El coleccionista



En total aparecen cinco camiones de bomberos, cuatro coches patrulla y una ambulancia. Solo utilizan tres de los cinco camiones de bomberos, los otros dos están estacionados detrás y los bomberos no requeridos contemplan el incendio desde la calle; uno de ellos está hablando con una joven rubia de la multitud y la hace reír. Me siento en la parte de atrás de la ambulancia y no puedo ver cómo arde la casa, pero sí grandes cantidades de humo. Estamos aparcados lo suficientemente lejos como para no sentir el calor de las llamas, pero lo suficientemente cerca como para tener que alzar la voz y así poder oírnos por encima del estrépito del crepitar de la madera. Debo de haber bebido un litro entero de agua desde que me han apartado de las llamas; me duelen los pulmones, ya no toso, pero me tiemblan las manos. Podría haber vuelto dentro. Sé que podría haberlo hecho. No me habría importado tener que sostenerme sobre una sola pierna, podría haber entrado de nuevo, haber encontrado a Emma y haberla sacado de allí. Sin embargo, dejé que esos dos hombres me arrastraran, a pesar de que podría haber hecho más.

Intento centrarme en lo positivo. Lo positivo en este caso es que no he visto a Emma y eso significa que puede que no estuviera allí. Lo positivo es que sigo vivo.

Uno de los paramédicos de la ambulancia se encarga de mis curas mientras el otro está fuera con todo el mundo. La rodilla se me ha hinchado debido al impacto, ha duplicado su volumen normal y apenas puedo moverla. El asistente sanitario es un chico que debe de tener algo más de treinta a?os, completamente calvo, y el cuero cabelludo le brilla tanto que puedo ver las paredes de la ambulancia reflejadas en él. Me administra antiinflamatorios y calmantes y el dolor remite bastante, aunque sigo notando la tensión. Me pincha la mano con una aguja, me inyecta anestesia local y me extrae unos cuantos fragmentos de cristal antes de limpiar la herida.

—Necesitará que le den unos puntos —me dice.

—?No puede hacerlo usted?

Niega con la cabeza.

—Va a tener que venir con nosotros al hospital para que se lo cosan.

Ahora soy yo quien niega con la cabeza.

—No tengo tiempo. ?No puede colocarme un apósito, simplemente?

—Todos los polis son iguales —dice. Me pone una gasa que queda fijada con un vendaje y algo de esparadrapo—. Tendrán que coserlo. Y si no quiere que empeore, será mejor que lo cosan hoy mismo.

—Haré lo que pueda.

—Bien. Y mientras hace lo que puede, intente mantener la herida seca y procure no usar esta mano —me dice.

—?Ni para nadar?

—Es una broma, ?no? —pregunta.

—Intentaba serlo —digo, pero mientras el fuego siga ardiendo no tiene sentido hacer bromas.

—No se reirá tanto si se le infecta —me advierte—, sobre todo si tenemos que cortarle la mano.

—Es una broma, ?no?

—No.

—La mantendré limpia y seca, lo prometo.

Me he quemado un poco los pies, por lo que me los embadurna con un ungüento, me los cubre con una gasa y me los venda, aunque con un vendaje más ligero que el de la mano. Schroder espera fuera mientras me atienden, la discusión que teníamos mientras llegaba la ambulancia queda aplazada. Tengo ampollas en las manos de cuando he apagado las llamas de los pantalones. En un par de días estaré recuperado, con la única excepción del corte de la mano, que tardará al menos una semana si voy a que me lo cosan. Cuando terminan de vendarme, me ayudan a salir de la ambulancia y me apoyo en ella, intentando no descargar el peso en la pierna mala. Recojo los zapatos del suelo de la ambulancia. La piel ha quedado calcinada y las puntas de los cordones y las suelas se han derretido. Me aprietan bastante debido a los vendajes que me acaban de poner.

Llega Schroder y me pone una mano en el hombro.

—Lo siento —dice—. Por si te sirve de consuelo, no nos consta que ella estuviera ahí dentro.

—Podría haberla salvado —explico.

—Y sobre eso —continúa, después de apartar la mano—, ahora va en serio. La has cagado, Tate. Solo era cuestión de tiempo hasta que alguien intentara prenderte fuego.

—La gente siempre se acalora conmigo —digo.

—Por Dios, Tate, esto podría haber acabado peor, mucho peor.

—Bueno, te agradezco que te preocupes tanto.

—No me lo agradezcas. Quiero decir que alguien podría haber salido herido, Tate. La gente podría haber entrado para salvarte cuando en realidad tú no tenías por qué estar allí, para empezar.

—Ya te he dicho por qué he entrado. ?Has conseguido alguna foto de Riley?