El coleccionista

Pensaba mantenerla con vida durante siete días, como había hecho con Jane Tyrone. Le gustaba la simetría. Hay quien lo llamaría rúbrica. Lo de las fotos había sido una estupidez. Mientras las hacía sabía que estaba cometiendo una estupidez, pero las hizo de todos modos. Iba en contra de todo lo que había aprendido. Había unas reglas que tenías que seguir si no querías que te atraparan y él las había roto. Los asesinos siempre acaban siendo lo suficientemente fanfarrones y arrogantes como para pensar que no los atraparán y entonces empiezan a correr riesgos innecesarios. Y él lo sabía, estaba seguro de que era mejor que ellos, mejor que todos esos hijos de puta fanfarrones. Es poco probable que la policía haya encontrado las fotos. Ni siquiera tenían un motivo para buscarlas. Tal como están las cosas, él no es más que una víctima. El hecho de que Emma Green sea alumna suya no juega a su favor, pero al menos la cajera del banco había sido una desconocida elegida al azar.

Tiene las yemas de los dedos completamente ennegrecidas por la tinta, pero sigue acariciando el periódico. Vuelve la página para leerla. Una imagen de la enfermera Pamela Deans lo mira fijamente desde un recuadro blanco y negro del tama?o aproximado de la palma de su mano. Cooper no le tenía ningún tipo de afecto, cada vez que había tenido que hablar con ella se daba cuenta de que la enfermera tenía que concentrar todas sus energías para seguir siendo cordial con él. Sin embargo, le resultó extremadamente útil para llevar a cabo su estudio, era excepcionalmente eficiente. Siempre la imaginaba viviendo sola, en una casa en la que no entraban ni el alcohol ni el tabaco, con las sábanas almidonadas y tal vez unos cuantos gatos, un televisor peque?o y una radio que solo sintonizaba música clásica. Ahora está muerta, calcinada del mismo modo que había quedado calcinada la casa de Cooper.

Y sin duda alguna, lo había hecho Adrian.

Esto no es bueno. Nada bueno. Si la policía establece la relación entre los dos incendios, es posible que acaben relacionándolo todo con Grover Hills. Ayer se habría mostrado encantado de que la policía hubiera aparecido para rescatarlo. Pero si vienen hoy encontrarán a la chica que lo ayudó y a quien mató para devolverle ese favor.

Una vez más, era una estupidez. Un hombre que sabe tanto sobre asesinos como él, un hombre que sabe qué errores suelen cometer, ?por qué no consigue detenerse antes de actuar?

Aún va manchado de sangre. Tiene manchas en la ropa y el arma del crimen está al otro lado de la puerta, con sus huellas dactilares. Empieza a andar por la celda. La policía establecerá la relación. En algún momento alguien vendrá a husmear por aquí. Encontrarán el cadáver de la chica y las cosas se pondrán muy feas para él. Tiene que salir de aquí. Tiene que matar a Adrian. Tiene que conseguir que parezca que fue Adrian quien mató a la chica. Y necesita deshacerse de la ropa que lleva puesta. Si logra escapar puede cambiarse y orquestar la escena como le convenga. Siempre y cuando no hayan encontrado la cámara o las fotografías de su despacho, no hay ningún motivo por el que la policía tuviera que sospechar de él en absoluto.

Le da la vuelta al periódico y vuelve a la primera página, donde antes ya ha visto el retrato robot, mientras Adrian lo sostenía para mostrárselo. Visto de cerca se parece a su cu?ado, aunque se supone que es Adrian, solo que no se le parece mucho.

Dios.

Tiene que escapar.

Tiene que convencer a Adrian para que lo deje salir de allí.

Ha llegado la hora de intentarlo con una táctica distinta.





32


El estudio está más ordenado de como yo lo había dejado. Alguien ha recogido todos los documentos y se los ha llevado. Salgo al pasillo y miro hacia la puerta de entrada. No veo a nadie. Regreso al estudio y solo es cuestión de tiempo hasta que las páginas impresas que han quedado en la bandeja de la impresora empiecen a alabearse debido al calor. El lápiz de memoria sigue colgando del frontal del ordenador. Lo saco y me lo meto en el bolsillo. Registro la casa, habitación por habitación, antes de volver a salir fuera y rodear la finca. Peino la zona completamente y luego entro de nuevo.

Sigo pensando que puede haber sido alguien de Grover Hills quien mató a Daxter, pero ahora que su expediente ha desaparecido, también pienso que podría haber sido Melissa X. No estoy seguro de cuál de las dos posibilidades me asusta más. Si de algo estoy seguro es de que soy el idiota más grande del mundo por haberme dejado la puerta de la entrada abierta, pero es que todo el mundo se deja abierta la puerta de la entrada en esta ciudad, la gente busca desesperadamente hasta la más mínima brisa. Decido cerrar con llave. Vuelvo a conectar el lápiz de memoria en el ordenador e imprimo el resto del documento.

Llamo a Schroder y lo pongo al día de lo ocurrido.

—Dios, Tate, ?cómo has podido cometer ese fallo? ?Ese expediente es confidencial! ?Se han llevado también el DVD?

—No, el DVD sigue aquí —le digo. Y es cierto, sigue dentro del reproductor.

—Bueno, algo es algo. Si esas imágenes llegaran a hacerse públicas… Dios, eso sería una verdadera pesadilla. Aun así, sigue siendo terrible que hayas perdido el expediente.

—No deberías habérmelo dado.

—Ah, ya veo, entonces, ?es culpa mía?

—No he querido decir eso —le digo.

—Sí, sí has querido decir eso —responde, y tiene razón.

—Necesito otra copia del expediente.

—Lo pensaré —dice—. ?Y ahora qué? ?Crees que puede haber sido Natalie Flowers quien entró en tu casa para robarte y matar a tu gato?

—Me ha pasado por la cabeza, sí.

—Oye, hay novedades al respecto. Hemos encontrado el coche que golpeó el contenedor detrás de la cafetería.

—?Cuándo?

—Hace unas horas.

—?Y me lo dices ahora?

—Lo siento, jefe, tiene usted razón… debería habérselo dicho a usted primero. Dios, Tate…