El coleccionista

Daxter está echado sobre un costado, tendido en una posición inusual. Me cuesta horrores agacharme junto a él, pero finalmente lo consigo deslizando hacia un lado la pierna que no puedo doblar. Toco a Daxter con la mano y me doy cuenta de que no está todo lo caliente que debería estar. Lo sacudo un poco pero no se mueve. La cabeza le cuelga, por lo que le agarro la cara y se la vuelvo hacia mí. Tiene los ojos entrecerrados y sangre en un lado. Lo recojo y noto que pesa más que de costumbre, está flácido, la fuerza de la gravedad tira de todos y cada uno de sus miembros hacia abajo, tiene varias costillas rotas que le han cambiado la forma del cuerpo. Me apoyo en la pared de mi casa y sostengo a Daxter en brazos, lo presiono contra mi pecho y lo acaricio, le rasco bajo la barbilla y sobre la cabeza. Las lágrimas se me acumulan en los ojos y me veo incapaz de contenerlas. Tardo un minuto más o menos en darme cuenta de que tengo el regazo mojado y cuando levanto a Daxter observo que es orina y agua que sale de su cuerpo. Lo acerco a mi pecho y arrimo mi cara a la suya, completamente consciente de que estoy abrazando a un gato muerto y que debo de parecer loco, pero incapaz de hacer otra cosa. Compramos a Daxter para Emily hace cinco a?os y era más de ella que mío o de Bridget. Tras la muerte de Emily, Daxter no volvió a ser el mismo. Siempre lo encontraba durmiendo en la habitación de Emily y solo merodeaba por el resto de la casa cuando tenía hambre o cuando buscaba desesperadamente que le hicieran caso. Daxter ahora está con mi hija y me he quedado completamente solo.

Atravieso la casa con Daxter en brazos en dirección a la parte trasera del jardín. Me cambio de pantalones y los sucios los tiro a la basura, porque además de estar empapados en orina se me han chamuscado en el incendio. Encuentro la pala en el garaje. Cavo un hoyo, no sin dificultades, y me duele, pero necesito sentir ese dolor. Jamás debería ser fácil enterrar a alguien a quien quieres. Es la primera tumba que cavo desde hace más de un a?o y sin duda alguna es la más peque?a que he cavado jamás con diferencia. He elegido un lugar cercano a la valla trasera, frente a la terraza, bajo un arbolito cuyas raíces son lo suficientemente peque?as para no impedirme cavar el hoyo. El suelo es más duro cuanto más profundizo. La tierra queda amontonada sobre el césped, cada vez más oscura. Cuando el hoyo es lo suficientemente profundo, entro en la casa y vuelvo a salir con una camisa que no volveré a ponerme. Envuelvo a Daxter en ella y procuro dejarlo en una posición en la que parezca dormido, intento dejarlo de lado, con el lomo ligeramente curvado y las garras delanteras frente a la cara, cubriéndole los ojos, como solía ponerse. Recojo un poco la camisa para poder levantarlo y vuelvo a tener la sensación de que pesa más de lo que debería. Lo meto dentro del hoyo y me veo incapaz de seguir conteniendo las lágrimas. Cubro de nuevo el hoyo, apisono la tierra y me siento en la terraza a pensar si ese sería el lugar que Daxter habría elegido para que lo enterraran en caso de haber podido elegir.

Miro fijamente la tumba y vuelvo a emocionarme. Las lágrimas no tardan en brotar. Daxter ha sido un miembro más de la familia desde el día en que lo compramos y ahora es otro miembro de la familia que he perdido.





20


Adrian está agotado. La parada que ha hecho en casa de Theodore Tate ha prolongado una hora más su salida. La casa estaba al final de un callejón sin salida y la valla trasera daba a una calle distinta. Ha podido observar el jardín a través de un agujero. Ha visto cómo Tate cavaba en el suelo con una pala, pero no se ha quedado por allí después de eso. Ya estaba tentando la suerte lo suficiente. Había aparcado en una de las calles colindantes, unas manzanas más allá, con la certeza de que Tate no pasaría por allí con el coche, y había matado el tiempo recorriendo la calle arriba y abajo, intentando no llamar la atención mientras esperaba. Supuso que todo el mundo estaría demasiado ocupado aguantando el calor como para que alguien reparara en él. Y realmente estaban demasiado ocupados para prestarle atención cuando convenció al gato para que se le acercara. A Adrian se le dan bien los gatos. Siempre se le han dado bien. Pensaba que tenían alguna especie de sentido que podía alertarles acerca de lo que podía hacerles, pero al parecer no era así. Era raro. No tenía la seguridad de que el gato perteneciera a Tate. Estaba en su jardín, pero los gatos suelen pasearse por los alrededores. Simplemente se la había jugado y, a juzgar por la reacción de Tate, la jugada le había salido bien.

Vuelve a casa mucho más tarde de lo que quería. Cooper estará enfadado por haberlo hecho esperar tanto tiempo, pero Adrian sabe que el regalo compensará la espera. El sol está en su cenit, el aire está lleno de polvo y un viento cálido sopla cada vez con más fuerza procedente del noroeste. Cuando soplan vientos cálidos como ese, empeoran los picores que tanto le molestan. Se sirve un vaso de agua y prepara unos bocadillos. No hay electricidad en la casa, y lo mejor que puede hacer para conservar las rebanadas de pan es guardarlas en la nevera. Si no pasan más de dos días, la carne se conserva bastante bien. Tiene que acordarse de comprar más hoy mismo, algo más tarde, cuando regrese a la casa de Tate.

Cuanto más piensa en Tate, más vueltas le da a la posibilidad de a?adirlo a su colección. El poli y el asesino. Vale la pena tenerlo en cuenta.