Sin una palabra

Tenía un mensaje. Tenía un maldito mensaje en el buzón de voz. ?Cómo era posible? ?Por qué no había oído el teléfono?

 

Tenía que haber sido después de que dejáramos atrás Mass Pike, cuando íbamos hacia el sur de Lee, en aquel largo tramo de curvas de la carretera. La cobertura allí era malísima. Alguien debía de haberme llamado y al no poder hablar conmigo, había dejado un mensaje.

 

Esto era lo que decía:

 

?Hola, Terry, soy yo?. Cynthia. ?He intentado llamarte a casa, y ahora lo pruebo en el móvil. Por Dios, ?dónde estás? Mira, he estado pensando en volver a casa, creo que deberíamos hablar. Pero ha pasado algo, algo completamente increíble. Estábamos en un motel, y les he preguntado si podía usar su ordenador. Quería ver si encontraba algún artículo antiguo, cualquier cosa, y he consultado mi correo y había otro mensaje de esa dirección, la de la fecha, ?sabes? Y esta vez había un número de teléfono, así que me he dicho, qué demonios. Y he llamado, Terry, y no vas a creerte lo que ha pasado. Ha sido increíble. Es mi hermano. Mi hermano Todd. Terry, no me lo puedo creer. ?He hablado con él! Ya lo sé, ya lo sé, vas a pensar que se trata de algún pirado, un chalado. Pero me ha dicho que era el hombre del centro comercial, el hombre que yo creía que era mi hermano. ?Yo tenía razón! ?Era Todd! Lo sabía, Terry?.

 

Me sentía mareado.

 

El mensaje continuaba:

 

?Algo en su voz me dijo que era él. Pude reconocer a mi padre en su voz. Así que Wedmore estaba equivocada: los de la cantera debían de ser otra madre y su hijo. Ya sé que aún no tenemos los resultados de mis pruebas, pero esto me confirma que fue otra cosa la que pasó aquella noche; quizás hubo una confusión. Todd me dijo que lo sentía, que no había podido admitir quién era en el centro comercial, que sentía lo de la llamada y el correo electrónico, que no había nada que perdonarme pero que me lo puede explicar todo. Estaba deseando quedar conmigo, explicarme dónde ha estado todos estos a?os. Es como un sue?o, Terry, me siento como si estuviera so?ando, como si esto no pudiera estar pasando, volver a ver a Todd. Le pregunté por mi madre, por mi padre, pero me dijo que me lo contaría todo cuando nos viéramos. No sabes cómo me gustaría que estuvieras aquí, siempre he deseado que estuvieras a mi lado si ocurría algo así. Pero confío en que lo entiendas. No puedo esperar, tengo que ir ahora mismo. Llámame cuando escuches esto. Grace y yo nos dirigimos a Winsted ahora para verle. Oh, Dios, Terry, es un milagro?.

 

 

 

 

 

Capítulo 47

 

 

?Winsted? Nosotros estábamos en Winsted. ?Y Cynthia y Grace estaban de camino? Comprobé cuánto hacía que había dejado el mensaje. Casi tres horas. Así pues, había llamado antes de que saliéramos de Mass Pike, probablemente mientras atravesábamos uno de esos valles entre Albany y la frontera de Massachusetts.

 

Empecé a calcular mentalmente. Había muchas posibilidades de que a estas alturas Cynthia y Grace se encontraran ya en Winsted. Por lo que deduje, podía hacer una hora que estaba allí. Lo más probable era que Cynthia se hubiera saltado todos los límites de velocidad, y ?quién no lo habría hecho si se dirigiera a un encuentro de esa naturaleza?

 

Tenía sentido. Jeremy manda el correo antes de irse de Milford, o quizá tiene un portátil, y espera a que Cynthia le llame al móvil. Ella lo hace mientras todavía está en camino, y él le sugiere que se dirija al norte para verse. Así la aleja de Milford y se evita tener que hacer todo el camino de vuelta.

 

Pero ?por qué aquí? ?Para qué atraer a Cynthia a esa zona del estado, aparte de para ahorrarse conducir un rato?

 

Marqué el número de móvil de Cynthia. Tenía que detenerla. Iba a encontrarse con su hermano, por supuesto. Pero no con Todd, sino con el hermanastro que no sabía que tenía: Jeremy. No se dirigía a un reencuentro, sino que estaba a punto de caer en una trampa.

 

Y con Grace, además.

 

Me acerqué el teléfono a la oreja y esperé a que se estableciera la comunicación. Nada. Estaba a punto de volver a llamar cuando me di cuenta de cuál era el problema.

 

Mi teléfono estaba muerto.

 

—?Mierda!

 

Miré a mi alrededor en busca de una cabina, vi una más abajo, en la calle, y corrí hacia ella.

 

—?Qué pasa? —jadeó Clayton desde el coche.

 

Le ignoré, busqué mi cartera mientras corría y saqué una tarjeta telefónica que no usaba casi nunca. Cuando llegué a la cabina, introduje la tarjeta, seguí las instrucciones y marqué el número del móvil de Cynthia. No estaba disponible. Enseguida saltó el buzón de voz.

 

—Cynthia —dije—, no acudas al encuentro con tu hermano. Es una trampa. Llámame… no, espera, me he quedado sin batería. Llama a Wedmore. Aguarda un momento, tengo el número aquí. —Hurgué en el bolsillo en busca de la tarjeta, la encontré y le di el número—. Yo me pondré en contacto con ella. Pero tienes que fiarte de mí, Cynthia: no vayas a esa reunión. ?No vayas!

 

Colgué el auricular y me apoyé en el teléfono, exhausto, frustrado.