Sin una palabra

Compré un pack de seis botellas, volví a toda prisa al coche, abrí el tapón de plástico de una de ellas y se la alargué a Clayton. Tomó un sorbo largo, y luego se tragó los cuatro analgésicos que le había dado, de uno en uno. Entonces me dirigí a los surtidores de gasolina y llené el depósito, con lo que me gasté casi todo el dinero en efectivo que llevaba encima. Me preocupaba usar la tarjeta de crédito, por temor a que la policía hubiera deducido quién se había llevado a Clayton del hospital y estuviera atenta a cualquier operación que se realizara con mi tarjeta.

 

Al meterme de nuevo en el coche, pensé que ya era hora de informar a Rona Wedmore de lo que estaba sucediendo. Sentía que cuanto más me contaba Clayton más me acercaba a la verdad, y que ésta haría que las sospechas que Wedmore tenía sobre Cynthia terminaran de una vez para siempre. Busqué en el bolsillo delantero de mis vaqueros y encontré la tarjeta que me había dado durante su visita sorpresa a casa la ma?ana anterior, antes de que me marchara en busca de Vince Fleming.

 

Había un teléfono móvil y otro de la oficina, pero no el de casa. Lo más probable era que a esa hora estuviera durmiendo, pero esperaba que tuviera el móvil cerca de la cama y que lo dejara encendido por la noche.

 

Puse el coche en marcha, me alejé de los surtidores y me detuve un poco más allá.

 

—?Qué haces? —me preguntó Clayton.

 

—Tengo que hacer un par de llamadas —le expliqué.

 

Antes de llamar a Wedmore quería probarlo una vez más con Cynthia. Lo intenté en casa y en el móvil, sin suerte.

 

Por extra?o que parezca, eso me tranquilizó. Si yo no podía descubrir dónde estaba Cynthia, tampoco podrían Jeremy Sloan y su madre. Desaparecer con Grace había resultado ser, en aquel momento, lo mejor que Cynthia podía haber hecho.

 

Aun así, necesitaba saber dónde se encontraba. Que estaba bien. Que Grace estaba bien.

 

Pensé en llamar a Rolly, pero me imaginé que si hubiera sabido algo me habría llamado, y no quería usar el teléfono más de lo necesario. Apenas me quedaba batería para hacer una llamada más.

 

Marqué el número de la detective Rona Wedmore. Contestó al cuarto timbre.

 

—Wedmore —dijo.

 

Pese a que intentó parecer despierta y alerta, sonó más como ?Wed. More?.

 

—Soy Terry Archer —dije.

 

—Se?or Archer —exclamó. Ahora parecía más centrada—. ?Qué ocurre?

 

—Le voy a contar unas cuantas cosas muy rápido. Mi teléfono se está quedando sin batería. Es necesario que busque a mi mujer y a mi hija. Un hombre llamado Jeremy Sloan y su madre, Enid Sloan, se dirigen a Connecticut desde la zona de Buffalo. Creo que tratan de encontrar a Cynthia y matarla. El padre de Cynthia está vivo; viene conmigo hacia Milford. Si encuentra a Cynthia y a Grace quédese con ellas y no las pierda de vista hasta que yo llegue.

 

Me esperaba un ??qué?? o por lo menos un ??cómo??. Pero en lugar de eso me preguntó:

 

—?Dónde está usted?

 

—En la autopista de Nueva York, regresando de Youngstown. Conoce a Vince Fleming, ?verdad? Al menos eso dijo.

 

—Sí.

 

—Lo dejé en una casa en Youngstown, en el norte de Buffalo. Estaba intentando ayudarme. Enid Sloan le disparó.

 

—Esto no tiene ningún sentido —dijo Wedmore.

 

—No me joda. Sólo búsquela, ?de acuerdo?

 

—?Qué hay de ese tal Jeremy Sloan y su madre? ?Qué coche conducen?

 

—Uno marrón, un…

 

—Impala —susurró Clayton—. Un Chevy Impala.

 

—Un Chevy Impala marrón —dije. Le pregunté a Clayton—: ?Matrícula? —él negó con la cabeza—. No tengo el número de la matrícula.

 

—?Viene usted hacia aquí? —preguntó Wedmore.

 

—Sí, llegaré en unas horas. Sólo búsquela. El director de mi escuela, Rolly Carruthers, también la está buscando.

 

—Dígame qué…

 

—Tengo que irme —la corté.

 

Cerré el teléfono y lo deslicé dentro de mi chaqueta. Puse de nuevo el cambio automático en la posición D y me incorporé otra vez a la autopista.

 

—Así pues —dije, retomando la conversación en el punto en que la había dejado Clayton cuando abandonamos la autopista—. ?Había momentos en los que eras feliz?

 

Clayton siguió contándome la historia.

 

Los momentos de felicidad, en caso de que los hubiera, sólo ocurren cuando es Clayton Bigge. Le encanta ser un padre para Cynthia y Todd, y por lo que él sabe ellos también le quieren, quizás incluso le admiran. Parecen respetarle. No hay nadie que les repita día tras día que es un inútil. Eso no significa que hagan siempre lo que les dice pero ?qué chico lo hace?

 

A veces, por la noche, cuando están en la cama, Patricia le dice:

 

—Estás en otro sitio. Se te pone esa mirada, como si no estuvieras aquí. Y pareces triste.

 

Y él la abraza y le dice:

 

—éste es el único lugar en el que quiero estar.

 

No es mentira. Nunca ha sido tan sincero. Hay veces en las que quiere contárselo, porque no quiere que su vida con ella sea una mentira. No le gusta tener otra vida.