—De acuerdo, Tate. Mira, vete a casa. Te mandaré a alguien dentro de media hora para que haga un retrato robot con tu descripción. La publicaremos en los periódicos. Tal vez alguien lo reconozca. Descansa un poco y cuídate esa pierna.
Me llevo la pierna junto con el resto de mi cuerpo hacia el coche. No está aparcado lo suficientemente lejos de la casa como para que no haya sufrido da?os debido al calor: la pintura del capó y del lado del pasajero se ha llenado de ampollas. Tengo que andar balanceando la pierna porque no puedo doblarla. Abro la puerta y mientras estoy entrando un tipo se aparta de la multitud y viene hacia mí.
—Eh, colega, has tenido suerte de salir a tiempo —dice. Es rubio, con el pelo trenzado en unas rastas de al menos un metro de largo y huele a perro mojado. Viste unos pantalones de color verde militar y una camiseta con la frase ?Ya no estás en Guatemala, doctor Huxtable?, en alusión a la frase emblemática del culebrón Shortland Street. Tiene la piel del rostro muy bronceada y los labios agrietados por el sol; lleva una mano metida en el bolsillo de los pantalones y un cigarrillo apagado en la otra—. Eres poli, ?verdad?
—?Has visto quién ha provocado el fuego? —pregunto mientras me pongo de pie de nuevo y mi rodilla se queja. Al mal olor de las rastas se le suma el olor a hierba. Tiene los ojos inyectados en sangre.
—No, tío, lo siento. ?El profesor está bien?
—?Eres uno de sus alumnos? —pregunto.
—No, tío, soy uno de sus vecinos.
—?Crees que puede haberle ocurrido algo? —pregunto.
Se encoge de hombros.
—Creo que sí. Pero antes déjame que te diga que no puedes arrestarme. No llevo nada de hierba encima.
—Venga ya… —digo.
—?Aceptas el trato?
—Vale. Prometo no arrestarte.
—Vi algo ayer por la ma?ana. Yo estaba sentado fuera, ?vale? Sentado y tal, ?vale? Fumando un poco… relajado… ?sabes lo que te digo? Y vi que un tío se le acercaba al pavo este, al profesor, y el pavo este, el profesor, va y se cae o algo y entonces el otro lo ayuda. Pensé que estaba alucinando o algo. Bueno, es que iba fumadísimo, ?sabes?
—?En qué casa vives?
—En esa, colega —dice, se?alando la que hay al otro lado de la calle, frente a la de Cooper. Es una casa de una sola planta, encajada en un peque?o solar, como todas las de la calle y pintada de un color parecido. Lo único que diferencia su casa de las de sus vecinos es que el césped no ha visto una segadora desde el invierno.
—?Por qué no llamaste a la policía?
—Porque estaba… ya sabes, no estaba muy seguro de lo que había visto y además habríais acabado arrestándome. Al final lo olvidé, hasta que su casa, bueno, pues se ha incendiado, ?no? Y, joder, eso impacta, realmente impacta. Bueno, el caso es que he pensado que tenía que contártelo.
Me entran ganas de comprobar si el vendaje de la mano me protegería los nudillos como un guante de boxeo.
—?Deberías haber avisado ayer mismo!
—No quería meterme en problemas. Tenía que, bueno, ya sabes, terminar lo que estaba haciendo. Dios, qué hambre tengo —a?ade.
—Mierda.
—Eh, tío, no te lo tomes así —dice, con las manos en alto—. ?Crees que el profesor Mono estará bien?
—?Qué?
—Que si crees que estará bien.
—?Cómo lo has llamado?
—Profesor Riley.
—No. Has dicho otra cosa.
—Ah, sí —dice, y empieza a sonreír—. No se lo cuentes, pero a unos cuantos vecinos nos gusta llamarlo profesor Mono. Ya sabes, por lo de su accidente.
—?Qué accidente?
Se echa a reír.
—Tío, no está bien que me ría, pero bueno… el que tuvo… déjame pensar, fue hace tres o cuatro a?os. Sí, cuatro a?os, creo; o no, igual eran tres. A ver, llevo aquí cinco a?os. Y me gusta este sitio. ?Sabes cómo me compré la casa? ?A que no lo sabes?
—?De qué accidente estás hablando?
—Me tocó la lotería, colega. ?Qué decíamos?
Ahora también me entran ganas de liarme a patadas con él.
—El accidente. ?Qué ocurrió? —le digo, para recordárselo.
—Ah, sí. Bueno, en realidad no sé cómo ocurrió, pero tengo un amigo, ?vale?, y su novia trabaja como enfermera en el hospital, ?vale?, y le contó que había reconocido a Cooper porque había sido alumna suya en algún momento —dice—, y… ?por dónde iba? Ah, sí, bueno, que el profesor había dio al hospital porque se le había roto un huevo.
—?Qué?
—Sí, la novia de mi amigo dijo que lo tenía aplastado, como un huevo de verdad. Tuvieron que quitárselo.
—?Fue una agresión?
—él dijo que se lo había pillado con una puerta, pero ?cómo co?o se pilla uno los huevos con una puerta? —Extiende las piernas y echa la pelvis hacia delante mientras intenta girar el cuerpo—. Tendrías que… ya sabes, tener una pierna fuera, así —dice—. Tal vez si la puerta se cerrara de golpe y estuvieras…
—Me gustaría hablar con esa enfermera.
—Pues lo tienes claro, tío.
El coleccionista
Paul Cleave's books
- The Whitechapel Conspiracy
- Angels Demons
- Tell Me Your Dreams
- Ruthless: A Pretty Little Liars Novel
- True Lies: A Lying Game Novella
- The Dead Will Tell: A Kate Burkholder Novel
- Cut to the Bone: A Body Farm Novel
- The Bone Thief: A Body Farm Novel-5
- The Breaking Point: A Body Farm Novel
- El accidente
- Alert: (Michael Bennett 8)
- Guardian Angel
- The Paris Architect: A Novel
- ángeles en la nieve
- Helsinki White
- Love You More: A Novel