Sin una palabra

Encontré a Rolly en su despacho, sentado frente al ordenador y mirando algo en el monitor. Se?aló hacia la pantalla.

 

—Quieren aún más exámenes. Dentro de poco, no tendremos tiempo para ense?arles nada. Sólo les haremos exámenes desde que lleguen aquí hasta que se vayan.

 

—?Cuál es la historia de esa chica? —pregunté.

 

No hacía falta que le recordara de quién estaba hablando.

 

—Jane Scavullo, sí; qué lástima de chica —respondió—. Creo que ni siquiera tenemos una dirección fija de ella. La última que tuvimos de su madre es de hace un par de a?os, creo. Se fue a vivir con un tío y se llevó a su hija con ella.

 

—La pelea de ahí fuera… —continué—. De hecho creo que en los últimos meses ha mejorado mucho. No se ha metido en tantos líos, ha estado menos arisca. Quizás este nuevo novio de su madre ha sido realmente una mejora.

 

Rolly encogió los hombros y abrió una caja de galletas que tenía sobre el escritorio.

 

—?Quieres una? —me ofreció, alargando la caja hacia mí.

 

Cogí una de vainilla.

 

—Todo esto está acabando conmigo —dijo Rolly—. Las cosas ya no son como cuando empecé. ?Sabes lo que encontré el otro día detrás de la escuela? No sólo latas de cerveza sino también pipas de crack y, no vas a creértelo, una pistola. Bajo los arbustos, como si a alguien se le hubiera caído del bolsillo; o quizá la habían escondido allí.

 

Hice un ademán con los hombros. Aquello no era precisamente una novedad.

 

—Por cierto, ?cómo va todo? —preguntó Rolly—. Hoy pareces… no sé, alicaído. ?Estás bien?

 

—Un poco, quizá —respondí—. Problemas en casa. A Cynthia le está costando dejar que Grace pruebe la libertad.

 

—?Todavía sigue buscando meteoritos? —preguntó. Rolly había estado en casa con su mujer Millicent unas cuantas veces, y le encantaba hablar con Grace. En una ocasión ella le había ense?ado su telescopio—. Una ni?a lista. Debe de haberlo heredado de su madre.

 

—Sé por qué lo hace. Quiero decir que si yo hubiera tenido la clase de vida que Cynthia ha tenido me tomaría las cosas un poco en serio; pero mierda, no sé… Dice que hay un coche.

 

—?Un coche?

 

—Un coche marrón. Lo ha visto un par de veces, mientras andaba con Grace hacia la escuela.

 

—?Ha pasado algo?

 

—No. Hace dos meses fue un monovolumen verde. El a?o pasado Cynthia estaba convencida que tres días a la semana había un tipo con barba en la esquina que las miraba de una forma extra?a.

 

Rolly dio otro mordisco a la galleta.

 

—Quizás ahora sea por lo del programa.

 

—Creo que eso ha influido. Además este a?o se cumplen veinticinco de la desaparición de su familia. Esto le está resultando muy duro.

 

—Debería hablar con ella —comentó Rolly—. Es hora de bajar a la playa.

 

En los a?os que siguieron a la desaparición de su familia, de vez en cuando Rolly apartaba a Cynthia de las manos de Tess por un rato. Se compraban un helado en el Carvel de la esquina de Bridgeport Avenue y Clark Street, y luego daban un paseo por la orilla del estrecho de Long Island; en ocasiones hablaban, en otras no.

 

—Creo que sería una buena idea —dije—. Y también vamos de vez en cuando a ver a esa psiquiatra, una mujer, ya sabes, para hablar de cosas. La doctora Kinzler. Naomi Kinzler.

 

—?Y cómo va?

 

Me encogí de hombros y luego espeté:

 

—?Qué crees que ocurrió, Rolly?

 

—?Cuántas veces me lo has preguntado, Terry?

 

—Sólo me gustaría que todo esto acabara para Cyn, que pudiera obtener algún tipo de respuesta. Creo que eso es lo que ella creía que conseguiría con el programa de televisión. —Hice una pausa—. El caso es que tú conocías a Clayton. Ibas a pescar con él. Tenías una idea del tipo de persona que era.

 

—Y a Patricia.

 

—?Los crees capaces de abandonar a su hija?

 

—No. Lo que creo, lo que siempre he creído en el fondo de mi corazón, es que los asesinaron. Ya lo sabes, lo dije en el programa; un asesino en serie o algo así.

 

Asentí lentamente con la cabeza, aunque la policía nunca había apostado por esa teoría. No había nada en la desaparición de la familia de Cynthia que encajara con lo que había en sus manuales.

 

—Pero —continué— si realmente un asesino en serie fue a su casa, se los llevó y los mató, ?por qué no acabó también con Cynthia? ?Por qué la salvó a ella?

 

Rolly no tenía respuestas para mí.

 

—?Puedo preguntarte algo? —inquirió.

 

—Claro —contesté.

 

—?Por qué tendría nuestra fabulosa y escultural profesora de gimnasia que dejar una nota en tu cubículo, para volver al cabo de un minuto y llevársela?

 

—?Qué?

 

—Recuerda, Terry, que eres un hombre casado.

 

 

 

 

 

Capítulo 6