La chica del cuarto se despierta cuando Adrian abre la puerta. Ya no lo mira con la expresión aterrorizada de los dos primeros días, ahora lo mira con un odio profundo. Adrian imagina que en parte la chica desearía que ya la hubiera matado, pero evidentemente no lo hará. Aparta la mirada de sus ojos para fijarla en las curvas de su cuerpo. A veces le apetece tocar esas curvas, sentirlas bajo las yemas de sus dedos. A veces, gracias a Dios su madre nunca se enteró, pasaba la noche despierto, imaginando cómo serían las curvas de Katie, la chica de la escuela. De hecho, esta chica le recuerda a Katie: se le parece en el pelo, en los ojos y se pregunta si debe de acordarse de él, de la primera vez que se le acercó, hace unos meses. Es consciente de que huele a gasolina, pero ella huele aún peor. Ahora se da cuenta de que ha sido un estúpido mezclándose con la multitud oliendo como olía, tan estúpido como afortunado de que nadie se haya percatado.
—Te he traído esto para que te lo pongas —le dice, y deja la ropa a los pies de la cama. La ropa que llevaba puesta no era adecuada para lo que él quería, por eso se la había cortado y la había tirado a la basura—. Te limpiaré un poco —dice, y le pone una toalla húmeda sobre una pierna.
Ella se resiste, pero no responde porque no puede, solo es capaz de emitir aquellos murmullos que no acaban de tomar forma de palabras por culpa de la pajita.
—?Te acuerdas de mí? —pregunta.
Ella sacude la cabeza. El odio ha desaparecido de sus ojos y ha quedado sustituido de nuevo por el miedo.
—Intenté hablar contigo —dice—. Fue el último lunes antes de Navidad. Estabas trabajando y yo te dije que te parecías a una chica a la que conocía. Me costó mucho hablarte —prosigue—, de hecho me cuesta mucho hablar con cualquier persona. Tuve que vencer mis instintos, pero encontré el valor necesario para dirigirte la palabra y tú me rechazaste. No deberías haberlo hecho. No deberías haberte portado tan mal conmigo.
La tensión en los ojos de ella desaparece de repente y se echa a llorar.
—Todo irá bien —dice—, pero no intentes nada —a?ade mientras sostiene un cuchillo en alto—. Llevas aquí casi tres días y no tienes fuerzas para pegarme. Confía en mí, he estado en tu misma situación.
No es estrictamente cierto, pero se acerca bastante. Se inclina sobre ella y corta la cuerda. Ella no se mueve. Ha perdido peso desde que está aquí y no tiene buen aspecto. Tiene la cara más… hundida, diría él a falta de una palabra mejor. Y también más pálida, blanca y empapada de sudor.
—No te haré da?o, te lo prometo —dice Adrian. Y es verdad, no le hará da?o, a pesar de que no debería haberlo rechazado—. Pero no puedes ir por la vida rechazando a la gente —continúa mientras le pasa la toalla y le humedece la piel, que se le eriza al instante—. Conseguiste que me sintiera muy mal.
Ella intenta pegarle un bofetón, pero Adrian se aparta para esquivar la mano y esta solo lo roza ligeramente, aunque con una de las u?as le ara?a la cara. Entonces la agarra por los tobillos y la saca de la cama. Ella se resiste e intenta sacudirlo con los brazos, pero no consigue alcanzarlo. Al caer al suelo se golpea la cabeza con fuerza, se le ponen los ojos en blanco y deja de moverse.
Adrian se ha llevado una decepción. La arrastra para apartarla de su propia suciedad y deja un reguero grasiento. La toma en brazos y se la lleva al ba?o, la mete en la ba?era, la lava sin usar jabón y luego la seca. Cuando la desnudó hace un par de días, supuso una novedad. Era la primera vez que desnudaba a una mujer y sintió algo raro. Bueno, le gustó. Fue algo así como lo que siempre había imaginado que sería con Katie. Cuando todo esto haya acabado, tal vez intente desnudar a más mujeres. Por supuesto, vestirla es mucho más difícil. No puede servirse de un cuchillo para hacerlo. Forcejea con ella, la hace rodar por el suelo mientras tira de la ropa y piensa que no tiene sentido tomarse tantas molestias porque Cooper tendrá que desnudarla de todos modos, pero continúa porque Cooper también considerará importante desnudarla. Será parte del ritual. Del mismo modo que le ha gustado la idea de desnudar a más mujeres, tiene la seguridad de que no quiere pasar por este proceso otra vez. El vestido le queda demasiado holgado y eso facilita bastante las cosas. A Adrian le escuece la cara y cuando se la toca con un dedo se lo mancha con la sangre que le ha salido del ara?azo. Se mira el rasgu?o en el espejo y se limpia la sangre. No es muy largo, solo unos centímetros, pero ahora que sabe que lo tiene, le duele.
—Me has hecho da?o —dice, pero ella no responde. Le tienta la idea de quitarle la cola de los labios. Podría frotárselos con quitaesmalte, pero prefiere esperar porque a Cooper le gustará más así. El pecho de la chica sube y baja sin cesar y de su garganta sale un leve y áspero resuello, un sonido idéntico al que solía hacer la vieja nevera del centro de reinserción social.
La coge en brazos y se la lleva hacia la puerta del sótano. Es mucho más ligera que Cooper, le parece más ligera incluso que cuando la levantó por primera vez, por lo que no necesita la carretilla. Primero llama a la puerta del sótano antes de abrirla porque piensa que Cooper lo preferirá a que entre de cualquier manera y sin avisar. Es un peque?o signo de respeto, un gesto que los Gemelos jamás tenían con él cuando lo encerraban ahí abajo. Los Gemelos eran dos camilleros que trabajaban allí y que de vez en cuando encerraban a algún paciente ahí abajo simplemente para divertirse y hacerle da?o. El sol se ha desplazado hacia otras partes de la casa y en el sótano no entra mucha luz, por lo que coge la linterna antes de bajar.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
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