Donovan Green tiene aspecto de no haber dormido apenas desde la última vez que lo vi. Tampoco ha cambiado nada. Lleva el pelo revuelto, tiene los ojos enrojecidos y no para de mirar de soslayo a derecha e izquierda como si alguien lo estuviera siguiendo. Parece que acabe de salir de un bar en el que haya pasado doce horas empinando el codo.
—Aquí tiene el dinero —dice mientras me tiende un sobre. Cuando se trata de encontrar a una hija, no hay límite de gastos—. ?Cuál es la pista?
—Cooper Riley escribió un libro —le digo—. Puede que encontremos algo en él que nos resulte útil.
—?Cinco mil dólares por un libro?
—Este sí. Le llamaré más tarde hoy mismo.
Parece a punto de discutirlo, de decirme que quiere quedarse por allí para verme trabajar, pero al final se limita a asentir lentamente. Es un hombre destrozado que alberga ese tipo de esperanza que puede llegar a matarlo si las cosas no salen como necesita que salgan.
—Debe de haber visto el retrato robot en las noticias —digo—. ?Lo reconoce?
—Se parece al primer ministro.
—?Sabe si la policía se lo ha mostrado a la compa?era de piso de Emma y a sus amigos?
—Uno de ellos pensó que era su primo Larry. Ya le dije que sigue viva, las fotos lo demuestran —dice—. Sé que piensa que las cosas pueden haber cambiado desde que se tomaron las fotografías, pero no es así. Sigue viva, puedo sentirlo —dice, y realmente espero que sea cierto—. Es fuerte —a?ade—. Y los hechos lo demuestran. Sobrevivió a lo que usted le hizo, del mismo modo que sobrevivirá a lo que le estén haciendo ahora. Con la labia que tiene, es capaz de salir de cualquier situación.
Espero que así sea. Espero que sea capaz de hablar.
—Mi esposa, Hillary —me dice—, siempre fue la más fuerte. El a?o pasado, cuando usted mandó a Emma al hospital, mi esposa fue una verdadera roca. Fui yo quien se desmoronó. Esta vez… Dios, Hillary está destrozada. Se pasa el día sentada en el antiguo cuarto de Emma, agarrada a las prendas que se dejó en casa cuando se mudó. Hillary es la mujer más fuerte que conozco, pero esto… si no conseguimos encontrar a Emma con vida, ella… ella… no lo sé. Es que no lo sé —murmura, negando con la cabeza—. Usted… encuéntrela, ?de acuerdo? Encuéntrela viva. Por favor, se lo ruego, encuentre a mi hija con vida.
Quiero decirle qué es exactamente lo que voy a hacer. Quiero decirle que puede prometerle a su esposa que todo irá bien porque al final del día, ma?ana a lo sumo, tendrán a su hija de vuelta. Veo en su rostro exhausto que eso es lo que quiere que le diga, que oír esto le haría sentir mucho mejor.
Y estoy a punto de decírselo.
Me limito a asentir y él comprende el significado del gesto porque responde asintiendo también, se vuelve y veo cómo se aleja, puede que en dirección a su casa, puede que hacia el hospital, quién sabe si se marcha a ver al adivino Jonas Jones o a un párroco porque necesita desesperadamente probar algo.
Yo vuelvo al pasillo. La idea del dinero no es tan poderosa como el dinero en sí, por lo que saco dos mil dólares y se los muestro al tipo por la ventana de la puerta de la sala de servidores y llamo con los nudillos. Podría intentarlo con cincuenta dólares y esperar el mismo resultado, pero el riesgo de que llame a la policía desaparece más fácilmente con cada billete de cien que tenga en la mano. La puerta está cerrada con llave y el tipo se acerca y mira el dinero, luego a mí y luego al dinero de nuevo.
—?Qué quiere? —pregunta, sin apartar la mirada del dinero.
—Hacerte unas preguntas —respondo—. Sobre Cooper Riley.
—?Es usted periodista?
—Vamos, es dinero en efectivo lo que tengo aquí, no un cheque sin fondos.
—Entonces, ?quién es usted?
—Soy alguien que intenta encontrar a Cooper Riley y tú eres alguien que parece saber lo que haría con el dinero.
—?Cuánto hay ahí?
—Dos mil —digo, cada vez más impaciente—. Serán solo dos minutos. ?Alguna vez te han pagado a mil dólares el minuto?
Abre la puerta. La sala es sin duda la más fría que he visitado desde que salí de la cárcel. Hay ventiladores encendidos y un aire acondicionado funcionando a toda pastilla con peque?as cintas pegadas que revolotean con la brisa. Hay luces LED en todas las superficies y mucha luz irradiando la estancia, procedente de una docena de pantallas de ordenador encendidas además de los fluorescentes del techo, puedo oír cómo zumban. A?ádele el sonido que puedan hacer unos cien discos duros y ya tienes una sinfonía a la tecnología informática. La puerta se cierra tras de mí. El tipo no consigue apartar los ojos del dinero.
—De acuerdo, ?cuál es el trato? —pregunta—. No debería estar aquí —a?ade, casi como si estuviera leyendo los apuntes de una conferencia.
—Necesito información.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel