El coleccionista

Reviso todas las habitaciones. Ni rastro de sangre. Ni rastro de Emma Green. Ni rastro de Cooper Riley. No hay signos de lucha, solo la cámara rota que he encontrado fuera y los indicios de que alguien ha utilizado una Taser. En cualquier momento espero oír el rugido de las llamas procedentes del piso inferior. Me dirijo de nuevo hacia las escaleras. Tal vez tenga más suerte en el piso de abajo.

Procedente de la planta baja oigo la cisterna del váter y las prisas pasan a convertirse en cautela. Llego a las escaleras, agarro con fuerza la palanca mientras contemplo el vestíbulo cuando de repente aparece un tipo al que no reconozco. Lleva una caja de cerillas en la mano y ya tiene una encendida. La deja caer sobre la gasolina mientras se dirige hacia la puerta sin siquiera percatarse de mi presencia y recoge los recipientes vacíos a su paso. Antes de que pueda moverme o gritar, oigo el fogonazo de las llamas que han prendido de repente sobre las baldosas, han atravesado las puertas acristaladas y se han extendido por la moqueta y las cortinas. El pirómano desaparece tras la neblina de calor y humo. Las llamas alcanzan el primer rellano de las escaleras y recorren la planta baja al mismo tiempo que suben por los escalones en dirección a mí; son llamas azules en la base, amarillas en los extremos y de un naranja oscuro en el centro; los muebles del vestíbulo y del salón ya están ardiendo y el aire se llena de humo y gases tóxicos, todo ello en apenas unos segundos.

No puedo salir por la puerta. El vestíbulo está completamente envuelto en llamas. Bajo unos cuantos escalones en esa dirección. Tengo que escapar de las llamas como sea y encontrar a Emma Green.

Pero no puedo. Lanzarme hacia esas llamas sería un suicidio, no puedo pasar por allí. Lo único que puedo hacer es volver a subir.