Quiso dar a sus palabras un tono tranquilizador, pero ella sabía que era igual de importante mostrarse firme.
—Entiendo que la idea pueda parecerte un poco perturbadora, de verdad. Puedo comprender que todo el asunto te parezca repugnante; pero he pasado por eso antes, le he dado muchas vueltas, y es la única manera. Así son las cosas con la familia. Tienes que hacer lo que te corresponde, aunque sea difícil, aunque sea doloroso; tienes que mirar la situación en su conjunto. Es como cuando se dice (probablemente seas demasiado joven para recordar esto) que para salvar un pueblo hay que destruirlo. Es algo así. Piensa en nuestra familia como si fuera un pueblo. Tenemos que hacer lo que haga falta para salvarla.
Le gustaba la parte del ?tenemos?. Como si fueran una especie de equipo.
Capítulo 4
La primera vez que la vi en la Universidad de Connecticut, mi amigo Roger me susurró:
—Archer, mira allí. Esa tía está seriamente jodida. Está muy buena, su pelo parece fuego, pero por lo demás está chalada.
Cynthia Bigge estaba sentada en la segunda fila del aula magna, tomando apuntes sobre la literatura del Holocausto, y Roger y yo estábamos casi al final, cerca de la puerta para poder largarnos en cuanto el profesor acabara de enrollarse.
—?Qué quieres decir con ?jodida??
—Vale, ?te acuerdas hace unos a?os, todo aquel asunto de una chica cuya familia entera desapareció y nunca nadie volvió a verlos?
—No.
En aquella época de mi vida no leía periódicos ni miraba las noticias. Como muchos adolescentes, estaba un poco absorto en mí mismo —yo iba a ser el próximo Philip Roth o Robertson Davies o John Irving; sólo estaba en el proceso de decidirme por uno de ellos— y vivía ajeno a lo que me rodeaba, excepto cuando alguna de las asociaciones más radicales del campus pedía estudiantes para protestar por una u otra cosa. Yo intentaba aportar mi granito de arena porque era un modo estupendo de conocer chicas.
—Vale, pues sus padres, su hermana, o quizás era su hermano, no lo recuerdo, desaparecieron todos.
Me acerqué más a él y susurré:
—?Y eso? ?Los asesinaron?
Roger se encogió de hombros.
—?Quién co?o lo sabe? Eso es lo que lo hace tan interesante. —Se?aló con la cabeza hacia Cynthia—. Quizás ella lo sabe. Tal vez se deshizo de ellos. ?Nunca has querido matar a tu familia?
No supe qué contestar. Supongo que a todo el mundo se le pasa por la cabeza esa idea en algún momento.
—A mí me parece que es una estirada —dijo Roger—. No te da ni la hora. Se basta y se sobra; está todo el día en la biblioteca, trabajando, haciendo cosas. No sale con nadie ni va de marcha por ahí. Tiene una buena delantera, eso sí.
Era guapa.
Sólo compartí ese curso con ella. Yo estaba en la facultad de pedagogía, preparándome para convertirme en profesor en caso de que lo de ser escritor de best sellers no funcionara de inmediato. Mis padres estaban jubilados y vivían en Boca Raton; ambos habían sido profesores, y ambos estaban razonablemente satisfechos. Al menos era una comprobación en perspectiva. Pregunté por ahí y descubrí que Cynthia estaba matriculada en la facultad de Trabajo Social, en el campus Storrs. El programa incluía estudios de género, temas maritales, cuidado de los bebés, economía familiar… Todo tipo de chorradas de ésas.
Yo estaba sentado frente a la librería de la universidad, con una sudadera de los UConn Huskies y ojeando unos apuntes, cuando noté que alguien se paraba ante mí.
—?Por qué vas por ahí haciendo preguntas sobre mí? —preguntó Cynthia.
Era la primera vez que la oía hablar. Una voz suave, pero segura.
—?Eh? —balbuceé.
—Alguien me ha dicho que has estado haciendo preguntas sobre mí —repitió—. Eres Terrence Archer, ?verdad?
Yo asentí.
—Terry —dije.
—Vale, ?y por qué haces preguntas sobre mí?
Me encogí de hombros.
—No lo sé.
—?Qué quieres saber? ?Hay algo que quieras saber? Si es así, sólo tienes que venir y preguntarlo, porque no me gusta que la gente vaya por ahí hablando de mí a mis espaldas.
—Oye, lo siento mucho, yo sólo…
—?Te crees que no sé que la gente habla de mí?
—Por Dios, ?qué eres, una paranoica? Yo no estaba hablando sobre ti; sólo me preguntaba si…
—Te preguntabas si era yo. La de la familia que desapareció. Pues sí, lo soy. Ahora métete en tus jodidos asuntos.
—Mi madre es pelirroja —la corté—. No tiene el cabello tan rojo como el tuyo; más pajizo, ?sabes? Pero el tuyo es verdaderamente precioso. —Cynthia parpadeó—. Así que sí, quizá pregunté a un par de personas sobre ti, porque me interesaba saber si salías con alguien, y me dijeron que no; creo que ahora entiendo por qué.
Ella se quedó mirándome.
—Pues nada —dije yo, metiendo mis apuntes en la mochila y colgándomela a la espalda—, lo siento y todo eso…
Me puse de pie y me di la vuelta para irme.
—No —dijo Cynthia.
Yo me detuve.
—?No qué?
—No salgo con nadie.
Tragó saliva.