—?Cuándo descubrió Enid que se había dejado a una? ?Que no se había deshecho de toda tu otra familia?
—Unos días después. Estuvo mirando las noticias y esperando que saliera algo, pero los periódicos y las emisoras de Buffalo no le prestaron mucha atención al asunto. Al fin y al cabo no era un asesinato. No había cuerpos. Ni siquiera había sangre en el callejón junto al drugstore. Esa noche hubo una tormenta que lo lavó todo. Pero ella fue a la biblioteca, por aquella época aún no había internet, y empezó a consultar periódicos de fuera de la ciudad y del estado, y descubrió algo. ?Desaparece la familia de una chica?, creo que era el titular. Volvió a casa; nunca la había visto tan enloquecida. Rompió platos, lanzó cosas por el aire. Estaba completamente fuera de sí. Le llevó un par de horas calmarse.
—Pero tuvo que vivir con eso —dije.
—Al principio no pensaba hacerlo. Empezó a prepararse una bolsa para ir a Connecticut y terminar su trabajo. Pero la detuve.
—?Cómo lo conseguiste?
—Hice un pacto con ella. Una promesa. Le dije que nunca la abandonaría, que nunca volvería a hacer algo así, que nunca, nunca intentaría ponerme en contacto con mi hija, si la dejaba vivir. Le dije que eso era lo único que le pedía. ?Déjala vivir, y me pasaré el resto de mi vida compensándote por haberte traicionado?.
—?Y ella lo aceptó?
—A rega?adientes. Pero es algo que siempre la ha inquietado, como cuando te pica la espalda y no llegas para rascarte. Un trabajo inconcluso. Pero ahora hay una emergencia: se ha enterado de lo del testamento, y sabe que si yo muero antes de que pueda matar a Cynthia, lo perderá todo.
—?Y qué hiciste tú? ?Simplemente seguir adelante?
—Dejé de viajar. Conseguí otro trabajo; monté mi propia empresa y trabajaba en casa o justo al lado, en Lewiston. Enid me dejó muy claro que no iba a viajar más: no iba a permitir que volviera a enga?arla. A veces pensaba en marcharme, volver, buscar a Cynthia y contárselo todo, llevármela a Europa y escondernos allí, vivir con nombres falsos. Pero sabía que lo estropearía, que seguramente acabaría por dejar alguna pista y haría que mataran a Cynthia. Además, no es tan fácil conseguir que una chica de catorce a?os haga lo que tú quieres que haga. Así que me quedé con Enid. Ahora teníamos un vínculo más fuerte que el del mejor matrimonio del mundo. Habíamos cometido un crimen abyecto juntos. —Hizo una pausa—. Hasta que la muerte nos separara.
—Y la policía… ?nunca os interrogó, nunca sospechó nada?
—Nunca. Lo esperé durante mucho tiempo. El primer a?o fue el peor. Cada vez que oía un coche en el camino de entrada, creía que había llegado el momento. Y luego pasó el segundo a?o, y el tercero, y antes de que me diera cuanta habían pasado diez. A veces te preguntas cómo puede durar tanto la vida cuando tú mueres un poco cada día.
—?Nunca regresaste a Connecticut?
—Desde aquella noche, nunca volví a poner un pie en ese estado.
—Entonces, ?cómo conseguiste hacerle llegar el dinero a Tess? ?Para ayudarla a criar a Cynthia, a pagar su educación?
Clayton me estudió durante unos segundos. Me había contado un montón de cosas durante el viaje que me habían dejado estupefacto, pero parecía que ésa era la primera vez que yo conseguía sorprenderle.
—?Y quién te ha contado eso? —preguntó.
—Tess me lo dijo —le conté—. Hace poco.
—No pudo decirte que el dinero era mío.
—No lo hizo. Me dijo que había recibido dinero, y aunque tenía sus sospechas, nunca supo con certeza quién se lo dejaba.
Clayton no dijo nada.
—Lo dejabas tú, ?verdad? —pregunté—. Guardabas algo de dinero para Cynthia, se lo escondías a Enid, igual que habías hecho cuando mantenías un segundo hogar.
—Enid sospechó algo. A?os más tarde. Creíamos que nos iban a hacer una auditoría, y Enid contrató a un contable que revisó un montón de facturas antiguas. Encontraron una irregularidad, y tuve que inventarme que había estado desviando dinero para pagar unas deudas de juego. Pero ella no se lo creyó, y me amenazó con ir a Connecticut y matar a Cynthia, como debía haber hecho a?os antes, si no le decía la verdad. Así que le conté que le había estado dando dinero a Tess para ayudarla con la educación de Cynthia. Pero le aseguré que había mantenido mi palabra. Nunca me había puesto en contacto con ella desde que Cynthia creía que yo había muerto.
—Así que Enid también fue acumulando rencor hacia Tess durante todos estos a?os.
—La despreciaba; creía que se había quedado con un dinero que le correspondía sólo a ella. Cynthia y Tess, las dos mujeres a las que más odiaba en el mundo, y ni siquiera las conocía.
—Entonces —dije—, esa historia tuya de que nunca volviste a visitar Connecticut, incluso aunque no vieras a Cynthia, era mentira, ?no?
—No —replicó—. Es la verdad.
Me quedé pensando un rato en eso, mientras seguíamos avanzando a través de la noche.
Capítulo 46