El coleccionista



Cooper Riley vive en Northwood, uno de los nuevos barrios del norte de Christchurch que surgió más o menos a finales del siglo veinte. Por medio millón de dólares aquí puedes comprarte una casa de mala calidad y buen aspecto, pero sin punto de comparación con cualquier casa construida hace cincuenta a?os al otro lado de la ciudad, donde los terrenos y la vida son más baratos. La gente llega a Northwood buscando la seguridad de un barrio sin drogas ni asesinatos pero, como sucede con tantas otras cosas, la violencia ya está llegando también aquí. Hoy no importa en qué parte de Christchurch vivas, la ola de calor lo está asolando todo por igual. La pintura se está descascarillando de los buzones y las verjas, y el único césped que no se ha quemado ya es el que queda en zonas de sombra cerrada. Todos los jardines están perfectamente cuidados, no hay malas hierbas a la vista. Todas las casas siguen un patrón de dise?o similar. Es ese tipo de barrios en los que la singularidad de cada uno se adapta al acuerdo colectivo. Si a alguien le diera por construir una cerca en la parte delantera o por pintar la fachada de un color que no fuera beis, seguramente lo lincharían. De vez en cuando se ven esculturas del tama?o de un garaje que pretenden ser pérgolas, pero que en realidad parecen garajes incompletos. Cooper vive en Winsington Drive, rodeado de otras calles de nombre pretencioso que podrían haber salido de un catálogo de ropa para jugar a golf de los a?os cuarenta, ?la chaqueta Winsington aúna estilo y elegancia, es una prenda imprescindible para el almuerzo del hoyo diecinueve?. La calle donde vive Cooper forma parte de una parcelación que se urbanizó hace menos de cinco a?os. El alquitrán del asfalto se ha deformado a causa del calor y hay baches en los lugares en los que se ha fundido y pegado a los neumáticos de los coches. Conduzco despacio porque es imposible saber qué dirección tomarán el resto de los conductores, porque los residentes en Northwood son alérgicos a los intermitentes.