—?Qué contestó ella?
—Dijo que sí. Y entonces el cuchillo se alzó y la degolló. Enid no aguardó ni un segundo. Mientras Todd todavía intentaba entender lo que había ocurrido (no hay que olvidar que estaba oscuro), ella se lanzó sobre él y le rajó la garganta igual que había hecho con su madre.
—?Ella te contó todo esto? —pregunté—. ?Enid?
—Muchas, muchas veces —respondió Clayton en voz baja—. Le encanta hablar de ello. Incluso ahora. Lo llama ?recordar los viejos tiempos?.
—?Qué ocurrió luego?
—Enid buscó una cabina y me llamó. Cuando yo llegué, la encontré en el coche, y ella me contó lo que había hecho. ?Los he matado —dijo—. A tu mujer y a tu hijo. Están muertos?.
—Ella no lo sabía —dije.
Clayton negó en silencio en la oscuridad.
—No sabía que también tenías una hija.
—Supongo que no —dijo al fin—. Supongo que era una cuestión de simetría. Tenía una mujer y un hijo en Youngstown, y una mujer y un hijo en Milford. Un segundo hijo que era igual que el primero. Todo parecía perfectamente equilibrado. Una especie de reflejo en el espejo. Supongo que eso le hizo llegar a algunas conclusiones. Por el modo en que hablaba deduje que no tenía ni idea de que Cynthia aún estaba en casa, ni siquiera de que existía. No me había visto llegar con ella.
—Y tú no ibas a contárselo.
—Estaba en estado de shock. Podía pensar, pero no con coherencia. Ella puso el coche en marcha, condujo hasta el callejón y me ense?ó los cuerpos. ?Vas a tener que ayudarme —dijo—. Tenemos que deshacernos de ellos?.
Clayton se detuvo un momento y se pasó el siguiente kilómetro sin decir una palabra. Por un segundo me pregunté si se habría muerto.
—Clayton, ?estás bien? —pregunté finalmente.
—Sí —respondió.
—?Qué pasa?
—En ese momento podría haber hecho algo diferente. Podía haber elegido hacer otra cosa, pero quizás estaba demasiado impresionado para darme cuenta, para saber qué era lo correcto. Podría haber terminado con todo en aquel momento, podría haberme negado a ayudarla y haber acudido a la policía. Podría haberla acusado. En ese momento, allí, podría haber puesto punto y final a aquella locura.
—Pero no lo hiciste.
—Ya me sentía culpable antes. Llevaba una doble vida. Aquello me habría arruinado la existencia, me habría deshonrado. Estoy seguro de que me habrían acusado, no por las muertes de Todd y Patricia, sino por estar casado con más de una mujer; a menos que seas mormón o algo así creo que existen leyes contra eso. Tenía un carné falso, lo que probablemente constituía un fraude, aunque nunca quise quebrantar la ley. Siempre intenté vivir de un modo correcto, ser un hombre de recta moral.
Le lancé una mirada.
—Y por supuesto, el otro problema es que ella me leyó el pensamiento, y me dijo que si llamaba a la policía les diría que sólo me estaba ayudando, que todo había sido idea mía y que la había obligado a llevarla a cabo. Así que la ayudé. Que Dios me perdone, la ayudé. Metimos a Patricia y a Todd en su coche, pero dejamos el asiento del pasajero vacío. Tuve una idea. Había un sitio en el que podíamos dejar el coche, con ellos dentro. Una cantera, justo al lado de la ruta por la que trabajaba. Una vez, al volver a Youngstown, empecé a conducir sin rumbo porque no quería llegar a casa y encontré un camino que llevaba a lo alto de un precipicio que se abría sobre una cantera abandonada. Había un peque?o lago. Me quedé allí bastante rato, pensando en lanzarme por el precipicio. Pero al final continué mi camino. Pensé que puesto que iba a caer en el agua, cabía la posibilidad de que sobreviviera.
Tosió y bebió agua.
—Teníamos que dejar un coche en el aparcamiento. Conduje el Escort de Patricia hacia el norte dos horas y media, en plena noche, mientras Enid me seguía en su coche. Me costó un poco pero al final encontré el camino, subí, puse una piedra sobre el acelerador con el cambio en punto muerto, me incliné, puse la directa y salté hacia atrás mientras el coche salía disparado por el acantilado. Unos segundos después lo oí caer en el agua. No pude ver mucho. Al mirar abajo estaba tan oscuro que ni siquiera lo vi desaparecer en la superficie.
Se había quedado sin resuello, y se tomó unos segundos para recuperar el aliento.
—Entonces tuvimos que conducir de vuelta para recoger el otro coche. Y luego, cada uno en su coche, dimos media vuelta y nos dirigimos a Youngstown. Ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de Cynthia, de dejarle una nota, nada. Tenía que desaparecer.
—?Cuándo lo descubrió? —pregunté.
—?Cómo?