El coleccionista

—?Más mujeres para que las mate? —pregunta, esperando que así sea.

La próxima vez no desaprovechará la oportunidad. No volverá a dejar que su estúpido ego se interponga como anoche. Debería haber dejado vivir a la chica. Al menos hasta que se hubiera encargado de Adrian. En lugar de responderle, Adrian tiende las dos manos hacia él. En una tiene un periódico y en la otra, una carpeta. Cooper queda decepcionado al ver lo que le ha traído. El sol entra por la puerta del sótano, por lo que puede leer el periódico fácilmente. Ve un dibujo en la primera página de alguien que se parece a uno de los profesores que tuvo en la escuela primaria, el se?or Maynard, que solía fumar en pipa en clase cuando ese tipo de cosas aún se consideraban normales. Adrian deja la carpeta sobre la mesilla, dobla el periódico en dos y lo vuelve a doblar una segunda vez.

—Apártate —dice Adrian.

—?Por qué?

—Quiero pasarte esto por la puerta.

—De acuerdo.

Cooper retrocede. Se oye el ruido de un pestillo de menor tama?o que el de ayer por la noche y Cooper tiene que recurrir a todo su poder de autocontrol para no echarse a correr e intentar agarrarle el brazo a Adrian. Finalmente consigue contenerse y no se mueve de sitio. Incluso si fuera lo suficientemente rápido como para agarrarlo, ?qué podría hacer? ?Morderle los dedos hasta que Adrian cediera a abrirle la puerta?

De hecho, la idea no es tan mala, pero ya es demasiado tarde. La portezuela se abre un segundo, el periódico cae por la abertura, Adrian devuelve el pestillo a su posición original y vuelve a aparecer por la ventanilla. Cooper avanza unos pasos y recoge el periódico.

—?Qué hay en la carpeta? —pregunta, mientras la mira desde el otro lado del cristal.

—Hablaremos de eso enseguida —dice Adrian—. La policía te está buscando —dice—. ?De verdad has matado a seis personas?

—?Dónde está mi cámara?

—?Qué cámara?

—Había una cámara en mi maletín. Y ahora ya no está.

—Ah, la quemé —responde Adrian—. En el incendio, no quería que la policía la encontrara.

—?Estás seguro de que quedó destruida?

—Le eché gasolina por encima. Mira —dice. Empieza a rascarse el cuello y Cooper quiere creerle, pero no está seguro de que lo que le cuenta sea verdad—. Sale en el periódico. Hay una foto del incendio.

Cooper despliega el periódico con cuidado para no abrirse de nuevo la herida de la mano con el borde del papel. Está demasiado oscuro, no ve nada. Adrian se da cuenta y se aparta de la ventanilla para que la luz que viene del piso superior pueda entrar en la celda. Hay una fotografía de su casa, solo que ya no es su casa, sino una gran bola de fuego ubicada en su dirección postal.

—Dios mío —dice, a la vez que siente una náusea. Le encantaba su casa. Le encantaba—. Mi casa. La has destruido completamente.

—Lo sé, genial, ?no? Eso ha evitado que la policía pudiera encontrar algo que sugiriera que eres un asesino en serie. He pensado que hoy podrías contarme cosas sobre la gente que pasó por aquí —dice.

—Mi casa —dice Cooper—. ?Me has quemado la puta casa! —Levanta la mirada hacia Adrian, que lo mira confuso. En cuanto salga de este lugar piensa reducirlo a cenizas y Adrian podrá contemplarlo todo desde dentro, mientras goza de la comodidad de esta puta celda.

Aprieta los pu?os, el corte de su pulgar se abre ligeramente en algún punto y supura algo de sangre. Al menos la cámara quedó destruida. Tiene que haber sido así. En la foto también se ve su coche, que es donde le cayó la cámara, por lo que aunque estuviera mintiendo cuando ha dicho que le prendió fuego, debe de haber quedado destruida de todos modos.

Por fuerza.

Aunque tal vez no.

—Lo hice por ti —dice Adrian en voz más baja—. Para ayudarte.

Cooper baja el periódico. Lo dobla por la mitad y lo tira encima de la cama. ?Pasito a pasito. Estás tratando con un tarado, recuérdalo.?

Un tarado que tiene a él y a su futuro en sus manos.

—Exacto, lo hiciste por mí. Me encantaba esa casa —dice, y piensa que gracias a Dios la tenía asegurada—. Pero tienes razón, es por mi bien y te agradezco que te preocupes tanto por mí.

—Ahora tu casa es esta —dice Adrian—, mientras que esa otra te estaba anclando a tu vida anterior. Además, tengo tu libro.

—?Qué?

—Es bueno —dice Adrian.

—Por supuesto que lo es —replica Cooper—. ?Cómo lo has conseguido? ?Has impreso una copia desde mi casa?

—No. Se lo robé a alguien.

—?Qué? ?Cómo? ?A quién?