Esta vez no negó de inmediato que había visto alguna cosa.
—Hay un hombre ahí —explicó. Empecé a girarme y me pidió—: No, no mires.
—?Qué tiene de especial?
—Nada —respondió.
Suspiré, y probablemente también puse los ojos en blanco.
—Hablemos claro, Cyn, no puedes quedarte mirando a un tipo sólo por…
—Parece Todd —me interrumpió.
?Vale —me dije—. Ya hemos pasado antes por esto. No te alteres?.
—De acuerdo —contesté—. ?Qué tiene de especial que lo hace parecido a tu hermano?
—No lo sé; pero hay algo. Tiene el mismo aspecto que tendría Todd hoy en día.
—?De qué estáis hablando? —preguntó Grace.
—No te preocupes —le dije, y a?adí dirigiéndome a Cynthia—. Dime qué aspecto tiene, y me daré la vuelta disimuladamente para verle.
—Tiene el pelo negro y lleva una chaqueta marrón. Está comiendo comida china. Justo ahora se está comiendo un rollito de primavera. Es como una versión en joven de mi padre, y en mayor de Todd, de verdad.
Di la vuelta lentamente en mi taburete, como si echara un vistazo a los diferentes establecimientos de comida para ir a comprar algo más para comer. Lo vi; estaba recogiendo con la lengua los trocitos que se le caían del rollito a medio comer. Había visto algunas fotos de Todd en la caja de recuerdos de Cynthia, y me imaginé que, si ahora tuviera unos treinta o cuarenta a?os, su aspecto podría ser parecido al de aquel tipo. Con algo de sobrepeso, cara pálida, pelo negro, de un metro ochenta más o menos, aunque era difícil decirlo porque estaba sentado.
Me volví de nuevo.
—Tiene el mismo aspecto que millones de personas —dije.
—Voy a acercarme a verlo mejor —decidió.
Antes de que pudiera protestar ella ya se había puesto en pie.
—Cari?o —dije mientras pasaba a mi lado, e hice un intento desganado de agarrarla por el brazo, pero fallé.
—?Adónde va mamá?
—Al lavabo —respondí.
—Yo también tengo que ir —dijo Grace, moviendo las piernas adelante y atrás para ir echando vistazos a sus nuevas zapatillas.
—Luego te llevará —indiqué.
Observé a Cynthia mientras daba la vuelta alrededor de la planta, en dirección contraria a donde se encontraba el hombre. Pasó junto a todos los establecimientos de comida rápida, acercándose a él por detrás. Al llegar a su altura, se alejó en línea recta, fue hacia un McDonald's y se puso en la cola, mirando de vez en cuando, con el aire más natural posible, al hombre que creía que guardaba un asombroso parecido con su hermano Todd.
Cuando volvió a la mesa y se sentó le dio a Grace un helado de chocolate en un vaso de plástico. La mano le temblaba al depositarlo sobre la bandeja de Grace.
—?Yupi! —exclamó Grace.
Cynthia no prestó ninguna atención a la expresión de gratitud de su hija. Me miró a mí y dijo: —Es él.
—Cyn.
—Es mi hermano.
—Vamos, Cyn. No es Todd.
—Pude observarle bien. Es él. Estoy tan segura de que es mi hermano como de que Grace está aquí sentada.
Grace levantó la vista de su helado.
—?Tu hermano está aquí? —Su curiosidad era genuina—. ?Todd?
—Cómete el helado —le dijo Cynthia.
—Sé cómo se llama —replicó Grace—. Y tu padre se llamaba Clayton, y tu madre, Patricia —a?adió, recitando los nombres como si estuviera pasando un examen oral.
—?Grace! —le espetó Cynthia.
Noté que el corazón se me empezaba a acelerar. Aquello sólo podía ir a peor.
—Voy a ir a hablar con él —afirmó Cynthia.
Bingo.
—No puedes hacerlo —le dije—. Mira, no tiene ningún sentido que sea Todd. Por el amor de Dios, si tu hermano anduviera por ahí, pudiera ir al centro comercial y comer comida china en público, ?no crees que se hubiera puesto en contacto contigo? Además, él te habría visto hace un momento. Parecías el inspector Clouseau, dando vueltas a su alrededor sin ningún disimulo. Se trata de un tipo cualquiera que guarda un parecido razonable con tu hermano. Si vas a donde está y empiezas a hablar con él como si fuera Todd, va a alucinar…
—Se va —me interrumpió Cynthia, con una nota de pánico en la voz.
Me di la vuelta. El tipo estaba en pie, limpiándose por última vez la boca con la servilleta; luego la arrugó y la dejó en el plato de papel. Dejó la bandeja allí en la mesa, no la llevó hasta la papelera, y empezó a caminar en dirección a los lavabos.
—?Quién es el inspector Clusó? —preguntó Grace
—No puedes seguirle hasta el lavabo —advertí a Cynthia.
Ella se quedó allí sentada, inmóvil, observando al hombre mientras éste tomaba el pasillo que llevaba hacia los ba?os. Tendría que salir en algún momento, y ella podía esperar.
—?Vas a ir al lavabo de chicos? —preguntó Grace a su madre.
—Cómete el helado —le dijo Cynthia de nuevo.