—Nunca te rindes con la gente —replicó Rollie—. Aunque también tienes buenas cualidades.
Mi amistad con Rollie tiene lo que se puede decir varios niveles. Es un colega y un amigo, pero al ser casi dos décadas mayor que yo, también es una especie de figura paterna. Cuando necesito consejo o, como me gusta a mí decir, la perspectiva de la edad, siempre recurro a él. Lo conocí a través de Cynthia. Si para mí era una especie de padre, para ella era una especie de tío. Había sido amigo de su padre antes de que éste desapareciera, y aparte de su tía Tess, era casi la única persona que conocía que estuviera relacionada con su pasado.
Estaba a punto de jubilarse, y a veces era patente que se dejaba llevar; contaba los días que le quedaban para largarse a Florida, donde viviría en su recientemente adquirida casa preconstruida en algún lugar en las afueras de Bradenton, navegando y pescando agujas, peces espada o lo que fuera que pescaban por ahí abajo.
—?Estarás por aquí después? —le pregunté.
—Sí, claro. ?Qué ocurre?
—Bueno… cosas.
él asintió; sabía lo que significaba eso.
—Podemos vernos después de las once. Antes tengo una cita con el director.
Entré en la sala de profesores, comprobé en mi cuchitril si tenía algún mail o aviso importante pero no había ninguno, y mientras me daba la vuelta para regresar al vestíbulo me di de bruces con Lauren Wells, que también estaba consultando su correo electrónico.
—Lo siento —me disculpé.
—?Eh! —protestó Lauren antes de darse cuenta de quién había chocado con ella. Y entonces, al verme, esbozó una sonrisa de sorpresa. Iba vestida con un chándal rojo y zapatillas de deporte, lo que resultaba muy acorde con su condición de profesora de Educación Física—. Eh, ?cómo va?
Lauren había venido a Old Fairfield cuatro a?os atrás, después de trasladarse desde un instituto de New Haven en el que trabajaba su ex marido. Cuando el matrimonio se rompió no quiso seguir trabajando en el mismo edificio que él, o eso se decía. Después de haberse labrado una reputación increíble como entrenadora y de que sus estudiantes hubieran ganado diversas competiciones regionales, podía elegir entre varias escuelas cuyos directores estarían encantados de incorporarla en su plantilla.
Rolly ganó. En privado me dijo que la había contratado por lo que podía aportar a la escuela, lo que también incluía ?un cuerpo espectacular, una melena cobriza y unos preciosos ojos marrones?.
Lo primero que le dije fue:
—?Cobriza? ?Quién usa esa palabra?
Luego debí de mirarle de un modo raro porque se sintió obligado a a?adir:
—Relájate, es sólo una observación. El único palo que puedo levantar a estas alturas es la ca?a de pescar.
Durante el tiempo que Lauren Wells llevaba en la escuela, yo nunca había estado en su punto de mira hasta que se destapó toda la historia de Cynthia y su familia. Ahora, cada vez que me veía me preguntaba cómo iba todo.
—?Algo para compartir? —me preguntó.
—?Eh? —repliqué.
Por un momento pensé que me preguntaba si alguien había traído algo para picar a la sala de profesores. Algunos días aparecían unos donuts como por arte de magia.
—Del programa —me aclaró—. Han pasado ya un par de semanas, ?no? ?Ha llamado alguien con una pista sobre lo que le pasó a la familia de Cynthia?
Me resultaba bastante gracioso que usara el nombre de Cynthia; no decía la familia ?de tu mujer?. Era como si Lauren sintiera que conocía a Cynthia, aunque nunca se hubieran encontrado, al menos que yo supiera. O quizá sí lo habían hecho, en alguna función escolar a la que los profesores llevaban a sus parejas.
—No —contesté.
—Cynthia debe de estar tan decepcionada… —dijo, tocándome compasivamente el brazo con la mano.
—Sí, bueno; estaría bien que nos dijeran algo. Tiene que haber alguien que sepa alguna cosa, incluso después de todos estos a?os.
—Pienso mucho en vosotros dos —explicó Lauren—, justo el otro día hablaba de vosotros con mi amiga. Y tú, ?cómo lo llevas? ?Estás bien?
—?Yo? —Fingí sorpresa—. Sí, claro, estoy bien.
—Porque —y aquí Lauren bajó la voz— a veces pareces… No sé, quizá no sea la persona indicada para decírtelo, pero a veces te veo en la sala de profesores y pareces cansado. Y triste.
No tenía muy claro cuál de las dos cosas me sorprendía más: que Lauren pensara que tenía aspecto cansado y triste, o que me hubiera estado mirando en la sala de profesores.
—Estoy bien —la tranquilicé—. Gracias.
Ella sonrió.
—Bien, eso está bien. —Se aclaró la garganta—. En fin, tengo que irme al gimnasio. Deberíamos hablar algún día.