A ella se le ponen los ojos en blanco y se desploma sobre el suelo. Esta vez ha sido distinto de la otra chica que murió. De esta forma se disfruta más, es como siempre había querido hacerlo. No ha habido sexo y se arrepiente, pero no por ello la experiencia ha sido menos satisfactoria. La última chica murió mientras él no estaba. Simplemente se rindió. No puede evitarlo, le gustaría saber qué diría de esto la gente que se dedica a lo mismo que él. Y no se refiere solo a los asesinos, sino también a los que estudian su comportamiento. ?Qué dirían acerca de un hombre que se ve absolutamente obligado a matar a la mujer que lo ha liberado y a la que podría haber ayudado? Eso lo sitúa un escalón por encima de cualquier otro asesino. Lo convierte en un asesino brillante. Si pudiera contarlo, diría que no ha sido solo una cuestión de necesidad, sino también una cuestión semántica. No podía llevársela. Tiene que matar a Adrian. Aparte de la cámara, su vida personal debe seguir siendo personal, cualquier comentario acerca de que es un asesino en serie podría provocar que la policía escarbara más de lo necesario y entonces todo habría acabado para él, entonces habría sido mejor quedarse ahí abajo, porque al menos ese lugar es más seguro que la cárcel de verdad.
Baja la mirada y contempla a la chica. En la parte interior de los brazos tiene tatuajes y también marcas de agujas. Hay algo en ella que le hace pensar que es una prostituta, que su cuerpo ha quedado contaminado por la necesidad y la ira de cientos de hombres. La sangre le ha salpicado la cara. Cooper se la limpia con el dorso del brazo y se da cuenta de que tiene la camisa cubierta de manchas de color rojo oscuro. Enfadado, tira del tejido empapado de sangre para apartarlo de su cuerpo y cuando lo suelta vuelve a pegarse a su barriga. La sangre ya se está enfriando. Se mira el corte que se ha hecho en la mano. Dios, toda esa sangre se está mezclando con su herida… Joder, tendrá que ducharse. Tal como van las cosas, después de salir de allí y recuperar su vida, seguro que se enterará de que es seropositivo o de que tiene hepatitis. O tal vez le toca el gordo y descubre que tiene el sida.
Llega hasta lo alto de las escaleras. Se lleva el tejido que une el pulgar con la mano a la boca, lo muerde suavemente y prueba la sangre. La chupa y luego la escupe en el suelo. Acerca el oído a la puerta. Se oye música clásica. Se ve algo de luz natural a través de las rendijas de la puerta, pero no mucha. Pone la mano sobre el pomo. No está cerrada con llave. Le quedan cuatro minutos. Tal vez más. Lentamente, abre la puerta y la música se oye más fuerte.
El pasillo tiene el mismo aspecto que la última vez que estuvo aquí, hace tres a?os, cuando pensaba escribir un libro que creyó que interesaría a la gente. Percibe un movimiento. De una sombra, en una de las puertas. Sabe lo que está a punto de ocurrir, del mismo modo que sabe que se la han jugado, que se la ha jugado un tipo que no es más que un idiota. Antes de que pueda moverse lo sorprende el dolor, un dolor cegador que lo desconecta del cuerpo, un cuerpo que cae al suelo como una roca mientras su mente intenta mover los brazos y las piernas. En vano, todo el cableado que hay en medio ha quedado desconectado. Ve cómo Adrian se acerca y no puede hacer nada para evitar que se agache y le ponga un trapo en la cara. Nota ese olor químico tan dulzón y luego, nada.
25
Es viernes por la ma?ana y sigue lloviendo. Tengo beicon y huevos en la nevera, cortesía de mi madre, y me las arreglo para quemar el beicon pero no los huevos. Estoy cansado. Anoche, después de que se marchara el retratista, pasé tres horas conectado investigando el pasado de Pamela Deans y el de Cooper Riley, hasta que finalmente encontré una relación entre ambos, una relación extremadamente vaga que tenía como nexo de unión un psiquiátrico abandonado. Enciendo mi teléfono móvil y compruebo si tengo mensajes. Tengo tres, dos de Donovan Green y uno de Schroder. Schroder me dice que no han encontrado ningún cadáver en el incendio y que según el cuerpo de bomberos los dos incendios fueron provocados de la misma forma. Schroder continúa diciendo que no ha conseguido la orden judicial para poder revisar el historial médico de Cooper Riley de hace tres a?os, porque los historiales médicos son una de las cosas más difíciles de obtener.
A juzgar por las nubes que cubren el cielo, uno no creería que acabamos de superar una ola de calor. La lluvia cae por los canalones de mi tejado al jardín y las calles empiezan a inundarse, el agua que debería drenarse por las alcantarillas queda obstaculizada por las hojas caídas. Quiero empezar el día yendo a ver a mi esposa, quiero tomarla de la mano y escapar del mundo durante una hora, pero esto no sucederá y, aunque parezca mentira, no me importa. No me siento culpable por no poder ver a mi esposa, aunque me siento culpable de no sentirme mal por ello.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel