de mal humor; no es peor que la mayoría. él no ha matado a la chica, estaba de servicio con Jussi.

—Aun así.

—?Estás seguro de que no quieres hablar de ello?

—No hay nada de que hablar.

Valtteri nunca habla mucho; es uno de los motivos por los que me gusta. Mi teléfono suena y él se va para dejarme hablar en privado.

—Vaara —respondo.

—Al habla Jukka Selin, del Departamento de Policía de Helsinki. Pidió que se notificara la muerte de Sufia Elmi a sus padres.

—Sí.

—Los he visitado con un pastor, y no ha ido muy bien. Quieren hablar con usted. —Me da sus nombres, Abdi y Hudow, y su número de teléfono.

Los llamo inmediatamente. Responde al teléfono una mujer. Estoy nervioso y no sé qué decir, así que empiezo a hablar:

—Se?ora, soy el inspector Kari Vaara, del Departamento de Policía de Kittil?.

—Anteeksi?—responde ella: ??disculpe??.

Incluso esa única palabra en finlandés resulta casi ininteligible. Vuelvo a presentarme.

—Disculpa, voy buscar hombre.

Me preocupa que no hablen suficiente finlandés como para que pueda hacerme entender. El marido se pone al teléfono.

—Abdi.

—Se?or, soy el inspector Kari Vaara. Soy agente de Policía en Kittil?. Creo que quería hablar conmigo sobre Sufia.

—?Qué le ha pasado?

Aún no encuentro palabras, así que le repito lo que ya sabe.

—Sufia ha muerto, se?or. La han asesinado.

Pasan unos segundos de silencio.

—?Quién la ha matado?

—Aún no lo sé. Estoy haciendo todo lo que puedo para descubrirlo.

—?Es usted el encargado de descubrirlo?

—Sí.

—Pues hágalo. Deme su número de teléfono.

Le doy mi teléfono del trabajo y el móvil.

—Mi mujer y yo saldremos en coche de Helsinki y estaremos allí ma?ana, para ver a nuestra hija. Y a usted.

Llamo a Jaakko Pahkala. Lo conozco desde mis tiempos de poli en Helsinki. Trabaja de redactor externo para un periódico de Helsinki, el Ilta-sanomat, y también para la revista de cotilleos Seitsem?n P?iv?? y para un periodicucho de sucesos, el Alibi. Hay poco sobre los movimientos de nuestros famosos que Jaakko no sepa.

—Soy Kari Vaara. Sufia Elmi está de vacaciones en Kittil?. ?Sabes dónde se aloja?

—Sí, y te lo diré si me cuentas por qué me lo preguntas.

—Porque está muerta —respondo. No pretendía ser tan brusco. El día no está transcurriendo como esperaba.

—Dios Santo —exclama—. ?Y cómo ha sido?

No parece que lo lamente; parece más bien estar ansioso por descubrir los detalles. A Jaakko le encanta su trabajo.

—La mataron ayer. Te daré la exclusiva y te enviaré el informe policial antes de introducirlo en la base de datos policial si me ayudas.

—Por supuesto. Está..., estaba en el Pine Woods Cottages.

Conozco el lugar. Está a un paseo de las principales pistas de esquí. Le doy las gracias y me da su número de fax.

—Vendré en el vuelo de la noche —decide.

—No hace falta. Yo puedo mantenerte informado.

—Hasta pronto —se despide, y cuelga.